jueves, mayo 04, 2006

LA CUESTION DE MADRID (Antonio Ruiz Vega)

LA CUESTION DE MADRID
(Antonio Ruiz Vega)

Junto al problema del mapa, que es irresoluble, que sólo se puede solucionar mediante una dinámica determinada y en todo caso en un momento de auge del movimiento, no de decadencia como es el actual (1), hay otro problema que es el de Madrid. Curiosamente es uno de los lugares donde surge de vez en cuando un cierto fermento nacionalista. Esto acaba trayendo problemas.

La verdad, para ser absolutamente sincero, uno no acaba de comprenderlo.

Cierto que teóricamente Madrid es castellano, fue Comunidad de Villa y Tierra y que parte de la actual provincia es históricamente segoviana. Pero es imposible no reconocer que la realidad actual de la ciudad y provincia nada tiene ya que ver con eso. Madrid es una ciudad española, que mantiene ciertas señas de identidad madrileñas (localistas) que no tienen mucho de castellanas porque cristalizaron cuando Castilla ya no existía como tal. En todo caso su monstruoso crecimiento ha vaporizado todo aquello. Ahora mismo la ciudad es, como quería Machado, rompeolas de las Españas y hasta de las Américas y por sus calles deambulan asturianos, gallegos, andaluces, 200.000 vascos, catalanes, valencianos… y muchos castellanos. Todos ellos están en su casa, que nadie juegue a otra cosa. Ciertamente la bomba de implosión que ha resultado ser Madrid atrajo hacia sí a buena parte de los habitantes de ambas mesetas (dejándolas como están: en cuadro), y por eso la colonia soriana, segoviana, burgalesa, abulense, etc. es muy nutrida. Es en ese sentido correcto afirmar que en Madrid “hay” una ciudad castellana (o varias) pero no lo es el decir que Madrid “es” una ciudad castellana. Mantenerlo es, de momento, mentir, y en segundo lugar ir preparando el pogrom, la limpieza étnica.

El problema de Madrid es otro y hay que decir que en una España verdaderamente federal o confederal Madrid no pasaría de ser un Washington de 200.000 0 300.000 habitantes. Su hinterland no da para más.

Madrid, o mejor dicho lo que Madrid representa, ha sido uno de los verdugos de Castilla.

Supongo que será un problema de talante, pero lo mismo que no entiendo que un señor que lleva 30 0 40 años viviendo en Cataluña o en Bilbao no se integre de una buena vez allí (de todos modos sus hijos lo harán) no comprendo que un señor que vive y va a seguir viviendo en Madrid se siente castellano. La pregunta es, me temo ¿contra quién?.

La cuestión básica es la del respeto y esto sirve si hablamos de España en general o si nos referimos a Castilla. Una cosa es, por ejemplo, que un grupo de segovianos acuda a Burgos a petición de otro grupo de burgaleses, a ayudarles a algo concreto y otra muy distinta es que llegaran (ya sé que es impensable) a imponerles algo o a decirles qué deben hacer o cómo deben hacerlo. La estructura federal o confederal parece estar pensada para Castilla. Todos somos o debiéramos ser castellanos, pero cada uno se imbrica en Castilla de un modo orgánico, a través de su comarca, de su provincia, etc.

Este es otro tema, el de las provincias. Es cierto que hay lugares donde la división provincial fue arbitraria y cercenó comarcas naturales, etc. Pero en el caso de Castilla, y pese a que existan separaciones que no se corresponden con la realidad histórica, lo cierto es que básicamente coinciden con un sentir popular, tienen una unidad territorial. Ya sabemos que Santander y Burgos formaban antaño la misma tierra o que otro tanto hacían Logroño y Soria o que muchas comunidades segovianas se incluyen ahora dentro de la provincia de Madrid, pero el sentirse “soriano”, “segoviano” o “burgalés” es una realidad, tiene una tradición, mantiene unos hechos diferenciales constatables y evidentes. En Castilla no tendría sentido algo que por lo visto sí lo tiene en Cataluña, que es la eliminación de los límites provinciales.

Pero en el fondo de muchos de estos razonamientos unitaristas, y me refiero a los sinceros, no a los que son pura nostalgia falangista de la Pequeña España, es el convencimiento de que sólo una Castilla Unida podría solucionar los graves problemas que tiene esta tierra. No creen, íntimamente, que sea posible reivindicar y arbitrar soluciones en una estructura federal, descentralizada, cuando la historia está llena de ejemplos de cómo países que tienen esta forma de administrarse (Suiza, Estados Unidos, Alemania), son capaces de funcionar exitosamente y hasta de erigirse como potencia hegemónica.

La Castilla del futuro debe nacer, primero, en los corazones de los castellanos (algo parecido a lo que decía Buenaventura Durruti, aunque fuera leonés: “Porque nosotros llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones”) y debe luego extenderse de modo orgánico por los lugares donde vivan, irradiando laboriosidad, amor a la tierra, conocimiento de las costumbres de nuestros mayores. Coordinar luego la acción de estos núcleos de buenos castellanos sería una labor a posteriori y en el fondo bastante secundaria. Hay que hacer Castilla desde abajo, desde la tierra, en contacto con sus paisajes y sus hombres, no desde un despacho ni desde un comité. Todo esto lo teorizó mucho mejor don José Tudela que decía “En Castilla, lo que no haga el pueblo quedará sin hacer”. Y esto no es localismo, sino todo lo contrario, el estudiar lo cercano con una proyección primero castellana y luego universal debiera ser la motivación principal de todo intelectual castellano, si es que queda alguno.

Hay tanto por hacer, y es tan apasionante hacerlo, que perder el tiempo elucubrando por las alturas me parece infructuoso y patético.

Y en este ser castellano debe de haber no sólo respeto (este debiera darse por supuesto) sino incluso amor por otras nacionalidades. Sentirse castellano no debiera ser óbice para extasiarse ante lo gallego, lo vasco, lo catalán, lo extremeño, lo lusitano, lo asturiano. Tienen tanto que enseñarnos…

Que no tenga que volver un poeta sevillano a advertirnos que despreciamos cuanto ignoramos. Que desde ninguna gran urbe venga nadie a reclutarnos como cipayos del españolismo contra otros pueblos ibéricos.Y que cada uno se examine a sí mismo. Admitiendo mi pereza invencible y mi desorganización permanente, algo he hecho en los últimos veinte años. Si los que tanto pían hicieran otro tanto, en poco tiempo tendríamos algo parecido a la GRAN ENCICLOPEDIA VASCA, en cuanto a recopilación de nuestras señas de identidad. Eso sí que sería un paso decisivo en la reivindicación castellanista. Pero antes que reivindicar y engolar campanudamente la voz hay que hacer los deberes…

Nota

(1) Piénsese qué hubiera sido del País Vasco si antes de ponerse a luchar por un estatuto, por la recuperación del idioma, de las tradiciones, etc. hubiera puesto delante la cuestión del mapa. Allí sigue siendo un problema irredento la adscripción o no de Navarra y de las tres provincias vascofrancesas, pero eso no ha impedido avanzar hasta donde ahora están. El caso de Cataluña es similar. Su “programa máximo” incluye, además de Levante y Baleares, la Occitania francesa, Cerdeña (donde hay zonas donde se habla catalán) y hasta para algunos Nápoles. Pero eso no les ha despistado del tran tran diario de hacer patria y ahí están.

No hay comentarios: