lunes, febrero 27, 2006

El grito de Castilla. Adrés Sorel (Castilla como necesidad. Editorial Zero Madrid 1980)

Buscando en el baúl de los recuerdos, como decía la canción de Karina - bien presente en la memoria de los carrozones de mi quinta-, encuentro llena de olor a naftalina y polvo de catacumbas un viejo artículo de un escritor , hoy de edad venerable, pero un su época un poco iconoclasta y anarquista.

El artículo es verdaderamente kitsch, no falta ni uno solo de los clichés utilizados por la rojería y progresaría de la época -años setenta del vigésimo siglo-: aquí nos previene del infame capitalismo monopolista, del que mucho nos enseñó Paul Sweezy en su libro “El capitalismo monopolista” de la editorial siglo XXI de editores, aún presente en la memoria, como si el otro capitalismo hubiera sido mucho más clemente; allá nos habla de ese vocablo “concienciación” del que Agustín García Calvo nos prevenía acerca de su fealdad y horror sintáctico; un poco más adelante nos inunda con vocablos familiares a los que vivimos aquella década setentina, con los palabros propios de la política propia de los partidos y partidillos de izquierda: imperialismo, potenciación, militancia, superestructura, planificación, pueblo, identidad; no menos que la cruel “explotación del hombre por el hombre” y otras imponencias del catálogo interminable de la cháchara marxista.

Hay que reconocer que en su condición de anarquista , fabulador y cuentista, emplea otras mucho menos correctas ya incluso en aquella época como descentralización absoluta, federación, utopía, vuelta a los orígenes, impostura de la capitalidad, denuncia de la democracia formal temporalmente espaciada, sucursalismo de partidos centralistas y otras.

Denuncia en el escrito la fusión de regiones por decreto, y comete el fallo habitual de ser incapaz de elaborar una definición aceptable de lo castellano sin comparación con lo vasco. Su condición de novelista no le permitió sin duda profundizar en el fenómeno de la nación moderna, lo que le impide un diagnóstico medianamente convincente del sentimiento político castellano. Y ya puestos parece que su conocimiento de la historia de Castilla es bastante deficiente; el origen de la idea en España es leonés y no castellano, y por supuesto Onésimo Redondo era de la parte leonesa de la actual provincia de Valladolid (Quintanilla de Onésimo). Nuestro autor se carteó con Anselmo , pero no parece que transitara concienzudamente por su obra.

Pasen y lean

A modo de introducción

EL GRITO DE CASTILLA

ANDRES SOREL

Al silencio he seguido el estallido. A la clandestinidad, la carrera por ocupar, cuanto antes mejor, un espacio político. Como en la vieja farsa, se desempolvan trajes, máscaras, decorados, y una vez remendados, pintados, coloreados para que nuevos parezcan, los títeres se lanzan a los caminos, en busca de gentes a las que convencer, en busca de manos que les aplaudan. Bienes cierto que cuanto se escriba, cuanto se hable, cuanto se haga, será insuficiente. ¡Hubo tanto vacío...! Pero ojo al grito aislado. O a las trapisondas de los cómicos de la lengua. Al texto cerrado, a la conversión de la plaza pública en mero recinto ferial donde sólo unos cuantos privilegiados gozan de la representación mientras se deja en sombra a la mayoría, eternos espectadores de una comedia nunca finita.

Toda definición puede ser burocrática, centralista. Cuidado habrá de tenerse con los retoricismos. Las palabras dan miedo, máxime cuando las manipulan en exclusiva unos magos que a otros magos sustituir pretenden. La palabra, como la empresa, debe ser, debiera ser siempre colectiva. Porque las islas, por cuanto de paradisíaco conllevan, son peligrosas. Las islas son privilegios, cotos cerrados a los que solo unos cuantos afortunadas acceden. Preciso es que el bosque eche a andar para evitar su fijación esclavizante. Esa es, prioritariamente, desde mi punto de vista, la anual necesidad de Castilla, la primera necesidad de Castilla: ser ella misma, encontrarse, definirse colectivamente.

Y entramos así en el tema. El tema de Castilla como necesidad. A mi se me encomendó la introducción , abrir el texto, llenar de signos las primeras páginas que intentan conducir al lector por el viejo, gastado, falseado, emotivo mapa de Castilla. Mapa aún en blanco. Quizá sea ese mi principal papel en este empeño colectivo; es al tiempo mi actual obsesión: llevar la duda al lector incluso sobre estas palabras. Pedir al lector que no acepte las definiciones rígidas, que busque, indague él sobre ese mapa reflejo no sólo de una historia, de una tierra sino de unos hombres, hombres con nombre propio que son quienes más debieran interesarnos. "El que no habla a un hombre, no habla a nadie" sentencia con rigor Machado. Después vendrán las estadísticas, los análisis históricos, las definiciones económicas. Antes, creo, está el grito, la necesidad del grito; un grito gritado colectivamente ante tanto silencio, postración, como esta tierra ha sufrido. Grito no de desafío, sino de solidaridad. Grito de orgullo -aún en la humildad- porque la reivindicación a la que se aspira es la reivindicación de la propia personalidad, del propio pueblo que quiera construir, -con otros pueblos sacrificados, subdesarrollados, enajenados a la economía y cultura de una civilización asentada sobre las premisas de la explotación del hombre por el hombre, y de los pueblos por los pueblos-, una historia, una cultura nueva, de seres libres, iguales en derechos, de tierras en las que la igualdad primó sobre la necesidad y el placer sobre la dependencia.

Castilla como agonía fue un libro-reencuentro con esta tierra, allá en los últimos años del Dictador Franco. La agonía sigue. Y de seguro que las fanfarrias, las orquestaciones más o menos interesadas, o los decretos burocráticos, no van a sacarla de ella. Es también contra esa instrumentación del tema castellano, contra el falseamiento interesado y no menos centralista, contra el que debemos gritar. De las plazas redondas o cuadrangulares, de los caminos secos, de las desconchadas iglesias, de las graníticas y ojerosas casas de pueblos semivacíos, de ciudades goteantes de lluvia y soledades invernales, debe salir este grito que golpee incluso la vida y la añoranza de cuantos castellanos hubieron de buscar fortuna en las malditas urbes que como en Madrid especulan hasta con la ,respiración del ciudadano al que oprimen en la moderna cárcel de la sociedad del consumo. Tal vez así encontrando formas de desarrollo para las regiones deprimidas, salvemos al tiempo al hombre de morir en estas macrourbes donde hasta el pensar se le enajena, donde el ser humano muere no ya en la esclavitud del mecanizado trabajo, sino en el control de que su propio tiempo libre se realiza por envolventes medios visuales al servicio de los grandes monopolios internacionales que hoy controlan la cultura mundial. Y en vez dormir-morir en un puñado de kilómetros cuadrados, cuatro millones de personas descubran que es posible concebir una' civilización en la que tras el trabajo uno recupere la libertad para el paseo, la caricia, la palabra, la lectura, el deporte, la creación, la escucha del silencio, la conversación con un animal, con un árbol, con una puesta de sol, con unos amigos, con unos labios, no ahogados por el humo y el ruido infernal y avasallador de las monstruosas barriadas. Donde el hombre, insistimos, además de espectador, pueda ser actor de su propia vida.

Me cuesta trabajo seguir los debates, los procedimientos empleados en la nueva democracia española para definir el Problema regional, para solucionar el mismo, los caminos seguidos a la hora de abordar su compleja condición, cuando el franquismo hasta su existencia negara.

De un lado la seguridad tecno-burocrática de quienes piensan que basta sentar a siete y ocho ilustres ciudadanos en torno a una mesa - se cambia Madrid por Valladolid- , para que ellos, por sí mismo, tracen las líneas maestras y promulguen los decretos reguladores de lo que es y ha de ser Castilla, la macro región definida por el Duero más que por la historia o su propia necesidad pasada y presente. De otros quienes limitan su participación popular a la hermosa fiesta balada por una luna resplandeciente una noche de dulzainas y cantos públicas en las eras de Villalar, doble floreció el vino, el beso y la danza, antes de que la lluvia barriera las palabras de quienes, parlamentarios o no, daban la buena nueva de que ya el Gobierno habla concedido una autonomía a la región, y que por tanto podían regresar a sus casas, a sus trabajos, a sus televisores, a sus pueblos, tal vez hasta el siguiente año y por las mismas fechas, en que si no todos --que algunos habrían muerto, otros emigrado, pocos nacidos - los más de nuevo serian convocados para la fiesta.

Me cuesta trabajo pensar que este camino lleve a parte alguna. Pienso más bien -y no trato de negar la validez de ambos, si criticar su exclusividad- que debiera incidirse más, mucho más, en la necesidad de la concienciación regional dentro de la revolución cultural imprescindible para transformar en la realidad, y no en los decretos, a los pueblos y a los hombres. Comenzando por buscar una recuperación de la conciencia de identidad de cada pueblo en un marco integrador y supra nacional, insistimos: primero conciencia de pueblo, de nación. Luego definición de fronteras. Pueblo unido por un sentido colectivo que hace la historia y no trazado arbitrariamente por quienes, desde el Estado central, amoldan cultura y económica e sus razones de dominio, que no dejan de representar a las grandes familias, los señores feudales de la era capitalista. ¿Cómo desde la nada, la desertización, el vacío, la desesperanza, definir las cabeceras comarcales, las fronteras de una región? ¿No sería mejor estudiar antes sus intereses, crear de acuerdo a ellos puestos de trabajo, redes viarias, centros educativos, unitarios, culturales, etc., que fijarían al hombre a, su tierra y harían de esta auténtico y necesario país desarrollado? . Mas para ello se- precisa Igualmente un auténtico Gobierno regional, regional, no estatal que haya sido elegido democráticamente y al margen de las elecciones generales, por el propio pueblo al que va a representar. Y para elegir hay que ofrecer, hay que ser conocido. hay que tener programas concretos, vida política y cultural propia, hay que saber primero cual es el ámbito que intenta definirse para que, sus connotaciones múltiples, y sobre todo, tras no años, siglos de vaciamiento preciso es escuchar las voces no sólo escritas, sino vivas, de quienes son los auténticos señores de la tierra, señores aunque por la pobreza, los impuestos y las guerras sean asolados.

Es decir, impulsar una gigantesca campaña por toda te ancha, montañosa o llana Castilla, sin desvincular a priori a Santander o Logroño de ella, sin tejer artificialmente que es y que no es el reino de León y cual el de Castilla, sin unir o fragmentar arbitrariamente: vayamos a los hombres, a todos los hombres que estas tierras habitan, vayamos con los libros de historia y con las realidades del siglo XX, pero vayamos sobre todo a preguntar, a preguntarles a ellos, a, después de nuestro discurso, escucharles: qué se sienten, a qué aspiran, qué desean...

Este es para mi el auténtico sentido de la historia de Castilla.

La otra noche soñé un poema que cantara Fernán González, v decía:

"Ere entonces Castilla tan sólo una alcaldía,
magüer que era pobre e de poca valia,
nunca de buenas omnes firé Castilla vacía,
de _cuales ellos fueron paresce hoy en día...

Mandó llamar el conde a todos los varones,
todos los ricos omnes todos los infanzones,
también los escuderos como a los peonesr;
quería de cada uno saber sus corazones.

Ceveres e peones firmemente lidiaban
cuando decía ‘Castilla’ todos se esforzaban...
El conde don Fernando con muy poca campaña
- en contar lo que el fizo semejaría fazaña -
mantuvo siempre guerra con los reyes de España,
non daba más por ellas que por una castaña"

Democracia. Independencia. Porque el estado castellano, ya en sí federal, sí tenia un jefe en común -conde de Castilla y Álava, rey al fin-- se formaba por un conjunto de comunidades autónomas con justicia, .moneda, concejos que acordaban y gobernaban en cada comunidad de Ciudad o Vílla y Tierra autenticas repúblicas populares que comprendían municipios con vida propia y autonomía local, siempre el pueblo controlando el poder, exigiendo a sus representantes.

A mi juicio es preciso que los castellanos evitemos a toda costa el desmembramiento de las comarcas de la Montaña y la Rioja-una Castilla sin ellas sería como una Andalucía sin Córdoba y Sevilla, una Galicia sin Compostela o una Cataluña sin Gerona-; debemos procurar después que en lugar de un estatuto conjunto castellano-leonés, León y Castilla la Vieja y Castilla la Nueva obtengan cada uno el suyo; y más adelante incluir en Castilla las comarcas de la Alcarria y Cuenca, dejando a Castilla la Nueva el conjunto de todas las tierras toledanas y manchegas. Una vez más la autentica Castilla puede ser la principal víctima de las oligarquías reaccionarias que durante siglos han utilizado en .su provecho el nombre castellano.”

Hasta aquí las letras de Anselmo Carretero. Por mi parte, insistir en el punto más importante, a mi juicio de su grito de alarma: Castilla ha sido, sigue siendo víctima del centralismo estatal. Falseada en sus orígenes e historia, incluso por libros recientes, hipotecada y prostituida en su nombre, combatida falsamente por la izquierda de otros pueblos, desmembrada incluso por algunos de los que dicen o aspiran a ser líderes suyos -y qué trabajo me cuesta escribir esta palabra cuando uno recuerda, presente tiene, que también ella engendró líderes de imperialistas y fascistas concepciones como Onésimo Redondo-, desmembrada insisto de su nombre, lengua y patrón. No olvido que el `hable la lengua del imperio" sumió a Cataluña en una humillante postración, que la tortura se enseñoreó sobre jóvenes euskaldunas que pretendían con justicia responder a sus verdugos en su nativa idioma. Pero tampoco debemos olvidar que fueron escritores de segunda fila, fascistas analfabetos llegados del último confín de la Nación quienes "fijaban'' esclerotizaban y asfixiaban el buen castellano, censurando, persiguiendo bajo falsos conceptos, preceptos y dogmas a quienes en esta lengua pretendían escribir o hablar. Que hoy el castellano sigue a la defensiva en muchas ocasiones, acosado, cuando debiera salir a lucha" a competir pasado y por su futuro en igualdad de condiciones con otras lenguas de España o el mundo. Que también en el corazón del imperio hay seres oprimidos, explotados. Y que no sufre solamente la cultura perseguida, sometida a los ritos de la catacumba, sino la que deforma, la que se desprovee de sus auténticas esencias y se prostituye con hipotéticos valores universales ajenos a ella.

El nazismo utilizaba el alemán como lengua, pero la auténtica lengua alemana era exiliada con Thomas Mann a o tras muy lejanas fronteras. No me resisto a traer aquí un soneto que el vasco Unamuno dedicara a nuestra lengua:

La sangre de mi espíritu es mi lengua
y mi patria es allí donde resuene
soberano su verbo, que no amengua
su voz por mucho que ambos mundo llene.

Ya Séneca la preludió aun no nacida
Y en su austero latín ella se encierra

.Alfonso a Europa dio con ella vida.
Colón con ella redobló la tierra.

Y esta mi lengua flota como el arca
de cien Pueblos contrarios y distantes,
que las flores en ella hallaron brote.

De Juárez y Rival pues ella abarca
legión de razas: lengua en que a Cervantes
Dios le dio el Evangelio del Quijote.

Y ciudadanos iguales, administrando el patrimonio común: bosques, agua, pastos, riqueza del subsuelo, hasta tejares, molinos, y fraguas; y la cultura: canción y costumbres, fiestas y palabra... Sito faltaba el beso para una revolución absoluta.

Esto, insisto es lo válido, lo más válido del ayer. Esto en su significado, en su esencia, debiera ser lo válido del hoy.

En 1883, la división borbónica, impetrada de Francia, fragmenta, divide y destroza Castilla. Pretende: "promover con un solo impulso uniforme e ilustrado una masa inmensa de propiedad". La uniformidad queda clara, y al servicio de un poder centralizador, absorbente. En 1837 una Real Orden disuelve las Comunidades: al fin, tras casi seis siglos de luchas y decadencia, se legisla no sólo la ruina de una economía, sino que se rompe y, tergiversa toda una tradición cultural y se ahoga un espíritu comunitario, hasta la propia identidad de un pueblo. De ahí la expresión de Sánchez Albornoz, 9 junio de 1976: "Castillo hizo a España y España deshizo o Castilla". La aberración falangista se continuó en una dictadura, la de Franco, centralista, unitaria, oligárquica. ¿Y quién se aprovechó de aquella maldita Cruzada? Durante años, desde la oposición, se ha insultado a Castilla, se ha denostado el papel por Castilla jugado en la era franquista. Con los ojos cerrados se pasaba sobre estas tierras desiertas. Con los oídos sordos a palabras de todas formas no pronunciadas por estos mudos campesinos. No. No fueron los castellanos beneficiados por el franquismo. Ni responsables de él en mayor grado que otros pueblos de la Península. El problema era de clases de intereses. Que si en Burgos o Salamanca los facciosos , instalaron sus cuarteles generales, quienes los pagaron y se aprovecharon después en sus negocios, tenia. nombres tan inusuales en Castilla, como Marcch. Porcioles y Colomer, Oriol, Urquijo Ibarra, Franco, Osborne, Luca de Tern, etc.

Hace unos meses, desde su viejo exilio mexicano, reciba una carta del segoviano Anselmo Carretero. Recojo algunos fragmentos. Son indicadores de un pensar, de un sentir, que creo ha de tenerse en cuenta. "Si el unitarismo centralista del franquismo ha intentado en vano privar a los catalanes, vascos y gallegos de sus respectivas lenguas y ha explotado sin excepción a todas las regiones de España en beneficio de las oligarquías dominantes, a las de León, Castilla y Castilla la Nueva les ha secuestrado el conocimiento de su identidad histórica, base de toda conciencia nacional. Hasta tal punto que a pesar de que Castilla surge como nacionalidad bien definida en el conjunto de tos pueblos hispánicos hace más de mil años y es por tanto una de las nacionalidades de más antiguas raíces, la mayoría de los castellanos ignoran hoy lo que su región es en el mapa de España y lo que su pueblo fue y representó en la historia de nuestra patria, y lo mismo y con iguales lamentables consecuencias les ha ocurrido a las gentes de la región de León -una de las más sobresalientes en la historia peninsular- y de Castilla la Nueva. Tal es el fondo real de los equívocos, embrollos y tergiversaciones que en el panorama actual de las autonomías regionales tiene sumidos en el mayor desconcierto a leoneses, castellanos y toledano-manchegos.

Se dice con frecuencia que ahora, cuando se plantea prioritariamente la cuestión de las autonomías para todos los pueblos de España, es el momento en que leoneses y castellanos debemos unimos firmemente en una sola región. Yo creo todo lo contrario: éste es el momento en que todos y cada uno de tus pueblos de España deben obtener su autonomía y preservar su propia identidad. Ese afán de formar grandes entidades regionales por fusión de varias en una compleja de nueva creación no es otra cosa que resabio de mentes unitarias y centralistas. El propósito de la regionalización es precisamente distribuir el poder entre todas las regiones acercándolo a cada una de estas mediante su propio gobierno. La tendencia a la fusión de varias regiones en una sola mayor restara, pues, antirregionalista y es una manifestación residual del centralismo imperial.

Si el nombre de Castilla se ayuntaba con ismos totalitarios a lo que de siempre habla sido, en su verdadero historia, opuesta. Ahora la historia gira y gira en mis recuerdos Ilevándome a Villalar. No fue sólo una democracia quién se perdiera en aquella batalla; no fueron sólo comunidades de hombres libres los derrotados. Se iba a cambiar hasta el espacio físico, angostar el marco económico. Eso es otra historia que seguramente en siguientes páginas será explicada. Aquí sólo nos introducimos al tema. Y ahora sí en algunos datos. Intentamos sacar los números de,. ámbito frío; hacerlos humanos.

La Baja Castilla linda ya con la alta Extremadura. Cuánto sol y cuánta lluvia han sufrido en sus desplazamientos hombres y ovejas que trashumaban la riqueza-miseria, base económica casi de una región. De 1.800 a 1975, éstas dos son las regiones más empobrecidas de la Península: he aquí sus índices comparativos:
Extremadura: 64,99, Castilla la Vieja, 64,16%

Normal es ver la mirada petrificada de viejos -.no en años, sino en soledades- que matan horas y días en las plaza., y calles de cientos de aldeas y pueblos. Sin nada que hacer, faltos de trabajo, siguiendo con sus ojos el humo que más allá de los llanos y montes habla de otros horizontes. También aquí, las regiones que más han disminuido su participación relativa en la producción nacional, de 1949 a 1975, se repiten, con la incorporación de una hermana de sangre

Extremadura: 48.43%
León: 38%
Castilla la Vieja: 34,5%

Dos siglos de continuo retroceso en la producción por habitantes. Dos siglos de pérdidas humanas. Decrece la natalidad. Envejece la población. Disminuye ésta. Aún en tos últimos ocho años sigue la pérdida de habitantes para muchas de sus provincias. Mientras la legión nos ofrece una curva indicativa: Castilla la Vieja redujo su participación en el total poblacional de le siguiente forma:

1860- 7,65
1940 = 6,06
1975 = 4,26

Es decir, ha decrecido un 44,31%, entre 1860 Y 1975.

l No es sólo Castilla. Es la tragedia implícita al desarropo capitalismo monopolista. Así, mientras Euskadi, Cataluña, Madrid, Asturias, concentran la producción nacional, se consagra el subdesarrollo de Castilla, Andalucía, Galicia y Extremadura.

¿ Qué van a hacer los hombres sino emigrar, buscar las nuevas cárceles del trabajador? Y éstos son datos recientes: de 1971 a 1975 emigran:

Ávila . .. 7.315 personas
Burgos .... 9.727 personas
Palencia .... 10.081 personas
Santander 2.810 persones
Segovia ... 6.326 personas
Soria ... 6.334 personas

Sólo Valladolid amplió población y Logroño estacionó la misma. Como Gruna, Myrdal expresa:

"El libre juego de las fuerzas del Mercado tiende a incrementar más bien que a disminuir las desigualdades entre las regiones”

Y en una reciente obra, apunta G. Javaloys como el crédito bancario y los depósitos libres son trasvasados de las regiones pobre – Castilla, León, Canarias- hacia el triángulo de las ricas que definen Juan Muñoz y Angel Serrano, es decir, Madrid, Cataluña y el País Vasco.

Hombres. Dinero. Hasta la energía eléctrica, Escribe Javaloys:

"El desarrollo de las regiones pobres requiere que éstas aprovechen sus fuentes de energía. en primer lugar, para su propia industrialización. La política económica regionalista habrá de atender prioritariamente la demanda que, sin duda, harán pronto los entes regionales autonómicos de algunas regiones subdesarroIladas, de que se implante una política de precios diferenciados por la energía eléctrica, petróleo, carbón, ciertas materias primas., según se consuman en el lugar de origen o en zonas y regiones lejanas. La existencia, por ejemplo, de un precio unificado en todo el territorio nacional para cada tipo de consumo de la energía eléctrica es el más claro ejemplo actual de exportación interprovincial, pues representa, de hecho, una discriminación contra las zonas productoras y a favor de los centros consumidores, altamente industrializados que se hallan en las áreas más metropolitanas de las grandes ciudades, Madrid. Barcelona, Valencia. Así como en el País Vasco, y que paradójicamente son las más reacias a instalar centrales eléctricas, especialmente nucleares, en sus alrededores, a pesar de los cuantiosos déficit energéticas que en ellas existe. Es un ejemplo de la insolidaridad regional que, de hecho se observa actualmente en Espada y que, sin la intervención energética de los poderes autónomos, y de la política económica regionalista, habrá de continuar por mucho tiempo".

Viejo es este tren de la miseria que hace depender a unos pueblos de otros. Se les llevan las riquezas agrícolas. Los créditos y ahorros. Y en unas islas industrializadas, se contrata a los hombres excedentes de un campo cuya reforma ya exige e impone una disminución de le población. Aquí, en las grandes urbes, se crean los productos manufacturados, que luego encarecidos, se venden en las zonas subdesarrolladas. Ni los Bancos, ni las Cajas de Ahorro estaban pensados, dirigidos, orientados para el desarrollo de la región, sino, en aras de las directrices centralistas, monopolistas, su misión es financiar el desarrollo de las cuatro o cinco grandes urbes elegidas a priori por el poder estatal --el mismo que el económico -. Así, en estas se multiplica la población-a costa de empobrecer su espacio vital, miserabilizar su desarrollo humano-, se concentran las industrias, los bancos, el poder político y administrativo, los centros sanitarios, educativos, culturales, el comercio. Mientras que en las tierras colindantes se extiende la desolación, la muerte, el silencio, la vejez. Y naturalmente el escepticismo de los raros habitantes restados, un escepticismo profundo, el de un pozo cegado y condenado a secarse, a extinguirse, a no ser. Madrid, Barcelona y Bilbao concentran hoy e 87, 6% de los recursos financeros del país. Y solo aporran el 49,8% de los mismos Es un dato suficientemente indicativo.

Lo terrible es que a veces el análisis de los datos económicos, que suelen ser reconocidos por todos los autores volcados sobre esta temática, impide ver el otro problema, el político, el que aquí debo interesarnos por cuanto de peligroso lleva para el desarrollo futuro de Castilla.

Castilla. Un viejo tren, un renqueante autobús, unos pies puestos a caminar, nos sumergen de pronto en la luz abierta e infinita en los pueblos donde pocas palabras van a ser las que escuchemos.. Lástima que el tiempo de vida sea tan breva y el mundo tan ancho. Así es difícil llegar a conocer las propias raíces que sustentaron nuestra infancia, que queremos aquí alumbran Pero habrá que volver a ellas. Y volver desnudos, sin esquemas previos, a ver, a estudiar, a aprender, a ofrecen No a pedir Y desde luego, nunca a continuar el funcionamiento vertical impuesto en éstos últimos 40 años, los más nefastos de la historia de España. De ahí nuestra extrañeza, nuestro grito de protesta cuando vemos como en su forma de actuar se emplean, por los partidos políticos, muchos resabios de aquellas maneras paternalistas, vicios reflejados que habría, diaria y colectivamente, que criticar. Porque hoy, a veces por simple oportunismo, otros por necesidades del juego electoral, éstos, a la hora de abordar la problemática regional, impregnan a su política de un carácter verticalista, centralizador, jerárquico que en poco puede contribuir a la concienciación popular. Y cabe el peligro de que nuevamente, y con un Borbón en la Jefatura del Estado ellos mismos actúen otra vea de victlmarios del pueblo castellano. ¿Lo repetiremos bastantes veces, suficientes veces a lo largo de este grito?. La definición regional debe ser obra del pueblo en su conjunto. Autonomía y unidad para todos y cada uno de los pueblos de España, pero en necesidad impuesta por los mismos y no de Monarcas o Parlamentos superestructurales. Fundir varias regiones en una sola, o amputar a las mismas algunas de sus tierras, es antirregionalista, nuevo residuo de centralismo dictatorial. Propio de concepciones políticas donde sobre la democracia popular impera el centralismo democrático: política que al fin en nombre del pueblo define un secretario político, perenne en su puesto aunque acomodaticio en sus juicios, para mantenerse eternamente en sus funciones . (Y que nade vea las anteriores palabras aplicadas a u partido en concreto: por desgracia la vieja Historia bíblica tiene mucho que decir, también a este respecto: quién esté libre de pecado etc. ete . )

La democracia cantada en las Comunidades de Villa y Tierra, autónoma ,popular, de concejos soviets es mucho más pura. La historia ciertamente evoluciona. No queremos que nos llamen nostálgicos del pasado. Más tampoco deseamos permanecer mudos. A la necesidad de terminar con la explotación económica de una clase por otra, hay que ayuntarla de una libertad sin límites a la hora de criticar cualquier opción de poder. Como dijo Rosa Luxemburgo. “ la libertad es siempre la libertad del que piensa de otro modo". No queremos ser modernos esclavos de la tecnocracia capitalista o del partido único dictatorial. No queremos soluciones superestructurales ni jefes perpetuos que piensen eternamente por el pueblo y al pueblo administren eternamente. Gritamos porque la revolución cultural bata la parálisis del hombre, le saque de su condición de súbdiro, le arranque del ritual de las convocatorias anuales en las que sólo se solicita so aplauso o su voto, y le arroje, cada día y todos los días, a la pIaza pública, le fuerce a hacer él la política, a pensar él el cambio social. Queremos que la vida se vaya cambiando cada día, todos los días, y de una forma permanente. Y que Castilla no se defina verticalmente y de una vez por todas, sino que esta definición vaya haciéndose en el tiempo, y en la identidad colectiva, en un camino no cerrado ni delimitado desde el principio, siempre abierto a la colaboración y trabajo del pueblo, que al sentirle suyo, al verle suyo, le va a ir marcando hasta identificarse plenamente tierra y hombre en el futuro.

Castilla por los castellanos y para los castellanos. Castilla por su Nación futura.

Castilla región ¿Qué es hoy según modernas concepciones una región? Tomamos la resolución del Consejo de Europa, Asamblea Consultiva, del 24 de julio de 1961.

“ La Región es un conjunto territorial, menos extenso que los Estados en el cual sus habitantes tienen intereses comunes de diversa naturaleza y donde, por lazos geográficos históricos y económicos. las costumbres, y a veces, los dialectos, se ha desarrollado un sentimiento de pertenencia a una cierta forma de vida'

Para .I,K. Galbraith es indudable que:

"El Estado debe potenciar sus elementos integrales reales. a los que genéricamente se llama regiones, para que en base a un auténtico desarrollo regional se consiga un efectivo desarrollo nacional".

La Nueva Constitución Española contempla el problema de las autonomías de la siguiente forma -en su proyecto original-: Articulo 136. 1? Las provincias limítrofes con características históricas, culturales y económicas comunes, y los territorios insulares, podrán asociarse entre sí en comunidades autónomas. a ello será preciso que lo soliciten las Diputaciones interesadas u Órgano insular correspondiente, o las dos terceras partes de los municipios que representen, al menos, la mayoría absoluta del censo cada provincia o isla.

Ya aquí vemos como esta rapidez con que se pretende actuar, se basa en hombres, instituciones, ciertamente franquistas, continuistas, en una línea absolutamente perjudicial para los verdaderos interese del pueblo, para la independencia y autonomía de las regiones, y sobre todo para quieta aspiran a reformar, a transformar en lo económico y en lo cultural, de acuerdo a unas nuevas bases de igualdad y de desarrollo, la sociedad. Y partiendo esta reforma de cero, de de la absoluta desinformación, de órganos expresivos controlados por equipos retrógrados y al servicio de una vieja clase aún en el poder.
Pero apunta aún mas la nueva constitución:
Articulo 144: "El derecho del Estado prevalece sobre el de las comunidades autónomas en todo lo que no esté atribuido a la exclusiva competencia de éstas. Será en todo caso supletorio del derecho propio de las comunidades autónomas

Sin duda que las limitaciones son superior a cuanto se "otorga'.

El poder arbitral del Estado continúa siendo decisorio. La burocracia centralista marca unos límites contradictorios de las necesidades de una auténtica autonomía pensada, realizada, volcada hacia la región. Si acaso se verán beneficiados algunos caciques, potenciándose otros nuevos. Y eso será, y en el marco una ininterrumpida dependencia, todo.

Recientemente el diputado de Euskadiko Ezkerra, Juan Maria Bandrés definía: "Somos una nación por nuestro territorio, nuestra historia, cultura, lengua, .tradición y voluntad de autogobierno, que so fa la esencia de la nación. Y nos han de dar, lo que por derecho nos corresponde”.

No seré yo quien ponga en tela de juicio la exactitud de esta definición y su justa aplicación a Euskadi. Pero creo, con toda objetividad que ninguno .de los puntos en ella reseñados puede dejar de aplicársele a Castilla, y que es precisamente en Castilla, en la milenaria Castilla, donde encontrarla su más justa enraización.

Estamos ya en el presente. Ya tenemos autonomía. ¿Y ahora, y en el futuro? El desarrollo regional no debe limitarse a crear nuevos entes burocráticos. seudoministros de sueldo y recepción, o "transferir determinadas funciona políticas a las entes regionales". La primera necesidad del desarrollo regional debe ser hacer REAL el país regional, crear conciencia de su existir ,la vieja conciencia tanto tiempo aletargada, de su razón de ser. Lo otro nos lleva al taifismo caciquil o a la instrumentalización de la región como una correa, de transmisión de los partidos estatales. Porque mientras se continua discutiendo en la burocracia, la economía sigue supeditada a los intereses centralistas los caminos orientados hacia Madrid, no hacia la comunicación regional, caminos que llevan los hombres, la mercancías, los ahorros y hasta los sueños de los castellanos. Una televisión propia, hecha por castellanos y orientada hacia Castilla en gran parte de su funcionamiento, en horas clave, de seguro que iba a tener más importancia, a hacer más por la región, que un Gobierno fantasma en Valladolid instalado o rotatorio y de escasa efectividad.¿Cortes propias, Gobierno regional? Para llegar a ellos, se precisa una gigantesca movilización popular que comience por conocer a la región y elija después a los hombres que colectivamente van a transformarla.

Vivimos tiempos de barbarie cultural. De alienación colectiva en la que una TV, cada vez más monopolística y estatalmente controlada, a servicio a su vez de los grandes intereses internacionales, los imperialismos yanqui y alemán fundamental mente, aparece como el gran gendarme represivo de nuestro tiempo. La industria del consumo urbano suple viejos dioses por los fantasmas vivos de los grandes almacenes donde se rinde a diario de! culto de latría. Para las zonas subdesarrolladas -como Castilla---se inventa un turismo de merendero o falsos tinglados superestructurales que de vez en vez nos hablan de milenarios o Festivales bautizados como populares. Mientras se esquilma los tesoros artísticas, se perpetúa y lleva a la práctica una ininterrumpida agresión ecológica, se mitifican valores falsamente regionales, se deforma los rasgos folklóricos, hasta se desvirtúa la comida popular propia de los zonas con continuas penetraciones de los hábitos y subproductos yankis.

,¿ Por qué no luchar, y desde ya por todo lo contrario a lo anteriormente expuesto, y por una educación propia en colegios y Universidades, que si racionalmente modernos se enriquezcan con las características del medio propio, por la multiplicación de bibliotecas públicas, eficientes, especializadas en los temas, la historia, la investigación y los proyectos futuribles de la región, por la creación de casas de cultura y grupos de teatro, laboratorios de cine, centros de documentación e investigación, revistas, cuya temática y realización responda. a los verdaderos intereses de la región como tal definida o proyectada?

Mientras, y pensamos que aquí si puede intervenir el juego parlamentario, se puede acometer, desde ya, sin palabras ni declaraciones, con simples leyes y decretos fácticos, el problema de los desequilibrios regionales, formándose comisiones de estudio capaces de combatir los monopolios de cualquier índole, imponiendo una planificación global y auténticamente democrática, sentado. bases para un desarrollo de mínima infraestructura social, dotando de equipamientos modernos a las zonas atrasadas, redistribuyendo la rente y creando fondos de ayuda a estas zonas deprimidas, obligando a que les Cajas de Ahorro, previo control democrático vuelquen toda su acción al servicio de la región en que radican, sin tener que suscribir fondos públicos, luchando por la creación de un auténtico empresariado con conciencia regional y no al servicio del Estado central o de sus propios y exclusivos intereses, forzando una hacienda descentralizada y desarrollando unos estatutos que precise para el futuro auténticas formas de autogobierno, impulsando, pues de Castilla hablamos, la ganadería y el bosque que en ella, y racionalmente explotados -habrá que abordar en profundidad el tema del minifundio- tienen un auténtico futuro, terminando con la explotación monopolística y proteccional del monocultivo.

Así, en vez de invertir los términos del problema, se crearán las bases para que un pueblo defienda su región, se sienta en una región propia, que él mismo va a ir marcando de .acuerdo a sus necesidades y posibilidades de desarrollo.

Un pueblo, eso sí, que lucha por si mismo. Porque aquí, y recordamos la exposición a que antes hacíamos referencia de Bandrés, el abogado de Euskadi, nos encontramos el punto débil del problema castellano. No en la razón histórica, no en la tradición, no en la lengua, en la cultura, en la existencia de un territorio: todo ello se da, se ha dado -incluso con Cortes propias, formas de autogobierno, de organización económica-. A Castilla le ha faltado, le falta, voluntad de ser pueblo, conciencia de ser nación. Es más después de perder esa voluntad propia y diferente del Estado, se ha dejado ‘alienar’ por las intereses monopólicos de dicho estado, desvirtuando su esencia regionalista y adquiriendo rasgos imperialistas que exportaba a los otros pueblos sojuzgados de España.
Este rasgo prostituido y deforme, reaccionario, es el que hay que combatir desde ya, ahuyentar para siempre de la mente y de los hábitos del pueblo castellano: es el más peligroso fantasma de cuantos le acompañaron estos últimos tiempos, que lógicamente concitaba la repulsa de los otros pueblos oprimidos o negados en su existencialidad de la Península, Euskadi, sobre todo. Despertando de una larga pesadilla, que coincidió justamente con su mayor decadencia, volver a sus orígenes, cuando era una comunidad de Villas y Tierras libres, de hombro libres que a otros pueblos respetaban porque eran a su vez fieros de su independencia, e incluso “combatían a los reyes de España". Castilla no debe ni necesita aspirar a otra cosa, que a su libertad, a su autogobierno dentro de las fórmulas que se definen para el Gobierno colectivamente federado de la Nación-mientras esta tenga razón o necesidad de ser- y lástima que para ésta como paras el propio poder y organización del Estado se siga insistiendo más en su instauración y control que en sus posibilidades de desaparición.

Y cierto es para ello que su primera necesidad, es la de reconocer la identidad, respetar la identidad de los demás pueblas, y exigir que se respete la suya propia.

Terminamos pues. El presente no nos gusta. De seguro que nadie aceptaría en nuestra materialista y prostituida sociedad, que introdujéramos rasgos correctores utópicos de tanta acción oportunista, de tanta deformación como la lucha por el poder lleva consigo, hasta impregnar las propias ideologías que fueron desarrolladas para combatir, precisamente, la explotación del hombre por el hombre, para luchar por el reino de la felicidad y la igualdad, para intentar transformar al hombre y al tiempo cambiar el mundo.

Pero yo no sé si los textos que aquí introducimos debiéramos apuntarlos de una manera fría, o soñarlos simplemente, para que el sueño no sea consumido en la rutina de cada mañana, donde ya nos desayunamos con las noticias más increíbles sin que nuestra digestión se vea por eso turbada. Mucho sueño, quizá, se necesita introducir de nuevo en las tierras de Castilla, en la cabeza de los hombres, si no queremos vernos abocados a esas sociedades que tras transformar las relaciones económicas productivas en una mayor justeza, construyen comunidades cerradas, rígidas, dictatoriales donde el hombre vacila en medio de un orden rígido en el que su participación aparece cada vez más restringida, donde vuelve a instaurarse el poder de la fuerza sobre el poder de la razón, y la voluntad colectiva a ser asumida pos un puñado de funcionarios que ahora en nombre del Estado organizan la vida económica, cultural y social de todo un pueblo.

Soy de los que piensan, que para que una utopía se realice hay que luchar por ella, hay que hacerla necesaria desde ahora. Y que esa lucha ha comenzado.

Es la lucha no ya por el futuro, sino por la propia razón de ser de la vida y del hombre. Y en nuestro caso, de la propia comunidad de Castilla, de su mera existencia.

Castilla, un pueblo más de los pueblos federados de España. Y a su vez, ella mutua federación de pueblos castellanos. En una descentralización absoluta.

En una realización total. Cualquier capitalidad, cualquier privilegio, si son discriminatorios, a la larga resultan peligrosos, explotadoras. “Nadie es más que nadie”, dice un viejo refrán de esta tierra .Nadie debiera ser más que nadie. .Ni en saber ni en Gobierno ni en posesión de riqueza económica: más aún, ni en posibilidad de desarrollo. Esto sirve tanto para los hombrea, cuanto para pueblos.

Y aquí se me ocurre qué poco se insiste en la necesidad, Igualmente de que Castilla una su suerte a la de otros pueblos Víctimas no de sólo del centralismo - Andalucía Extremadura Aragón, Galicia -sino lo que es peor, de la explotación económica Impuesta por el capitalismo oligárquico, por las formas de desarrollo alienantes y explotadoras de nuestra actual civilización. ,”Con los Pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar”, reza el verso de Martí. Con los otros pueblos esquilmados de España – y nunca en oposición a ellos- Debe pensar en echar su suerte Castilla para luchar contra el subdesarrollo, la marginación y el otro imperialismo, el económico, contra la subculturizacíón, la deformación de sus propias raíces históricas, con los otros pueblos para construir un futuro común en la diversidad, en la libertad de todos y cada uno de ellos,


Hoy Castilla no deja de ser un merendero, una carretera para turismo, que pasa, al contrario de la vieja historia cristiana, sin tocarla pero manchándola. Una especulación para los partidos, para quien busca en los hombres simples votantes.

Hay que hundir nuestro trabajo y esfuerzo en las raíces de es. pueblo. Hay que negar la historia presente, la alienación de tantos años deformadores, para encontrar aquellos hombres libres que sabían unir sus tierras o intereses y defender sus derechos al servicio de una cultura auténticamente democrática.

Preciso será que nos confundamos en él. Abrirnos las venas para que nuestra sangre vuelva a empaparse de la sangre vieja de esta tierra que debe romper el mal sueño de los caciques, los casinos provincianos, los religiosas integristas, los afanes de imperios soñados por hampones sin trabajo ni hacienda, los caballeros derrotados que vendaban inexistentes heridas con desteñidos trajes sacados de arcas donde hasta los ratones se despeñaban, los onanistas autoritarios, desgraciados y represores, los tahúres, los falsos profetas, los cazurros ignorantes que siguen defendiendo la inmovilidad del sol, los palurdos sin canciones, los sacristanes apoyados en viejas menopaúsicas y las monjas hombruneadas a las que hacen cosquillas impotentes y lisiados. Hay que desterrar de sus costumbres del "viva la muerte" que un día alguien importado de otras tierras lanzara para mancillar los restos de sus antiguas Universidades. No hay que dejarse llevar por la lucha vaciada de significado en torno a meros símbolos, estandartes, colores e banderas, para volcarse en acción verdaderamente descubridora de la luz, el paisaje, la relación humana, el esfuerzo y trabajo colectivo, la dignidad plena, el autogobierno sincero, la comunidad formada a base de danzas, cosechas y empresas creadoras de una nueva y liberadora moral.

Sangre vivificadora, nueva, joven, de caricia y trabajo, de gritos y ansia libertaria y redentora para esta tierra rugosa y apergaminada, a la que por desgracia se ha robado demasiado árbol y sembrada mucha y estéril roca.

Porque, castellanos, o somos nosotros quienes salvamos a Castilla, y ese nosotros es un grito colectivo, total, desprendido y apasionado, de entrega absoluta y generosa, grito al margen de cargos públicos y políticas coyunturales, o Castilla morirá asesinada por la explotación económica, la deformación cultural. Si otros tienen que dar prioridad a la política de partido, compromiso histórico, nosotros no. Nuestro compromiso histórico es precisamente éste: salvar Castilla. Nuestra militancia prioritaria debe ser luchar como castellanos porque no nos destruyan, deserticen, y encima
nos hagan, como en el viejo clásico refrán, "cornudos y apaleado”.

El grito pues, para que sea válido, ha de ser colectivo. Y este grito es necesario, absolutamente necesario: en él se esconde más que el futuro, la propia salvación; como región y pueblo, de Castilla.

(CASTILLA COMO NECESIDAD.
V .A:. Carlos Blanco, Demetrio Casado, Jesús Díez Lobo, Inocente García de Andrés, Miguel Angel García Guinea, Manual. González Herrero, Juan Muñoz, Andrés Sorel, Galo Yagüe.

Biblioteca Promoción del Pueblo

Ed Zero S.A., Madrid 1980
Distribuidor zyx)

domingo, febrero 26, 2006

Manuel González Herrero, la sombra del enebro (I)

TRIBUNA

JOAQUÍIN GONZÁLEZ (*)

El crepúsculo se abate sobre los campos de Castilla. La vieja sabina, en la colina, junto al camino que conduce al cementerio, se enfrenta a las últimas llamaradas del día. Las asimila en su interior de madera centenaria y las transforma en sombra que proyecta sobre la campiña. La sombra del enebro se extiende, cubre bosques y pinares, sotos, valles, alcores y linares, montes, campos yermos, huertos y piornales. Ya lo cubre todo, toda la tierra de Castilla. Manuel González Herrero ha muerto.

A las tres de la madrugada del día l4 de febrero de 2006, en Segovia, exhaló su último aliento. Había nacido 82 años atrás, un 12 de noviembre de l923, en el seno de una familia humilde; hijo de obrero, del gremio de hojalateros y calefactores, nieto de campesinos y curtidores.

Pasó su niñez en corralillos, compartiendo estrecheces con otras familias de escasos recursos. Allí germinaba el espíritu de la rebeldía, la pasión por la justicia, el ideal de la igualdad. Junto a su padre, también Manuel, y a su madre, Isabel, con sus hermanos Tomás y Jesús asumió el compromiso con los más pobres y necesitados. "Hemos venido a este mundo para servir", solía decir. Y cumplió este imperativo moral hasta el último momento.

El mes de agosto de l936 llevó la tragedia a la familia González Herrero. El viento fraticida segó la vida de su padre, fusilado por su militancia política y su quehacer como líder obrero de la Segovia republicana. Ningún odio albergó, sin embargo, González Herrero. Su corazón había nacido para dar, para entregar cuanto tenía. No cabía en él rencor ni menos aún venganza alguna. Y así educaría luego a sus hijos, en el espíritu de la reconciliación y el perdón que es la victoria definitiva sobre el ofensor.

En la Segovia de la posguerra, entre no pocas necesidades, y gracias al apoyo de su madre , continuó con sus estudios, como el más brillante alumno de bachillerato: obtuvo matrícula de honor en todas las asignaturas.

En su adolescencia descubrió los dos amores de su vida, Julia, hermana con él en la tragedia de la guerra, y Segovia, que le penetró por los poros del alma, hasta hacerla suya.

Cursó, mientras trabajaba, estudios de Derecho, carrera en la que se licenció, también con gran brillantez. Sufrió luego persecución, y escribió desde un oscuro penal bellos poemas. Es este González Herrero Luis Jimeno de Berria, su alter ego y seudónimo, con quien solía hablar y meditar como el hombre que llevaba consigo. Fue allí, en tan inhóspita morada, donde encontraría al maestro Marazuela, con quien compartió el amor por Segovia y de quien no se separaría nunca. Junto a él y a otros notables protagonizó más tarde una de las más apasionantes aventuras de la historia segoviana, quizás la más importante desde las guerras de las Comunidades: la lucha por la autonomía uniprovincial de Segovia.

Fue entonces el despertar del alma castellana, el resurgir de una cultura durante siglos adormecida y silenciada.

Vivió González Herrero volcado en su familia, siempre muy unida, federada por la admiración y el cariño -casi veneración- hacia el esposo y padre. Cuatro hijos y diez nietos llevan su sangre, su herencia carnal y espiritual.

Fue su profesión la Justicia, a la que se entregó como abogado. De pluma sobria y certera, destacó en los foros como orador insuperable. Dominó las técnicas de la oratoria y la locución y con su voz timbrada y profunda construyó bellísimos castillos hechos de palabras. Las Salas de Justicia de las Audiencias de Segovia y Burgos y el Tribunal Supremo guardan en su secreta memoria los ecos de sus informes.

Nunca fueron sus discursos hueros. Habló con la fuerza de la convicción del que cree en lo que dice y defiende. Y así sirvió a miles de segovianos, a quienes ayudó a deshacer entuertos y remediar injurias. Su silueta quijotesca se encorbada ante la Sala, preguntando si había de encontrar allí Justicia.

Nunca entendió la abogacía como derecho, sino como un sagrado deber, el de ayudar a los demás. Fue abogado y maestro y decano de abogados. Este quijote letrado, embrazando sus leyes, armado de su palabra, vestido de su toga negra de organza y terciopelo, libró cuantas batallas pudo y peleó por cuantas causas justas se encontró en su camino.

sábado, febrero 25, 2006

Don Manuel, en el recuerdo

Don Manuel, en el recuerdo

TRIBUNA

G. Herrero (*)

Todos sabíamos, don Manuel, que su salud era ya débil, pero cuando esta mañana me dio la fatal noticia Jesús Martínez Calle fue como si hubiera caído una pesada losa sobre mí. Fui hasta el Duratón, a serenarme, y acudieron a mi memoria algunas imágenes.

Recuerdo ahora especialmente una, a principios de la década de los 90, cuando yo participaba en una campaña de prospecciones arqueológicas por la comarca de Pedraza. El trabajo exigía patear minuciosamente cada término municipal, tarea que se hizo a conciencia. Pero, no contento con ello, me emperré y convencí a mis compañeros de la conveniencia de que, una vez acabado el estudio, usted lo revisara, por si hallaba algún error u omisión. ¿Le suena ya aquella situación, don Manuel?. Usted leyó con atención las páginas que habíamos escrito y, después, emitió un juicio: “Enhorabuena. Es un trabajo excelente. Pero, si me permitís un consejo, os diré que os falta por citar un yacimiento que hay en Santiuste de Pedraza, y otro que queda por... y otro en…”. La situación resultaba sorprendente. ¿Cómo podíamos haber omitido tal cantidad de datos?. Cuando creíamos dominar el terreno como nadie, usted nos sacó los colores.

Aquel episodio tenía una explicación. Usted conocía la provincia de Segovia como la palma de su mano, literalmente, porque había investigado en sus archivos pero, sobre todo, porque había caminado por sierras, bosques, labrantíos y valles, y supo beber de un sublime manantial, el de la sabiduría que le brindaban los viejos castellanos. Y no puedo por menos de evocar ahora esa frase escrita por Antonio Machado, y que a usted tanto le agradaba: “Aprendí del pueblo cuanto pude, mucho menos, claro está, de lo que él sabe”.

Hace no mucho, don Manuel, usted me hablaba de sus largas conversaciones con los pastores, en la soledad de los páramos, y me reconocía que ellos le habían enseñado “infinidad de cosas de esta tierra, de la que un día salimos y a la que seremos devueltos” (sic). Ahora, don Manuel, la madre tierra segoviana le recibe en su seno, y lo hace con inmensa gratitud, porque sabe que usted, Hijo Predilecto de la provincia de Segovia, ha luchado incansablemente por cada centímetro de ella, contra viento y marea y sin plegarse al poder, fuera del color que fuera.

Estoy seguro, don Manuel, que le habrá abierto la puerta del cielo San Frutos bendito. Preséntele los respetos de todos los segovianos y pídale que nos cuide, y máxime ahora, después de su marcha.

Sit tibi terra levis. Que la tierra te sea leve.

(*) Guillermo Herrero es historiador y periodista.

miércoles, febrero 22, 2006

Cultura e idioma 3.(Vigor de la herencia leonesa. A. Carretero Jiménez)

VIGOR DE LA HERENCIA LEONESA

Con Fernando III, tras la unión de las coronas de León y Castilla, se perfila una gran monarquía de tradición neogótica asentada fundamentalmente en la conjunción de la corona, la Iglesia y la aristocracia bajo la dirección del trono real. Estado cuya con­forrnación continuó Alfonso X el Sabio y cuyas leyes y estructuras sociales fueron fundamentalmente adaptación a los nuevos tiempos de las de la monarquía visigoda.
.
Así el Fuero Real, del sido XIII, fue en buena parte oportuna puesta al día del Liber Juidiciorum, Fuero Jurgo (o Fuero de los Jueces de León) promulgado por Recesvinto en el siglo VII, la mayoría de cuyas versiones romanceadas --entre ellas las primeras­- ­se hicieron en gallego y en leones, lenguas hermanas según ya hemos visto.

La labor de estadista de Alfonso X fue, pues, fundamentalmente unitaria y homoge­neizadora de acuerdo con la tradición neogótica leonesa. Con el Rey Sabio el poder real, la corte y la actividad estatal que hasta su padre se había asentado principalmente en tierras leonesas se traslada a las centrales de Toledo y a las sureñas de Andalucía. El prestigio imperial de la vieja ciudad de León queda definitivamente en el olvido ante el esplendor renaciente de sus herederas toledana y andaluza.
El instrumento político que llevó a cabo el proceso histórico que transcurre desde la batalla de Covadonga hasta Fernando III y Alfonso X fue la monarquía asturleonesa. La institución más duradera y trascendental en la historia de !a nación española.

Y Castilla ¿ Qué papel desempeñó Castilla en este largo proceso que va desde el año 712 al 1230?. Esa Castilla que, según generalmente se dice, impuso en España su hegemonía y, con ella, su lengua, sus leyes, sus instituciones y sus ideales.

En apariencia, hasta aquí ninguno. En realidad, el estado castellano, desde que surge como condado, de hecho independiente, de Castilla y Álava, fue un opositor a los pro­yectos unificadores y de restauración dle la monarquía neogótica asturleonesa, una rémora constante para el desarrollo de la empresa unificadora. Esto ya lo vio y expresó claramente Menéndez Pidal por- encima de la retórica seudocastellanisla que entonces -1929 fue el año de la primera edición dle La Espraña del C¡d; la de los Orígenes del Español es de 1926- inundaba las letras españolas.

"La primacía de Castilla -dice don Ramón en 1956- se consolida para siempre mediante su unión definitiva con León en 1210. León se castellaniza profundamente, soliendo incluso tomar el nombre de Castilla, de la cual queda como porción indistinta. Y esta engrandecida Castilla viene a ser, para todos los de dentro y para los extranje­ros, el reino representativo de España entera". "Ya después, para los siglos sucesivos, no hace falta añadir nada a lo muy conocido sobre e! papel preponderante de Castilla en conducir el imperio hispano hasta su cumbre agotando en esa colosal obra todas sus fuerzas" (22).

¡Castilla ha hecho a España se dice. La realidad -según Menéndez Pidal--- es que hasta 1230 Castilla no hacía a España sino que la deshacía, tal como León venía haciéndola. "Verdad es que la deshacía para intentar rehacerla según tipo castellano". Idea esta muy confusa si antes no se explica qué es una España de tipo castellano. Desde luego que no la conformada con arreglo al Fuero Juzgo y a las Partidas.

Este pensamiento de que Castilla deshacía a España que León venía haciendo para rehacerla con más brío nunca nos ha parecido plausible, ni muy congruente con la rea­lidad. Por otra parte en esto de hacer y deshacer a España -tema muy discutido por li­teratos y políticos- hay un gran embrollo de palabras que comienza por confundir "hacer a España" por "hacer de España" un estado unitario que abarque todas sus tierras.

La oposición de los pueblos castellanos al fuero Real, como su más antiguo recha­zo del fuero Juzgo no obedece a mera propensión a la rebeldía, sino a profundas causas políticas y sociales, Y responde a una larga tradición histórica; así lo han visto algunos historiadores del derecho antes citados; y así se deduce de la historia misma de la primitiva Castilla. En el orden político Castilla nace enfrentándose al unitarismo, al centralismo y la dependencia de la corte regia, y tras frecuentes rebeliones logra su au­tonomía (juntamente con los vascos) en el siglo X. Las rebeliones continúan después, dando a los castellanos fama de inquietos y rebeldes, según decía un cronista de la cor­te de Alfonso VII e! Emperador de León. Por eso el más famoso de los rebeldes caste­llanos, el conde Fernán González es reprobado por los grandes apologistas de la idea unitaria y de manera destacada por Menéndez Pelayo. Aquí es donde Menéndez Pidal, entusiasta de sus héroes castellanos, da una interpretación unitarista de la inde­pendencia de Castilla que no encontramos convincente (23).

Fernando III intentó deshacer las comunidades castellanas, y al no lograrlo procuró reducir la autoridad de sus concejos, y su carácter democrático (sí, democrático en comparación con las instituciones de la España señorial, no como modelo válido para nuestros días, aunque muy ricas enseñanzas pueden obtenerse de ellas). Él y su conti­nuador Alfonso X inician la labor ininterrumpida de destruir estas viejas instituciones populares que, de una u otra forma, se dieron en Castilla, el País Vasco y partes de Navarra y Aragón, y en Castilla adquirieron su mayor desarrollo en los siglos Xl (con­de Sancho-García, el de los Buenos Fueros) y XII (Alfonso VIII). Para ello, los monar­cas utilizan toda clase de medios: leyes que reducen la autoridad política y militar de los concejos, creación en su seno de oligarquías aristocráticas, separación de villas de la jurisdicción comunera para pasarlas a la real, enfrentamiento de los pueblos con las ciudades o villas capitales, saqueo del patrimonio colectivo en beneficio de los reyes, la Iglesia o poderosos cortesanos.

La conquista de La Mancha, Andalucía y Murcia se hace en beneficio principal de los reyes, la nobleza cortesana, la Iglesia, las órdenes Militares y los concejos reales (muy diferentes de los concejos comuneros). A tierras manchegas, andaluzas y murcianas la monarquía de las coronas unidas no llevó las viejas leyes castellanas -que en su suelo comenzaban a entrar en decadencia- sino las nuevas unitarias y centralizadoras de un estado dominado por las también nuevas clases sociales (o las viejas transformadas).

A partir de 1230 León no se castellaniza, no hay en toda España una hegemonía castellana, aunque el nombre de Castilla vaya por delante en los documentos de las cancillerías reales. La propia denominación de la monarquía no es muy apropiada; me­jor que castellano-leonesa debe llamarse leonés-castellana, porque realmente así fue, primero y por más tiempo.

Es manifiestamente excesivo el uso que se hace de la idea de una hegemonía caste­llana. Cuando el conde rey Jaime I se apresta a ir en ayuda de su yerno Alfonso X de Castilla y de León, que se hallaba en gran apuro, tropieza con la oposición de los mag­nates, y para convencerles les dice que aquel esfuerzo deben hacerlo "por salvar a Es­paña", simbolizada -según Menéndez Pidal- en el reino de Castilla (22). No creemos que este destacado catalán, que no sólo había luchado en muchos lugares de la Península sino que había conquistado las Islas Baleares, tuviera una visión de España reduci­da a las tierras castellanas o simbolizada en Castilla. El sentimiento que podemos llamar nacional hispánico tenía ya entonces, en Cataluña y en toda la España cristiana, orígenes mucho más antiguos y de raíces más hondas que una supuesta hegemonía de re­ciente data.

La idea, muy extendida, de que el sentimiento nacional español ha sido obra de Castilla es totalmente errónea. Ni siquiera vale en lo referente a las luchas de la Re­conquista. Bien lo dice el tantas veces por nosotros citado maestro de historiadores y filólogos: "No fue Castilla, sino León, el primer foco de la idea unitaria de España después de la ruina de la España goda (24).

León no se castellaniza; ni el pueblo leonés desaparece absorbido por una inexisten­te Castilla hegemónica que va incorporando o devorando a todos los demás pueblos de España, como algunos furibundos castellanófilos o castellanófobos (con equivalente in­videncia) afirman. El País Leonés permanece en el mismo lugar del mapa de la Penín­sula; los pueblos leoneses continúan trabajando por ganarse e! pan de cada día y por conquistar pacientemente mejor pasar y más derechos y libertades; la tradición leonesa sigue actuando en el conjunto político y cultural español; el bable es la lengua mayori­taria del País Leonés, aunque el castellano, como idioma oficial de la regia cancillería, avanza hacia occidente por la llanura del Duero. Las leyes leonesas y las instituciones leonesas, y con ellas las concepciones leonesas de la sociedad y el estado, se extienden por la Mancha, Andalucía y Murcia; y en la propia Castilla desplazan, poco a poco, a las viejas castellanas. Pero simultáneamente, el nombre de León se oculta y desapa­rece tras el de Castilla. —Rey de Castilla, de León, de Toledo, de Galicia, etc.", o "rey de Castilla, de Toledo, de León etc.", o simplemente "rey de Castilla" es el título de los reyes de este vasto conjunto de reinos, regiones o nacionalidades. El nombre de León se oculta, es ocultado, pero lo leonés pervíve y en muchos aspectos predomina innominado.

LA OCULTACIÓN DE LEÓN

Nos encontramos así con lo que un grupo de estudiosos leoneses llama 'la oculta­ción de León".

La ocultación que padece León forma parte de su misma esencia, dice Juan Pedro Aparicio. Porque ¿qué es León?, pregunta. ¿El viejo reino, como nos dicen, una pro­vincia o una región'? ¿O es simplemente un prólogo que se pone a la historia de Casti­Ila: una especie de Castilla que nunca existió?

Sólo en punto a territorio el desconcierto ya es enorme. ¿Cuántas provincias com­prende la región leonesa? ,León, Zamora, Salamanca, Valladolid y Palencia, como se enseñaba en las escuelas hace algunos años? ¿O solamente León, Zamora y Salaman­ca...? O solamente León y, a lo sumo, una porción de Zamora...?

Muchas son las capas que, corno los distintos firmes de una carretera muy transita­da, han caído sobre León para ocultarlo. Todo es movedizo en punto a León: :su territo­rio, su población y su cultura. Como paso previo a su reconocimiento, necesita León su fijación: saber dónde está y qué es, afirma Aparicio.

"A León, a base de no nombrarlo se !e ha hecho desaparecer" (25), dice en otro lu­gar, con tino, este leonés que busca respuestas a sus ardientes preguntas (con más hon­do interés que acierto en los caminos para hallarlas).

Todas las preguntas que Aparicio se hace sobre el antiguo reino de León tienen puntual respuesta. El reino de León es una entidad histórica, con asiento geográfico, tan bien definida corno puedan tenerlo Galicia, Aragón, Navarra, Valencia. Murcia u otra cualquiera de las nacionalidades o regiones históricas que componen. Na­ción cuando Alfonso III extendió los dominios del reino de Oviedo, por el Sur hasta la margen norteña del Duero y por el Este hasta la occidental del Plsuerga, y obtuvo carta de naturaleza política cuando Ordoño II estableció en la antigua Legio romana la capi­tal del nuevo reino llamado de León, delimitado al Norte por el parteaguas de la cordi­llera asturleonesa, al Sur por el Duero, al Oriente por el Pisuerga y al Occidente por las rayas con Galicia y Portugal. De esta manera y sobre este territorio, que por el No­reste también incluía la Líébana, se fundó el reino de León que después se extendió ampliamente por tierras de Salamanca y por el oriente y el sur de Valladolid. Esto es bien sabido, aunque relativamente por pequeño número de estudiosos. Lo que este rei­no fue desde el año 914 (o si se prefiere desde el 910 con García I) hasta el (le 1230 en que las coronas de León y de Castilla se unieron en la persona de Fernando III (leo­nés por su cuna, por su estirpe paterna y por su formación), es decir, la historia de !os más de 300 años en que e! reino de: León tuvo un protagonismo decisivo para la formación de la nación española, es generalmente ignorada o erróneamente conocida por­que ----dice bien Aparicio- ha sido ocultada, Y cuando !a ocultación no ha sido posible se la ha presentado deformada o como parte de un confuso conglomerado castellano­leonés. Pero puede encontrarse si se busca; no ciertamente en las historias que hoy se escriben bajo el patrocinio de una burocracia cultural empeñada en inventar una histo­ria para una región inventada, sino en conocidos trabajos sobre el antiguo reino de León de historiadores como Menéndez Pidal, Luciano Serrano, Pérez de Urbel, Julio Puyol, Julio González, Justiniano Rodríguez y otros, y de filólogos como Rafael Lape­sa, Antonio Tovar, Alonso Zamora, Julio Caro, etc. Y todavía se esconde más la histo­ria leonesa a partir de 1230, como si la unión de las coronas cíe León y Castilla en la cabeza de un mismo rey hubiera hecho desaparecer del mapa de la Península Ibérica al País Leonés y a sus habitantes, mientras otros países del conjunto (Galicia, Asturias, el Pais Vasco, Andalucía...) continuaban en su sitio.

León no se castellaniza, ni desaparece de la historia de España con la unión de las coronas: tratan de ocultarlo quienes por una u otra razón desean que su nombre no fi­gure a igual nivel gire los demás en el conjunto de los pueblos hispanos. El País Leo­nés, como entidad histórica ha sido secuestrado. A las nuevas generaciones leonesas, especialmente a sus universitarios, corresponde rescatarlo.

LA CULTURA. EL IDIOMA

Si desde el punto de vista político e! reinado de Alfonso X abunda en fracasos y deja funesta herencia, el balance cultural de su gobierno es de una riqueza extraordina­ria. Resulta en verdad asombroso que entre las tremendas vicisitudes (guerra. contra los islamitas, luchas contra !os nobles, atroces contiendas civiles, tenebrosos episodios familiares, progenie numerosa y de muy diversa condición, relaciones amorosas, pesa­das das actividades en la confusa política europea y con la Santa Sede), en medio de una a veces infernal vorágine, este rey aficionado a !as artes, las letras y el saber científico, tuviera tiempo para realizar una obra cultural que, en semejantes condiciones, no tiene par entre los monarcas de su tiempo.

De su padre y de su abuelo había heredado la afición por los juglares, que siempre los hubo en su corte y muchos de !os cuales eran gallegos. En sus años juveniles, cuando dirigió algaras y campañas militares solían acompañar a sus tropas desvergon­zados juglares y soldaderas que recitaban versos procaces. Se conoce una cantiga suya de escarnio dedicada a !a "Balteira", soldadera muy famosa de aquella época.

Alfonso el Sabio se manifiesta como poeta delicado en las Cantigas", canciones en
honor de la Virgen escritas en lengua galaica, así corno en las poesías profanas que de él se conservan. Las miniaturas que ilustran los códices de las Cantigas contienen datos muy interesantes sobre la vida en el siglo XIII, incluida la música. La que se halla en estos códices está a la altura de la mejor de aquel tiempo.

Los Juglares de la corte de Alfonso X cultivaban la poesía galaicoportuguesa. También favoreció el Rey Sabio !a poesía y a los poetas provenzales.

Alfonso X impulsó la famosa escuela (le traductores de Toledo en la que trabajaron , con los colaboradores cristianos, judíos y musulmanes que habían recogido cuanto a su alcance tuvieron de la cultura griega y oriental.

En Toledo y en Sevilla protegió a los astrónomos y colaboró personalmente con ellos. Sus libros de astronomía compilan el saber de su tiempo en la materia.

Alfonso X fue el heredero de la tradición científica de los musulmanes andalusíes. Su afán (le acumular y ordenar el saber, en lo que se adelanta al Renacimiento, le llevó a !a compilación de su famosa "Estoria de Espanna" . Y d e una "Grande e General Estoria" en las cuales, como en todas las obras culturales Y científicas que mandó ha­cer, intervino personalmente. En este trabajo el Rey Sabio utilizó fuentes árabes a tra­vés de sus traductores.

El desarrollo cultural que se produjo en la España cristiana en el siglo XIII tiene dos figuras del más alto nivel: Alfonso el Sunio y el mallorquín Ramón Llull.

Alfonso X tenía en Sevilla trato personal con personajes de las tres religiones, Y en la capital andaluza creó un estudio de latín y de arábigo en 1254.

En León y en Castilla, como en otros países, se crearon universidades a partir de las escuelas o estudios catedralicios. Ya hemos visto que en el reino de León hubo estu­dios de este tipo en Compostela, León, Zamora y Salamanca; y cómo Alfonso VIII fundó hacia 1212 un estudio general en Palencia (tierra históricamente leonesa ocupada entonces por un rey castellano). Alfonso IX decidió convertir el estudio catedralicio de Salamanca en una universidad para que sus súbditos no tuvieran que salir a estudiar fuera del reino de León. Así nació, en 1212, la famosa Universidad de Salamanca. Pa­rece ser que Alfonso IX dudó en principio entre Santiago de Compostela y Salamanca como sede de la nueva universidad, pues la capital gallega era sin duda el foco cultural más importante de la corona leonesa y sus estudios catedralicios tenían más fama que los de Salamanca, pero razones ,geográficas y activas gestiones de los salmantinos deci­dieron que fuera Salamanca El centro de gravedad de los países de la corona deLeón se desplazaba más y más hacia el sur, y la proximidad del estudio pa!entino hacía ur­gente la creación de la universidad leonesa.Ya sabemos que poco tiempo después Fer­nando III por agradar a los leoneses decidió trasladar a Salamanca el estudio general de Palencia con lo que la universidad salmantícense quedó asegurada. Alfonso X le dio el impulso definitivo.

El afán de ocultar lo leonés y presentarlo como castellano ha difundido expresiones como "la gloriosa universidad castellana de Salamanca", "la Universidad de SaIamanca obra del gran monarca castellano Alfonso el Sabio-, y otras semejantes; tópicos erróneos ante los cuales es preciso recordar que : a) Salamanca está situada en pleno, país leones y por su historia es una ciudad eminentemente leonesa; b) La universidad de Salamanca fue fundada por Alfonso IX de León, uno de los reyes más leoneses de la his­toria de E.spaña, que no fue rey de Castilla; c) Esta famosa Institución fue creada a partir de un estudio medioeval salmantino d) El propósito que llevo a Alfonso IX a su creación fue precisamente que sus súbditos no tuvieran que salir fuera del territorio de la corona de León para hacer estudios superiores; e) Alfonso X el Sabio (rey tanto, o más, toledano, andaluz o leonés que específicamente castellano) hizo de ella una cor­poración abierta a todos los súbditos de los reinos de León y Castilla y aun a los ex­tranjeros; y que en las "constituciones" que durante siglos rigieron esta universidad estaba dispuesto que el rector fuera un año leonés y otro castellano (26) (todavía no se había inventado el híbrido gentilicio "castellano-leonés": los leoneses se consideraban leoneses, y los castellanos, castellanos).

Las más sentidas poesías de Alfonso el Sabio están escritas en romance galaico. Fue lengua a la que, junto con la lírica gallega y con la música, se aficionó de mozo en la corte de su padre Fernando III.

El castellano como idioma oficial de la cancillería regia avanzaba por la parte orien­ta! de la llanura del Duero pero el idioma mayoritario en el País leonés seguía siendo el bable. No sólo era la lengua familiar hablada en todas las comarcas leonesas; se uti­lizaba también corno lengua escrita, empleada en documentos notariales. Hacia 1260, reinando Alfonso el Sabio, el Fuero Juzgo se tradujo al romance en una versión fuerte­mente leonesa (27). En este siglo el leonés tiene manifestaciones literarias importantes, las más conocidas de las cuales son el llamado Poema de Alexandre y el poema jugla­resco Elena y María. En todos estos textos el leonés está ya mezclado con rangos lin­güísticos castellanos. También conservaba entonces muchos rasgos comunes con el leonés el habla de los mozárabes toledanos (28).

Pensaba Oliveira Martins que en los siglos XI y XII se dio posibilidad de que el ga­llego (galiciano) hubiera sido adoptado como lengua de la corona de León y que, en lugar del castellano, hubiera podido desarrollarse como principal lengua de España (29). Considerando como gallego a todo el conjunto de romances del grupo galaico (galle­go-portugués y bables astur-leoneses) derivados de un mismo tronco, esa posibilidad fue perfectamente racional. En aquellos siglos el gallego, por su extensión territorial y su desarrollo cultural, llevaba gran ventaja al incipiente castellano nacido en el rincón vasco cántabro de "Castilla la Vieja".

No por mera casualidad Alfonso X el Sabio, rey poeta, escribió sus composiciones más delicadas en gallego, que había sido en la España del siglo XII la lengua de cultura más refinada.

En la segunda mitad del siglo XIII, a la muerte de Alfonso X el Sabio el castellano tenía ganada la batalla lingüística. Y no sólo por ser e! idioma oficial de la cancillería regia de !as coronas unidas, sino por razones de mayor vitalidad, sin contar una que Menéndez Pidal, como filólogo, aduce: e! vigor propio del castellano en su desarrollo, la estabilidad y la menor vacilación ante las múltiples variantes que otros romances en aquella época manifiestan (30). A diferencia del gallego y el catalán, que derivan direc­tamente del romance visigodo, el castellano es fruto de la latinización tardía de los pueblo; vasco-cántabros. La influencia de este substrato prelatino es evidente en la fo­nética. En la Rioja, cerca del "pequeño rincón" donde Castilla nace, y con ella su Iengua, aparecen !as primeras líneas escritas v el primer poeta del romance castellano.

El bilingüismo éuscaro-castellano era un fenóm­eno cultural abundante en tierras burgalesas, alavesas y riojanas. El vascuence se hablaba a las mismas puertas de Burgos.

En su expansión hacia occidente, el castellano topó con el leonés al que tuvo que desplazar lentamente; al oriente, por el País Vasco, la Rioja y Navarra, el castellano se habló espontáneamente en tierras donde aun pervivía el vascuence; y por el sur avanzó al paso de los avances militares de la Reconquista desplazando al árabe de! Andalus musulmán.

La única castellanización o hegemonía castellana que en España se dio después de la unión de las coronas de León y de Castilla fue la de la lengua que no es -lo hemos visto-obra exclusiva de Castilla.

Ni León, ni el reino de Toledo, ni Andalucía se castellanizan. El idioma castellano no lleva a Castilla la Nueva, ni a Castilla la Novísima, ni a Murcia, ni menos a León, las leyes, las costumbres, las instituciones ni las tradiciones políticas y sociales propia­mente castellanas, antes al contrario (aunque alguno se asombre) el idioma castellano avanza a la par que Castilla se descastellaniza. Y esto es especialmente observable en el reinado de Alfonso X el Sabio, que lo fue del triunfo oficial del castellano en la corte.

La versión castellana del Fuero Juzgo, las Siete Partidas, el Fuero Real v otros tex­tos del reinado de Alfonso X extienden por todos los países de las coronas unidas la lengua castellana, y con ella leyes, instituciones e ideales ajenos a Castilla y aun opuestos a los tradicionalmente castellanos.

En este reinado, entre los años 1250 y 1265 se escribe en Castilla la obra desde el punto de vista nacional más castellana de la literatura española: el Poema de Fernán González, cantar de la lucha de los "pueblos castellanos" por su independencia. Una obra de signo radicalmente opuesto a lo que la legislación del Rey Sabio significa.

En este complicado panorama León no desaparece ni deja de actuar, sí queda, cada día más, relegado al olvido y su nombre silenciado.

Bibliografía y notas

22) R Menéndez. Pidal Hlistoria de España por él dirigida. t-. VI. Madrid, 1956. p, XXVIII.
23)id . ibídem pp XXV-XXVI.

24) Id., La España del Cid. Vol. I. pp, 64-6.
25) Juan Pedro Aparicio: Ensayo .sobre las pugnas, heridas, capturas, expolios y desolaciones del viejo Reino de León. León, 1981. p. 20.

26) R. Gibert: Historia General... pp. 55-56.
27) Rafael Lapesa: Historia de la Lengua Española. Madrid, 1980. pp. 245-246.
28) R. Menéndez Pidal: El idioma español en sus primeros tiempos. pp. 48-49.
29)J. P. Oliveira Martins: Historia de la Civilización Ibérica. Libro III-1.
30) R. Menéndez Pidal: Orígenes del Español. Madrid, 1950. pp, 487, 511-513, 529 y mapas.


(Anselmo Carretero Jiménez. Castilla, orígenes, auge y ocaso de una nacionalidad. Ed. Porrua, México 1996. Pp 450-457)

martes, febrero 21, 2006

Un poco más huérfanos

TRIBUNA
Ronda Segoviana

Hoy nos hemos amanecido con una triste noticia, y es que el picotear y el revolotear de la cigüeña nos anunciaba que un gran hombre, que una persona íntegra, de saber enciclopédico, que uno de los grandes sabios de nuestra tierra de Segovia, nos había abandonado, Manuel González Herrero, Don Manuel para todos, nos había dejado, había tomado el discurrir del río Clamores para llegar hasta los pies de su querida Virgen de la Fuencisla y desde sus Peñas Grajeras elevarse al cielo, para poder irse con su querida Julita y con todos sus grandes amigos Agapito Marazuela, Antonio Lucio, José María Herrero, Ramón de Lucas, Cándido Segovia, Galo Aragoneses, y tantos otros, que ya le habían precedido en recorrer éste camino, y así poder compartir un chato de vino y poder entonar la copla eterna de nuestro folclore segoviano, recordando tantas veladas en viejos ventorros y tabernas.

Y es que, querido Don Manuel, hoy al mundo del folclore segoviano nos ha dejado un poco más huérfanos, hoy, y de manera un tanto silenciosa e inesperada a sus amigos de la Ronda Segoviana nos ha sacudido el frío de la pérdida, la privación física de poder seguir contando con sus enseñanzas, su ánimo, su saber, su hálito, su justa medida, su apreciación acertada, y tantas y tantas virtudes que siempre nos ha venido demostrando, y que hemos vivido más recientemente desde que creamos el Premio Nacional de Folclore Agapito Marazuela del que usted Don Manuel era el gran impulsor y dinamizador, siendo con total merecimiento su presidente de Honor, y velando siempre porque la ecuanimidad y la justicia se impusiera en las duras y difíciles decisiones y deliberaciones para año a año otorgar éste simbólico premio a los que por todos sus merecimientos se han hecho acreedores a él.

Por todo ello Don Manuel desde la Ronda Segoviana hoy hemos tomado nuestro papel de infrascritos para expresarle nuestras más sinceras gracias por todo lo que hizo por nosotros, por nuestra tierra y nuestra gente, por nuestro folclore, por ...... tantas cosas que aquí es muy difícil enumerar. Encargarle que de un gran abrazo a Marazuela, a Lucio, a Diviú y a tantos otros, y pedirle que jamás desde allá arriba deje de recordarnos y protegernos, porque siempre, por siempre y para siempre para todos nosotros seguirá siendo el presidente de Honor del Premio Nacional de Folclore Agapito Marazuela.

(*) La asociación cultural Ronda Segovia organiza el Premio Nacional de Folclore Agapito Marazuela, de cuyo jurado ostentaba la Presidencia de Honor Manuel González Herrero.

sábado, febrero 18, 2006

Candidatura PREC elecciones municipales Ayuntamiento de Burgos 1991.

Réquiem urgente por el mejor amigo y abogado

TRIBUNA

José Galache Álvarez (*)

Estoy en sala en el Juzgado de Santa María de Nieva en un juicio; los teléfonos móviles todos están mudos pues así es la norma; pero siento una vibración insistente que me llama por urgencias. Sobre la pantalla leo el nombre de Carlos Herranz y al mismo tiempo la voz de la jueza señala el fin de la audiencia; mientras me despojo de la toga la voz de Carlos me da la noticia: “Manolo ha muerto”. Quiero decirle muchas cosas a mi interlocutor; pero en ese momento ni yo sé hablar ni el sabe escuchar. La toga se me cae de las manos y quiero volver al despacho.

Ayer en la tarde, con Fernando Polo, otro abogado discípulo de González Herrero, comentábamos el internamiento en el hospital por retención de líquidos del que se veía afectado desde el viernes. Yo le relataba el primer juicio que tuvo Manolo en el año 1979, el letrado contrario era Aureliano Cuesta; era un desahucio rústico, materia preferida con la de los ‘fetosines’, y sobre esta última la que preparó la tesis doctoral. Recordé el regreso de Manolo de aquella reivindicatoria social en que conoció los muros de algún penal y la gran labor que hizo con los compañeros; y el encuentro que tuve en la calle San Agustín acompañando él a su madre y ocasión en que me pidió el Epítome de Goñi, de lengua griega, con el que cursamos su esposa Julia y yo, el segundo curso de Filosofía y Letras, y con el que también él aprendió y luego dio clase en la Academia Tartessos.

La lealtad en la amistad la ha tenido toda su vida; Manolo atravesó en su juventud una neumonía que le obligó a permanecer en el Hospital de la Misericordia y del cual con los años ha sido presidente del Patronato, y allí acudió directamente un amigo, después cliente, a llevarle todos los días durante casi dos meses, dos litros de leche que ordeñaba de sus vacas.

En las actividades apostólicas fue secretario del Consejo Diocesano de los Jóvenes de Acción Católica, y allí con Jesús Martínez, con José Moyna, con Martín Macua y otros más, recorrió los pueblos de Segovia en jornadas de propaganda.

Investigó históricamente sobre el rey Enrique IV y en tiempos no gratos para aquella memoria publicando una esquela mortuoria que le costó alguna declaración policial, aunque ya estaba considerado como uno de los mejores abogados de Segovia; y en los círculos jurídicos de Madrid, yo he conocido el testimonio de magistrados del Supremo que acudían a escuchar sus informes en las causas judiciales.

Sus largos años de decano del Colegio de Abogados de Segovia le han consagrado como el mejor decano que ha tenido este Colegio; su oratoria sencilla y azoriniana; sus escritos , los más de veinte libros, sus mas de trescientos artículos y sus conferencias, la última sobre los pinares de Valsaín, otro de sus temas preferidos.

Ha sido Manuel González Herrero, un segoviano nacido en el pueblo que ha dado honor y gloria a ese pueblo que le vio nacer y al que siempre ha defendido, y que en un momento de ideales políticos y de ilusiones históricas pidió para Segovia, para su ciudad querida y amada siempre, lo mejor que en ese momento se podía pedir. Esa misma oración que hoy, mientras me despojo de la toga en los estrados del Juzgado de Santa María, entre la emoción y el dolor de la ausencia del compañero, del amigo, del maestro, del abogado, no puedo reprimir unas lágrimas que quiero convertir en rezo.

(*) José Galache Álvarez es procurador en los tribunales.

viernes, febrero 17, 2006

Fallece a los 82 años el historiador y abogado Manuel González Herrero





Los restos mortales del que fuera director de la Real Academia de San Quirce y decano del Colegio de Abogados recibirán sepultura hoy en el cementerio del Santo Ángel de la Guarda

A.S.R. - Segovia

El abogado e historiador Manuel González Herrero, antiguo decano del Colegio de Abogados de Segovia y ex director de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce, institución de la que era académico de número, falleció en la madrugada de ayer en el Hospital General de Segovia, cuando contaba 82 años de edad.

Nacido el 12 de noviembre de 1923, González Herrero fue nombrado Hijo Predilecto de la provincia de Segovia por la Diputación Provincial en mayo de 2004. Doctor en Derecho, tras licenciarse en la Universidad Central de Madrid, sus cuatro hijos siguieron sus pasos profesionales; Joaquín González es fiscal jefe de la Unidad de magistrados de la Oficina Antifraude de la UE y Juan Pablo González es miembro del Consejo General del Poder Judicial, mientras sus otros dos hijos, Manuel y Julia, son también letrados.

Su labor como letrado era ayer destacada por el actual decano del Colegio de Abogados de Segovia, José Antonio Sanz Castillo, quien lo calificaba como “una de las más relevantes figuras de la abogacía segoviana del siglo XX”, reseñando su “completa formación y profesionalidad”. Sanz Castillo también hizo hincapié en la labor desarrollada como decano del Colegio, “en defensa de la abogacía segoviana”.

Al margen de su tarea profesional, González Herrero destacó como historiador e investigador de las tierras y las gentes de Segovia, dejando una veintena de libros y cientos de artículos y conferencias. Académico de San Quirce y director de la Academia hasta el año 2002, hace escasas fechas, el 3 de febrero, dictaba en este foro su última conferencia, sobre los pinares de Valsaín.

Antonio Ruiz, actual director de la Academia de San Quirce aseguraba ayer que González Herrero era “probablemente el académico que mejor conocía la provincia”, subrayando su labor como director “en momentos muy difíciles para la Academia” y agradeciendo que don Manuel, ya muy delicado de salud, acudiese hace sólo diez días a San Quirce para impartir la que sería su última conferencia.

El funeral por el alma de Manuel González Herrero se celebrará a las once de la mañana de hoy en la iglesia de San Millán, recibiendo posteriormente sepultura sus restos mortales en el cementerio del Santo Ángel de la Guarda. Desde estas líneas, EL ADELANTADO transmite a la familia su sentimiento de pesar.

jueves, febrero 16, 2006

LA CULTURA.EL IDIOMA. 2 ( Castilla, orígenes, auge.....A. Carretero)

LA CULTURA. El IDIOMA 2

Ya hemos visto que cuando la Tierra de Campos estuvo dividida entre Castilla y León y Alfonso VIII ocupaba la parte oriental este rey castellano estableció en Palen­cia un estudio lo que impulsó a su primo Alfonso IX de León a crear la universidad de Salamanca para que sus súbditos no tuvieran que salir a estudiar fuera del reino. En el año 1240 Fernando III ordenó el traslado de los estudios (le Palencia a Salamanca "para agradar a los leoneses" (23).

La Universidad de Salamanca, en sus orígenes señaladamente leonesa, se convirtió así en el reinado de Fernando III en leonés-castellana, luego se dijo castellano-leonesa y más tarde, en pleno confusionismo regional, se afirmó que es una de las grandes creaciones de Castilla. Hoy, eso de la glorioso universidad castellana de Salamanca es un tópico tan generalizado y tan falaz como el de "la inmensa llanura de Castilla la Vieja".

Alfonso X obtuvo del Papa en 1255 que Salamanca fuera uno de los cuatro estudios generales de la cristiandad, al lado (le los de Oxford, París y Bolonia. Del papa Martín V recibió en 1422 las constituciones definitivas. De acuerdo con ellas la elección de rector se hizo durante siglos alternativamente: un año de León y otro de Castilla (pero nunca vecino de Salamanca) (23).

Fernando III, por lo menos desde que tomó posesión del gobierno de Galicia en el año 1232, se había aficionado a la poesía gallega. Es sabido que pasó parte de su niñez. en Galicia. Fernando no volvió a vivir en ella pero en su corte se cultivó la lírica galle­ga. Poetas gallegos y portugueses escribieron para ella cantigas de amigo. Solía llevar poetas en su séquito, incluso en sus campañas militares, alguno de los cuales fue tam­bién guerrero y recibió heredades en tierras de Sevilla, Su hijo, Alfonso el Docto, dice que Fernando apreciaba a los "omes cantadores et sabiéndolo él facer" y que le gusta­ba oír a los juglares que supiesen tocar instrumentos y entendía quienes lo hacían bien y quienes no.

En el reinado de Fernando III se desarrolló el cultivo de la música, y adquirió im­portancia el organista y maestro de música de las grandes iglesias.

El crecimiento de las ciudades de la corona de León, que ya había sido grande en la época de su padre Alfonso IX, continuó en el reinado de Fernando III; y con él el cul­tivo de las artes y el desarrollo de la cultura en general, favorecido por el abundante comercio e intercambio de objetos y saberes en el camino de Santiago frecuentado por peregrinos y mercaderes transpirenaicos. También hubo comercio por las costas galle­gas, que declinó con el desarrollo de los puertos andaluces.

La influencia cultural y política de Galicia en el País Leonés había sido muy gran­de, hasta el punto de que en el Ándalus y en Castilla se solía llamar gallegos a todos los súbditos de la corona leonesa. Los reyes leoneses tenían la costumbre de educar a sus hijos en casa de algún magnate gallego muy cercano al trono. Recordernos que el mismo Fernando pasó en Galicia los primeros años de su infancia.
En este reinado ya estaba extendido el gusto de los nobles por los trajes vistosos y por las joyas, las más usuales de las cuales eran los arillos. No obstante esta afición al lucimiento, los gastos derivados de las guerras imponían la moderación en el lujo, in­cluso se conservan ordenamientos que ponen coto a los dispendios suntuarios.

A pesar de los gastos apremiantes originados por las campañas militares de la Re­conquista y la posterior repoblación, en los países de la corona leonesa y de la castella­na se hicieron muchas obras durante el reinado de Fernando III. En tierras de León aunque con menos actividad que en Castilla, se continuaron las obras catedralícias. Se buscaba en las grandes iglesias mayor amplitud y más luz mediante vitrales. Al mediar el siglo XIII está en su apogeo el estilo gótico.

Continúan también las construcciones menos costosas de ladrillo en tierras como las de Sahagún donde falta la piedra y ésta es muy costosa, lo que dio origen a la arquitec­tura morisca de que son destacados ejemplos las iglesias sahagunesas de San Tirso y San Lorenzo.
Los eclesiásticos seguían escribiendo en latín sus documentos y sus libros; pero al comienzo del reinado de Fernando III el romance castellano ya había avanzado hacia el País Vasco y Navarra y mucho más por el sur, al compás de la Reconquista militar, por toda la Castilla meridional hasta Toledo y Cuenca y más al sur por tierras del reino 'Toledano. Por el occidente había entrado en la Tierra de Campos, favorecido por la ocupación de su parte oriental por Alfonso VIII. Al final del reinado de Fernando III aún no había llegado a las actuales provincias de León, Zamora y Salamanca. El leonés se seguía hablando desde Gijón hasta la raya de Andalucía y desde la movediza fronte­ra idiomática entre Castilla y León hasta la leonesa con Galicia y Portugal. El castella­no se empezaba a utilizar en la corte real, en las familias de la nobleza que hasta entonces habían hablado leonés, y en las personas cultas para obras literarias.

El castellano comenzó a tener carácter oficial cuando Fernando III ordenó que se tradujera el huero Jugo al romance para que fuera ley común de Andalucía, orden que corroboró su hijo Alfonso al mandar que el canciller del rey supiera "leer e escribir tan bien en latín como en romance" (24).

Sobre los limites geográficos entre el castellano y el leonés encontrarnos datos muy interesantes en el estudio lingüístico que del Fuero romanceado de Sepúlveda hizo Ma­nuel Alvar (25), a cuyo parecer la lengua de este fuero representa el estado lingüístico de Sepúlveda en la segunda mitad del siglo XlIl. Los elementos no castellanos en ella rnás abundantes son los leonesismos, lo que se explica fácilmente por la penetración cultural del leonés ya que la literatura leonesa era en este siglo prestigiosa y abundante y León tenía la hegemonía política. Si en un lugar tan castellano corno Sepúlveda penetraban así los leonesisrnos puede colegirse, coincidiendo con lo que los estudios filo­lógicos muestran, que en la época de la unión definitiva de las coronas de León y Castilla la lengua de la "Tierra de Campos era el leonés oriental.

Es de todos sabido que el léxico de los actuales idiomas romances de España proceden principalmente del léxico latino hispanogodo, siendo en él menores las aportaciones de origen prerromano. Análogamente en la historia de la legislación española las aportaciones más destacadas son las que proceden de la legislación romanovisigoda (el Liber) a través generalmente de los países de la corona de León.

LA UNIÓN DE LAS CORONAS Y LA SUPUESTA HEGEMONÍA CASTELLANA

Cuando en 1230 Fernando III reunió en su persona las coronas de León y de Castilla cada una de ellas había alcanzado ya su plena extensión geográfica: la de León comprendía el País Leonés propiamente dicho, Asturias, Galicia y Extremadura; la Castilla incluía el País Vasco (Álava, Vizcaya y Guipúzcoa) y el nuevo reino de Toledo; cada uno de estos países con sus límites históricos pues Fernando III rey ya un en la Tierra de Campos había restituido a ésta su unidad geográfica manteniendo los límites tradicionales entre Castilla y León en tierras de Valladolid al renovar los mojones colocados en tiempos de su abuelo situados entre Curiel (leonés) y Roca (castellana) (26). Las fronteras castellano-leonesas en el siglo X coincidían aproximadamente con los límites actuales entre las provincias de Burgos y Valladolid.

Se dice -a la vista tenemos una página que tal cosa afirma- que la unión de reinos de León y de Castilla en tiempo de Fernando III fue obra de las semejanzas y comunidad de intereses entre ambos, dando a los nombres un sentido falsamente restrictivo y ocultando a la vez, una realidad más amplia. No fue aquella la unión de Castilla con León, de los castellanos con los leoneses, corno erróneamente su entenderse, sino de la corona de Castilla con la corona de León, cada una de las cuales incluía varios países, de tal manera que las que quedaron unidas no fueron dos sino siete de las regiones históricas de España.

Por otra parte Castilla y León no eran muy semejantes, al contrario: tenían orígenes y raíces diferentes, tradiciones diversas y aun antagónicas, y estructuras sociales e instituciones muy distintas, hasta el punto de que el origen del condado independiente Castilla y Álava se debe a la incompatibilidad de los pueblos vasco-castellanos con las instituciones de la monarquía astur-leonesa. Desde que Menéndez Pidal dijo que Castilla es históricamente el país que rechaza el Fuero Juzgo (base de las estructuras jurídicas, políticas y sociales de los países de la corona de León) esta frase, que encierra honda verdad, se ha repetido muchas veces. Ahora, con suma ligereza y dándolo como hecho de todos sabidos, se afirma lo contrario. Los que sí tenían entre ellos grades afinidades e iguales estructuras socíopolíticas eran Galicia, Asturias, León y la Extremadura leonesa; semejanzas también con el nuevo reino de Toledo donde el Fuero Juzgo fue finalmente legislación fundamental. Ni siquiera la lengua comúnmente hablada era la misma en Castilla v en León, pues en aquella época el habla del reino de León era el hable leonés, más semejante (digámoslo una vez más ahora que de semejanzas se trata) al gallego-portugués que al castellano, Este apenas comenzaba a entrar en Tierra de Campos en lento avance hacia occidente. Grandes y muy antiguas afinidades de estructuras políticas y sociales se daban entre los viejos castellanos y los vascos siempre aliados en sus luchas contra los romanos, los godos, los musulmanes y los reyes asturleones. Incluso en la lengua: el único romance que se habló en el País Vasco fue el castellano, espontáneamente, cuando aún era general el bable en el reino de León. Los vascos y los cántabros fueron sus creadores.


También existieron grandes analogías, que varios autores señalan, entre la Castilla del Alto Duero, el Alto Tajo y el Alto Júcar (comunidades castellanas de Sepúlveda, Segovia, Soria, Medinaceli, Atienza, Madrid, Guadalajara, Cuenca) y el Bajo Aragón (comunidades de Calatayud, Daroca, Teruel) tierras todas estas de la antigua Celtiberia. No por causalidad los pueblos de estas comarcas castellanas se pusieron espontáneamente del lado de Alfonso el Batallador (protector de los concejos comuneros) en la guerra civil que surgió entre este rey aragonés y su esposa doña Urraca, la reina leonesa.

Es idea generalmente aceptada que con la unión de las coronas de León Y de Casti­lla en el año 1230 se estableció definitivamente la hegemonía de Castilla, primero so­bre todos los países de estas coronas, después sobre España entera, y finalmente sobre el vasto Imperio español; en resumen, que Castilla castellanizó a León y a todos los pueblos de la corona leonesa, y en lo sucesivo fue imponiendo su lengua, sus leyes, sus usos y sus ideales en todos los dominios españoles.

Esta idea la extendieron por todo el mundo algunos de los más conspicuos escrito­res de la "generación del 98— -y con gran exaltación Unamuno-, a la vez que fun­dían y confundían lo leonés y lo castellano y situaban el centro geográfico Y espiritual de esta imaginada Castilla en la Tierra de Campos. Aquí, en esta confusión y en este supuesto predominio de lo castellano en España a partir de 1230, radica uno de los ma­yores errores que falsean la historia nacional española y dificultan su comprensión.

El mal no tiene una sola causa específica, pues resulta de la concurrencia de múlti­ples errores y confusiones que vienen acumulándose desde hace mucho tiempo (uno de los más recientes y perturbadores es el nombre global de "Castilla y León" oficial­mente dado a una nueva comunidad político-administrativa que no obstante tal denomina­ción deja fuera de sus límites !a mayor parte del territorio castellano, incluida la "Castilla Vieja".

Contra lo que suelen decir los libros de historia de España, de que con la unión de las coronas castellana y leonesa Castilla impuso sus leyes, sus instituciones, sus cos­tumbres y sus ideas en el conjunto español, la realidad es que la tercera Y última unión de las coronas precipitó la declinación continua de todo lo que fue característicamente castellano. Castilla quedó definitivamente englobada en un gran conjunto de Países pe­ninsulares del que, a pesar de que su nombre figura en primer lugar, y a veces como única denominación del todo, nunca fue parte dominante de éste.

Examinernos brevemente el asunto para no dejar en e! aire esta afirmación que la mayoría de los lectores, acostumbrados a oír y creer lo contrario, rechazará pro­bablemente en principio.

El reino de León nació corno entidad histórica el año 910 cuando Alfonso III de Oviedo dividió el de Asturias en tres y dio el de León, como más importante, al mayor de sus hijos, García I; que sólo reinó cuatro años y a quien sucedió su hermano Ordoño II que en 914 unió los reinos de León y Galicia. Castilla, como condado inde­pendiente de Castilla y Álava, surgió en el panorama histórico español cuando el conde Fernán González reunió en su persona todos los condados castellanos y el de Álava y, de hecho, se independizó del rey de León. Entre el año 910, del nacimiento del reino leonés, y el 1230, de la unión definitiva de las coronas de León y Castilla, hubo trece reyes comunes a León y Castilla y tres reyes de Castilla que no lo fueron de León (prácticamente uno solo, Alfonso VIII, pues los otros dos reinaron poco tiempo). En estos trescientos veinte años el papel del reino de León en la historia de España fue mucho más relevante que el de Castilla o cualquier otro estado cristiano de la Península.
Lejos estuvo, pues, Castilla, de ejercer hegemonía alguna antes de la unión de !as coronas; ni la ejerció después, ni la historia nacional de España ha seguido desde e! año 1230 un rumbo que puede llamarse castellano.

Castilla aparece en la escena histórica española rechazando el Fuero Jugo; esta repulsa es el primer vagido político de un pueblo recién nacido. Y este código será siempre el símbolo de lo no castellano. Todavía en pleno siglo XIV Castilla se distin­gue de León y Toledo por ser el país donde -afirma Menéndez Pida!- no rige el Fuero Juzgo.

Fernando III no sólo mantuvo el Libro en los reinos de su corona donde siempre fue código fundamental, sino que lo impuso como ley común en los vastos territorios que las coronas unidas conquistaron en Andalucía.

Si, de acuerdo con Menéndez Pidal, en la primera unión de las coronas de León y Castilla en la cabeza de Fernando Sánchez, último conde independiente de Castilla, éste se leonesizó profundamente, en la tercera y última, en la perdona de Fernando III, el rey de Castilla y de León no tuvo que leonizarse para gobernar de acuerdo con la tradición leonesa puesto que era leonés por nacimiento y su padre Alfonso IX lo estaba preparando para que le sucediera en el trono León.

Se dice que Fernando III engrandeció territorialmente a Castilla con la conquista de Andalucía y Murcia, lo que es otro gran error y una nueva causa de confusiones. La unión que se efectuó en el reinado de Fernando III no fue la bilateral del País Leonés con Castilla, sino la mucho más plural de todos los países de la corona de León con to­dos los de la de Castilla; y con las conquistas de Andalucía y Murcia lo se engrande­ció el territorio castellano, sino que se añadieron mías reinos y más tierras a las que ya abarcaban las coronas unidas. El rey Fernando III no incorporó las vastas zonas oliva­reras de Andalucía a la economía castellana, como algún texto afirma. Ni puede lla­marse engrandecimiento efe Castilla al de una monarquía que abarcaba León, Castilla, Asturias, Galicia, Extremadura, el País Vasco, el reino de Toledo, Andalucía y Murcia, igualando el todo a una de las partes. Si por abreviar, se llama Castilla al conjunto de estos nueve países, y luego se habla solamente de León y de Castilla el embrollo que se produce resulta inextricable.

Con el Fuero Juzgo corno fundamento legal de la colonización cristiana en Andalucía, y con los poderosos rnagnates, los grandes jerarcas de la Iglesia y las órdenes militares como principales autoridades y propietarios de los grandes dominios territoriales, llegaron a Andalucía la organización y las estructuras sociales características de la monarquía asturleonesa y también las transformaciones que los nuevos tiempos, y el feu­dalismo ultrapirenaico junto con la influencia papal simultáneamente aportaron.

Que a partir de la unión efe las coronas, y aun desde la segunda, Castilla no ejerció poder hegemónico alguno más allá de sus fronteras tradicionales, lo percibe Menéndez Pidal cuando dice que Castilla fue cediendo su preponderancia a la Castilla Nueva, que surge cuando Alfonso VI entra en Toledo, a la Castilla Novísima, que nace cuando San Fernando se establece en Sevilla. Si recordamos que antes de Alfonso VI, en el reinado de Fernando I y en época más lejana de la Castilla condal, Castilla no podía equiparar­se en modo alguno en influencia y poder al reino de León, queda claro que Castilla (la Castilla propiamente dicha) nunca fue fuerza hegemónica en el conjunto de los estados cristianos de la España medioeval.

Fernando III que para subir al trono de Castilla tuvo que vencer la oposición inicial de los concejos castellanos, realizó desde el poder real una política favorable a la aris­tocracia y al clero y en mengua de los concejos comuneros que intentó destruir, sin lograrlo aunque debilitándolos gravemente. La fuerza militar y política de las comunidades, que había alcanzado su apogeo durante el reinado de Alfonso VIII (el más castellano de los reyes) entró en decadencia en el de su nieto. El momento era propicio para combatirlas, porque después de la batalla de las Navas de Tolosa, y con razón mayor tras los triunfos de Fernando en Andalucía, la corona no requería tan pe­rentoriamente como antes el decisivo apoyo de las milicias comuneras. Las Comunida­des castellanas de Ciudad (o Villa) y Tierra fueron cediendo sin cesar terreno ante el poder creciente de la aristocracia y el clero, a la vez que el rey favorecía la creación de una fuerte nobleza castellana, hasta entonces inexistente, frente al extenso poder de las instituciones populares. En lo sucesivo los concejos comuneros perderán gradualmente sus características democráticas mientras e! patrimonio colectivo pasará a nutrir el de !os reyes, los magnates y los prelados.
Lo único verdaderamente castellano que a partir de entonces se extiende por am­plias zonas de la Península es la lengua, el romance castellano que por su origen bien pudo haberse llamado romance vascocántabro, pues -no sobra insistir sobre ello- na­ció a caballo de la raya que separaba los vascos de los cántabros y se habló en tierras de Vizcaya y Álava al mismo tiempo que en la primitiva Castilla y antes que en el res­to de España. El castellano, ha dicho con razón un autor vasco, es tan propio de los vascos corno el catalán de los catalanes o el gallego de los gallegos; la única diferencia en este uso es que los catalanes y los gallegos perdieron sus respectivas lenguas prela­tinas mientras que los vascos han conservado la vieja al lado de la nueva, arribas suyas.

Fernando III y Alfonso X ordenaron que e! Fuero Juzgo, ley común de Andalucía, fuera traducido al castellano para establecer la legislación leonesa. El castellano fue así instrumento lingüístico de leonesización política.

La conquista de Andalucía no fue una empresa castellana como suele decirse, sino conjunta de todos los países de las coronas de León y de Castilla, v así lo denotan los documentos escritos en Andalucía.

La reconquista de Extremadura por leoneses dejó también sus huellas en el lenguaje del país donde se mezclan !os leonesismos con los rasgos meridionales. En general los leonesismos están más acentuados en Cáceres, provincia lindante con Salamanca, mien­tras que en Badajoz, vecina de Andalucía, es manifiesta la influencia andaluza.

Con la unión de las coronas de León y de Castilla en la persona de Fernando III no se produjo ni la fusión de ambos pueblos en un conjunto homogéneo castellano-leonés, ni desapareció lo leonés de la faz de la tierra: la gran herencia tradicional de la corona
leonesa continuó viva tras el nombre encabezador de Castilla. Bien los expresó Bosch-­Gimpera: "Y en adelante, aunque siga hablándose de Castilla y con el tiempo ésta se convierta de nombre en el país hegemónico se trata de una Castilla que continúa la he­rencia leonesa (27)(28).

Esta confusión general de lo leonés con lo castellano en un amorfo ente castellano­leonés es uno de los errores que mas han dificultado el estudio de la historia de Espa­ña. No pocas muy divulgadas apreciaciones sobre la historia política y social de España a partir de 1230 quedan por él afectadas.

Hasta comienzos del siglo VIII la evolución de la Península Ibérica siguió en mu­chos aspectos un curso histórico semejante al de otros territorios del Occidente de Eu­ropa que como ella habían pertenecido al imperio romano. Quedan exceptuadas de esta generalización la vieja Cantabria, el País Vasco y el Pirineo navarro-aragonés, zonas donde no hubo romanización o ésta fue muy escasa y tardía, que también fueron las menos influidas después por las invasiones goda y musulmana.
Hablar de una sociedad castellano-leonesa o de un reino castellano-leonés en el si­glo XI es sembrar profundo confusionismo en el panorama histórico de la Edad Media española, puesto que entonces la historia leonesa formaba un solo cuerpo con la galle­ga y la asturiana, mientras que la castellana estaba estrechamente entrelazada con la del País Vasco. El llamado espacio castellano-leonés lo forman dos espacios histórico-geo­gráficos distintos y muy diferentes en los siglos medioevales. Las tierras de Zamora v Salamanca, por ejemplo, no tienen una geografía y menos una historia política y social común con las de Soria, Segovia, Guadalajara y Cuenca. El alfoz de un municipio leo­nés es cosa muy distinta de la tierra de una comunidad castellana o aragonesa. La Ex­tremadura leonesa en nada es igual a la Extremadura castellana. E! señor de Bembibre o de Luna no equivale en modo alguno al de Sepúlveda o Daroca.

Castilla tuvo un Derecho consuetudinario ---claramente lo expresa Tornás y Valien­te- ajeno al Liber y resultado en buena parte de sus tradiciones judiciales y la activi­dad de sus jueces. Aunque a veces se habla de ciertas leyes castellanas (los "buenos fueros" condales y otras) lo cierto es, como afirma Galo Sánchez, que hasta el siglo XIII Castilla fue un país que vivió "sin leyes", esto es, sin normas creadas por el mo­narca e impuestas por él en todo el estado castellano (29).

Inventar semejanzas históricas inexistentes entre las provincias leonesas y las caste­llanas o exagerar las que puedan existir, pasando por alto las que unieron al viejo reino de León con sus hermanos de Asturias y Galicia y las que siempre ligaron a Castilla con el País Vasco y con el Bajo Aragón, silenciando además que la mayor parte de Castilla se asienta fuera de la cuenca de! río Duero para presentar ésta como una enti­dad histórica y geopo!itica es tergiversar gravemente la historia entera de España y falsear su geografía política.

Fernando III se tituló rey de Castilla y Toledo, de León y Galicia, aun después de tomar en 1230 posesión del reino leonés por la sencilla razón de haber subido tal trono de Castilla antes que a! de León; pero en ningún caso es posible olvidar que en la his­toria general de España el antiguo reino de León precede cronológica y protagónica­mente al de Castilla.
Las promiscuas alianzas anticristianas que concurrieron con la batalla de Alarcos (1195) muestran la decadencia de la idea imperial en esta época. En la batalla de las Navas de Tolosa, donde combatieron juntos el rey de Castilla y de Toledo Alfonso VIII, el de Navarra Sancho VII y el conde-rey de Cataluña y Aragón Pedro II la idea imperial leonesa ya había perdido todo vigor peninsular.
En tiempos de Fernando III el título de emperador había caído en desuso. Este rey intentó, vanamente, resucitarlo en alguna ocasión y ser coronado emperador "según lo fueron otros de su linaje" (30).

NOTAS

23 Rafaeli Gibert..Histaria General del Derecho español- Granada. 1968 p. 55-56i.
24 Enrique Gacto y otros:El Derecho histórico de los pueblos de España. Madrid. 1982 pp. 226-227.
25 Manuel Alvar:Estudio lingüístico y vocabulario del fuero romancearlo de Sepúlveda Los fueros de Sepúlveda. Segovia 1979 p. 659.
26 Teófilo López Mata: Geograra del condado de Castilla
a la muerte (le Fernán González. Madrid 1957.
.
27 PedroPedro Bosch-Gimpera: El poblamiento antiguo y, la formación de los pueblos de España. México. 1944 Pp.283-284.
28 Idem: Paleonología de /a Península Ibérica. Graz-Austria. 1974. pp, (209) y (310).
29 Francisco Tomás y Valiente:Manual de Historia del derecho Español. Madrid. 1987. p. 160.
30 L, G. de Valdeavellano: Curso de Historia de las instituciones españolas.. p. 231.

(Anselmo Carretero Jiménez. Castilla, orígenes, auge y ocaso de una nacionalidad. Ed. Porrua, México 1996. Pp 423-431)