viernes, junio 23, 2006

La personalidad nacional de Castilla (Anselmo Carretero)O

LA PERSONALIDAD NACIONAL DE CASTILLA

Uno de los más graves problemas que al final de franquismo brotaron de manera incontenible tras cuarenta años de represión, fue el de los nacionalismos internos, los regionalismos y las autonomías que José Luis Abellán, en su análisis intelectual de la transición (1975-1980), denomina genéricamente el problema de la identidad nacional (108).

Conocido lo que hasta entonces fueron las actividades nacionalistas y regionalistas durante el franquismo en general, veamos que ocurrió con los regionalismos en los casos concretos del País Leonés, Castilla y las provincias del antiguo reino de Toledo. Tres entidades históricas en que la cuestión de las autonomías se halla sumamente enmarañada.

En libros que contienen la historia del regionalismo en "Castilla y León" o regionalismo "castellano-leonés", que abarcan cronológicamente todo el siglo xix y los años transcurridos del xx, hay un vacío completo desde 1936 a 1976; es decir, no registran actividad alguna relacionada con esta cuestión durante las cuatro décadas del franquismo, Regionalismo "castellano-leonés", o abreviadamente, regionalismo "castellano" con la significación equívoca de estas denominaciones, no existió realmente durante el franquismo, como no existió durante la monarquía de Alfonso XIII.

Hemos visto que los llamados "agrarios castellanos" constituían una oligarquía caciquil, de terratenientes y financiadores del comercio de cereales, con base principal en Valladolid. Encarnaban el centralismo político más intransigente de su época; y, presentándose como portavoces de los agricultores castellanos se oponían tenazmente a cualquier clase de autonomías. Como bandera en defensa de sus intereses (coincidentes con los de los latifundistas andaluces) alzaban la de la unidad de la patria frente al separatismo, que así llamaban al regionalismo catalán. Usaban el nombre de Castilla con absoluta impropiedad puesto que la híbrida zona que decían representar no corresponde al viejo reino de Castilla.

Cuando durante la II República, a pesar de la tenaz oposición de este grupo, la regionalización de España estaba en marcha, los agrarios castellanos presentaron un Estatuto de Autonomía rápidamente preparado, siempre con el propósito de defender sus intereses económicos, tal fue el origen de este regionalismo castellano-leonés, de conciencia con base en la economía, como acertadamente dice de él uno de sus historiadores(109). Regionalismo circunstancia¡, carente de raíces y de memoria histórica.

Nada tiene pues de extraño que tales regionalistas se esfumaran en 1936 al producirse la sublevación militar y no fueran víctimas señaladas de la cruel represión que enlutó a Valladolid aquel trágico verano. Aquellos regionalistas castellano-leoneses dejaron de serlo porque la ideología unitaria, centralista y reaccionaria de los sublevados y los falangístas vallisoletanos no se diferenciaba mucho de la suya; y la Gran Castilla Imperial de Onésimo Redonde, asentada sobre la planicie del Duero y con capital en la ciudad del Pisuerga coincidía en sus límites geográficos con su feudo político. En realidad era Onésimo Redondo el que había heredado esta visión geográfica de "Castilla" de los caciques trigueros del siglo xix, y de los literatos de la generación del 98 que la habían idealizado.

La oligarquía agraria se incorporó al régimen del general Franco, que respetó sus intereses, y no dio señales de actividades regionalistas hasta que en 1976 resurgió con mayor vigor la cuestión de las autonomías. Pero entonces, tras cuarenta años de enseñanza de una historia nacional falseada, la Castilla de Onésimo Redondo era la Castilla que tenían en mente la mayoría de los españoles. Una Castilla sin la Montaña cantábrica, ni la Rioja, ni las tierras de Madrid, Guadalajara y Cuenca, pero con todas las provincias leonesas y la Tierra de Campos; y un País Leonés oculto en el olvido.

El regionalismo propiamente castellano, a diferencia del castellano-leonés, surgió de manera natural en Castilla como sentimiento colectivo ajeno a todos interés económico de grupo o clase social y sin vinculaciones políticas de partido. Careció de recursos financieros, de prensa influyente y de apoyos gubernamentales, y se mantuvo con el desinteresado apoyo de pequeños grupos de castellanos con viva conciencia colectiva en varios lugares de Castilla. Ya queda dicho algo sobre sus actividades desde comienzos de siglo hasta el estallido de la guerra civil de 1936.

Sí por un lado los jóvenes fueron mantenidos durante las cuatro décadas del franquismo al margen de toda idea regionalista, por otro la labor realizada por algunos estudiosos de la historia general de España y de las particulares de León y de Castillo en estos años muy valiosa; tanto que ha dejado un caudal de conocimientos sobre el pasado histórico que, bien utilizado, puede ser firme cimiento de un brillante y vigoroso renacimiento en estas dos entidades históricas.

En estas condiciones los trabajos de Menéndez Pidal sobre la historia de Castilla, publicados en España y en el extranjero, son de sumo interés. En 1942 don Ramón publicó en Buenos Aires el volumen titulado El idioma español en sus primeros tiempos, Escrito con el rigor propio de toda su obra, este libro de fácil lectura, abreviación de los Orígenes del español -"obra sin par de la filología románica"- es de un valor inapreciable para quien quiera iniciarse en el conocimiento de los orígenes de Castilla, y de la lengua castellana, así como de la personalidad histórica de esta vieja nacionalidad. Enseña mucho, a la vez, sobre los orígenes del reino de León y sus características y lo que fue el viejo romance leonés, parecido al gallego, que - con variantes dialectales- se habló en tierras de Asturias, León y Extremadura. Trae un interesantísimo apéndice sobre El habla del reino de León en el siglo x, que es el prólogo a un trabajo de Sánchez-Albornoz titulado Estampas de la vida en León en el siglo X. Estos dos libros - el de don Ramón y el de don Claudio- nos parecen de conocimiento obligado para los leoneses y los castellanos que deseen saber algo realmente fundamental de la historia de sus respectivos países, y aun para todo español curioso por conocer aspectos muy significativos de la historia general de su patria.

En 1943, con motivo del Milenario de Castilla, Menéndez Pidal dio en Burgos una conferencia que, con el titulo de Carácter originario de Castilla, fue editada en Buenos Aires en 1945 como primero de un conjunto de varios trabajos, (conferencias y artículos) recogidos en un volumen. La riqueza de estas enjundiosas páginas enseñanzas y datos de interés sobre la primitiva Castilla es extraordinaria.

Otro libro de Menéndez Pidal cargado de buena información sobre los orígenes asturianos del reino de León; lo que León y Castilla fueron en los siglos X, XI y XIl; y la trascendental significación del imperio hispano leonés en el conjunto histórico de las Españas medioevales, es El imperio hispánico y los cinco reinos, publicado en Madríd, en 1950. Don Ramón destaca en esta obra la influencia que en aquellos siglos tuvo el imperio hispánico legionense en la formación de la nación española.

También en 1950 se imprimió, en Buenos Aires, El Cid Campeador, un estudio histórico de este personaje castellano muy deformado en su imagen legendaria- que contiene interesantes noticias sobre los ambientes políticos de León y de Castilla en el largo reinado de Alfonso VI; las luchas políticas y armadas entre leonenses y castellanos; y la familia de los Beni-Gómez, poderosos magnates leoneses que gobernaban gran parte del reino y que, a finales del siglo xi, fundaron Valladolid.

Valiosísima - sin par en la moderna historiocrafía española, se ha dicho –es la obra de Menéndez Pidal, Discutible en algunos de sus enfoques y conclusiones sobre la historia política de España, no ha sido hasta hoy superada en la aportación que da y la apertura de posibles interpretaciones en los aspectos aquí reseñados.

Historiador español que realizó gran obra en el exilio fue don Claudio Sánchez-Albomoz. Entre su más notable producción están los volúmenes dedicados al estudio de los reinos de Asturias, León y Castilla en los siglos medioevales. Lo más imporiate de estos trabajos está recogido en el Tomo VI, Volumen 1 de la Historia de España fundada por Menéndez Pidal (La España cristiana de los siglos viii al xi. El reino astur-leoné,s,. 722- 1037. Madrid 1980) ; el libro ya citado Estampas de la vida en León en el siglo X, Madrid, 1926,- los dos tomos de España. Un enigma histórico, editados en plena polémica con Américo Castro, Buenos Aires, 1956; y multitud de artículos monográficos, entre ellos Sensibilidad política del pueblo castellano en la Edad Media (separata de la Revista de la Universidad de Buenos Aires, 1948).

En la obra de Sánchez-Albornoz hay dos aspectos muy diferentes. En el primero, Don Claudio es el erudito investigador en busca del dato exacto, que calibra con rigor. Aquí su aportación al saber histórico es muy valiosa y justifica el esfuerzo del autor. En el segundo, es el exégeta influido por sus sentimientos religiosos y patrióticos, o por sus ideas políticas. En esto don Caludio se apasiona, y llega a lanzar tronantes maldiciones contra los que no comparten sus puntos de vista ni aceptan sus conclusiones. Aspecto que puede dejarse a un lado para retener solamente lo mucho valioso de su extensa obra. De ella lo más útil es la erudición, son los hechos y los datos concretos sobre los acontecimientos narrados. En este punto recordamos lo que Pío Baroja decía de Menéndez Pelayo: de don Marcelino, el dato.

En sus escritos políticos más polémicas (que publica como historiador) don Claudio se contradice más de una vez palmariamente. Así, en cartas publicadas en el Diario de Burgos (5.XI.1980 y 7 del mismo mes) hace castellana a Valladolid en contradicción con la historia de la conquista de la llanura leonesa por Alfonso III de Oviedo, por él mismo referida como origen del reino de León. Y a la vez abomina de quienes propugnamos un estatuto de autonomía para León y otro para Castilla, como para todas y cada una de las regiones de España.

Para don Claudio somos malos españoles, dignos de maldición, los que pedimos estatutos singulares para Castilla y para León porque lo considera incitar a la separación hermanos; pero en otra carta dirigida a sus amigos navarros (29.11.1980) les dice que desea para Navarra que conserve su personalidad dentro de España, como las otras naciones españolas; Aragón, Cataluíla, Valencia, Castilla, León, Andalucía, Asturias, Galicia, las Provincias Vascongadas. "Deseo que Navarra viva libre de toda sumisión a ninguna otra región española. Ella lo merece" (110).

En un breve y agudo ensayo sobre la importancia de la mentira en la historia Caro Baroja viene a decir que una cosa es la erudición y harina de otro costal su buen empleo (111l).

Como recuerdo de las fiestas celebradas en Burgos en 1943 "para conmemorar la institución de Castilla como estado libre e independiente", Luciano Serrado, abad de Silos, dirigió una nueva edición del Poema de Fernán González con un estudio preliminar suyo (112). La parte de este poema vinculada a la historia y la tradición primigenia de Castilla es de grandísimo interés para el conocimiento de la vida social y la conciencia colectiva de los primeros castellanos, gentes oriundas de la Montaña santanderina y burgalesa, en unión de los vascos.

En octubre del mismo año publicamos en El Nacional de Méjico dos artículos A propósito del Milenario de Castilla en los que comentábamos la celebración que de este acontecimiento se hacía en España, donde se tributaba homenaje al conde Fernán González como precursor del "Caudillo de España" Francisco Franco. Están fechados en Holcatzín, un lugar de la selva maya donde entonces vivíamos en un campamento agrícola. En aquellos lejanos parajes fue la nuestra una vocecita que pudo alzarse libremente en defensa de la causa de Castilla.

Importantes estudios sobre la historia de Castilla propiamente dicha, que también contienen valiosa información sobre el reino de León y las historias comparadas de ambos países, son los que en esta época publicó Justo Pérez de Urbel, historiador y abad mitrado del Valle de los Caídos, entre ellos: los tres tomos de la Historia del Condado de Castilla. Madrid, 1945, (Edición refundida con el título El Condado de Castilla. Madrid, 1969). Fernán González. Madrid, 1943. (Edición renovada y edit" con el título Ferrnán González. El héroe que hizo a Castilla. Buenos Aires, 1952). Sancho el Mayor de Navarra. Madrid, 1950. Historia de España dirigida por Menéndezi Pidal. Tomo VI. España cristiana. Comienzo de la Reconquista (711-1038), por Justa Pérez de Urbel y Ricardo del Arco Garay, Madrid, 1956. Los vascos en el nacímiento de Castilla. Bilbao, 1946. Como es el caso de no pocos autores, en Justo Pérez de Urbel -"profeta de¡ pasado", él mismo se dice- es valiosa la erudición (los hechos y los datos concretos); pero es preciso no confundir esta con lo mucho que en la obra de este monje hay de pasión patriótica y política, y de prejuicio religioso.

En 1947 publicó Las Españas en Méjico (Núm. 3) nuestro primer artículo en revista (Castilla en el panorama de las Españas). Ya hemos dicho que este mismo grupo de españoles exiliados en Méjico publicó en 1948 la primera edición de Las nacionalidades españolas de Luis Carretero y Nieva, obra fundamental en la formación del pensamiento regionalista castellano.

En sus primeros trabajos, Luis Carretero, ateniéndose a la división regíonal entonces en uso, entendía bajo la denominación de Castilla la Vieja el conjunto de las seis provincias de Santander, Burgos, Logroño, Soria, Segovia y Ávila. A medida que avanzó en sus estudios castellanos, comprendió que las tierras del Alto Tajo y del Alto Júcar (provincias de Madrid, Guadalajara y Cuenca) no eran, por su historia y su geografía menos castellanas que las del Alto, Duero, el Alto Ebro y la Montaña cantábrica, y así lo consideró en todos los trabajos que sobre Castilla escribió en Méjico.

Coincidiendo con los historiadores de la primitiva Castilla cantábrica, los estudiosos de la filología histórica también sitúan los orígenes de la lengua castellana en un ' pequeño rincón" del norte peninsular, en los límites de la Montaña santanderina con Vizcaya (la vieja raya entre los autrigones y los cántabros). En 1942 Rafel Lapesa da a luz -con un prólogo de Menéndez Pidal- la primera edición de su Historia de la lengua española (113), una de las obras más conocidas de los discípulos de don Ramón que afirman y continúan la obra de su maestro.

En páginas anteriores hemos mencionado los trabajos de Tovar, Caro Baroja y otra autores sobre los orígenes cantábricos del castellano y las vinculaciones de este con el eusquera, publicados en esta época.

En 1953 la Diputación Provincial de Segovia publicó una monumental edición crítica de los Fueros de Sepúlveda dirigida por Emilio Sáez, con un estudio histórico. dico de Rafel Gibert y otro lingüístico de Manuel Alvar. Con el nombre de Fueros de Sepúlveda se conocen en la historia de Castilla el llamado Fuero Latino, constitudo por una ordenación jurídica de la época de Alfonso VI de León y I de Castilla (año 1076) de la cual se conserva una copia de la época de doña Urraca de León y Castilla y su esposo Alfonso I de Aragón en el monasterio de Silos, y otras posteriores; y el llamado Fuero Romanceado, que se conserva en el Archivo municipal de Sepúlveda. ambos son estudiados en esta edición.

Conocida es la gran importancia que el Fuero de Sepúlveda tiene en la historia propiamente castellana. De su preámbulo se deduce la existencia en Sepúlveda de un derecho foral más antiguo Probablemente no escrito- que data de la primera repoblación de la villa por el conde Fernán González, entre los años 923 y 931 (114).

El Fuero de Sepúlveda fue modelo de legislación foral en muchos lugares de Castilla y Aragón, desde Burgos hasta Cuenca y desde Roa hasta Morella. Puede decirse que fue Fuero tipo en todo el territorio de la antigua Celtiberia, tanto castellana como aragonesa. A fuero de Sepúlveda fueron repobladas las comunidades de ciudad y tierra de Calatayud, Daroca, Teruel y Albarracín. Del Fuero de Sepúlveda deriva el de Cuenca aunque este, muy posterior, ya tiene influencias de¡ Fuero Juzgo (11 5,116).

El Fuero de Sepúlveda no se extiende al poniente del Pisuerga, y no rigió en ningún lugar del reino de León (algunos pueblos hoy de la provincia de Valladolid fueron castellanos antes de la creación de las actuales provincias). Repobladores castellanos lo llevaron durante la Reconquista a algunos lugares de la Extremadura leonesa y al reino de Toledo, donde no llegó a arraigar. Aunque frecuentemente se habla de la repoblación medioeval de las Extremaduras castellana y leonesa como si se tratara de un solo fenómeno histórico, en realidad fueron muy diferentes. La repoblación de la Extremadura leonesa (hoy Extremadura por antonomasia) es muy semejante a las de Andalucía y la Mancha; la de la Extremadura castellana, hermana gemela de su vecina aragonesa.

En 1954 se publicó en Santander el libro de A. Ballesteros Beretta La marina cántabra y Juan de la Cosa, obra que pone de manifiesto la importancia que la Montaña catábríca, o Costa de la Mar de Castilla, tuvo en la historia cstellana.

La Geografia del condado de Castilla a la muerte de Fernán González de T. López Mata -ya mencionada en páginas anteriores- publicada en 1957 contiene una detallada descripción geográfica del teritorio de Castilla en el siglo X y sus límites, que al occidente son la raya tradicional con el reino de León.

Por invitación de su presidente, Pedro Bosch Gimpera, en el verano de 1957 dimos una conferencia en el "institut Catalá de Cultura" de Méjico sobre La personalidad de Castilla en el conjunto de los pueblos hispánicos. El texto de esta conferencia y un artículo de don Pedro (Cataluña, Castilla, España) fueron editados por Las Españas en 1960 con un prólogo de José Ramón Arana.

En 1966 la revista Comunidades del Instituto de Estudios Sindicales, Sociales y Cooperativos de Madrid reprodujo con pequeñas enmiendas convenidas- dichas conferencias. Y en 1967 la editorial Fomento de Cultura Ediciones creyó posible publicar una tercera edición ampliada de este trabajo, que -redactada de acuerdo con la circunstancias- se imprimió en Valencia en 1968 con el mismo título, La personalidad de Castilla en el cojunto de los puebos hispánicos.

En el volumen España y Europa, editado en Valencia en 1971, volvimos a exponer la naturaleza varia de la nación española y, dentro de su pluralidad, los distintos orígenes y desarrollos históricos de Castilla y de León.

Libro importante en el actual renacimiento del regionalismo castellano es la historia de la comunidad de la Ciudad y Tierra de Segovia titulada Segovia: Pueblo, Ciudad y Tierra que constituye una excelente introducción al estudio de la Castilla comunera mediante un caso concreto de la mayor significación. Con esta obra su autor, el jurista e historiador Manuel González Herrero, reanuda en 1971 en su tierra el hilo, a punto de romperse, del pensamiento regionalista castellano, continuando la labor de quienes habían comenzado a fijarlo en el primer tercio del siglo.

González Herrero es también autor de una interesante Historia jurídica y social Segovia, así como de otros libros, conferencias y artículos sobre temas catellanos.

Julio González es autor de un gran trabajo sobre El Reino de Castilla en la época de Alfonso VIII (Madrid, 1960. Un tomo dedicado al estudio del reinado, y dos más con documentos e índices). Alfonso VIII (en la nomenclatura general y III de ese nombre en Castilla) fue de hecho el único rey privativo de Castilla de largo reinado (su padre Sancho sólo reinó un año). Durante su gobierno Castilla conquistó Cuenca(117) y toda la Castilla del Alto Júcar, que organizó a la castellana, con fuero y concejos comuneros. En el reinado del III Alfonso castellano las comunidades de ciudad (o villa) y tierra alcanzaron en Castilla su mayor desarrollo político, económico y militar. En eso época el Concejo de Madrid, con asentimiento del monarca, se dio su propio fuero de comunidad (año 1202) como concejo libre (117). Este Alfonso de Castilla mantuvo enconadas luchas, políticas y armadas, contra su tío y tocayo Alfonso IX de León por la posesión de la Tierra de Campos, que los monarcas leoneses siempre defendieron como parte muy apreciada de sus dominios y los gobernantes castellanos siempre codiciaron por su riqueza agrícola. Alfonso de Castilla ocupó por la fuerza parte de esta comarca que comenzó a castellanizarse lingüísticamente pero que mantuvo inalteradas sus estructuras sociales y políticas leonesas.

Otro libro sobre tema histórico escrito y editado durante el franquismo es el que con el título Sobre los orígenes sociales de la Reconquista, recoge tres trabajos de A. Barbero y M. Vigil publicados anteriormente en revistas. En contraste con los que tratan de unificar varías historias diferentes a costa de deformar cada una de ellas, este volumen resulta muy esclarecedor de aspectos confusos de los orígenes de Castilla, las comunidades vascas (Ávala, Vizcaya y Guipúcoa), Navarra y Aragón a partir de las tribus prerromas, cántabras y vasconas.

En 1976 se publicó, también en Barcelona, un libro titulado Gracias y desgracias Castilla la Vieja, en el que el autor (leonés del Bierzo con quien después hemos hecho. excelente amistad) narra, con buena y amenísima prosa, sus andanzas viajados- por tierras de las mismas seis provincias tradicionalmente incluidas en Castilla la Vieja (117-a).

Entre 1939 y 1978 se editaron mapas regionales de España en los que el reino León continuaba figurando con sus cinco provincias tradicionales,.aunque también publicaron otros en los que esta región quedaba reducida a las tres provincias de León Zamora y Salamanca. Generalmente se respetaba la división histórica en las enciclopedias y en las publicaciones oficiales más importantes, como las del Instituto Nacional de Estadística, donde el reino de León viene definido por el conjunto de las provincias, de León, Palencia, Salamanca, Valladolid y Zamora (118).

Según consta en la edición original de la Enciclopedia Espasa (tomo XXIX) el Reno de León comprendió en la Edad Media las actuales provincias de León, Palencia, Valladolid, Zamora y Salamanca, y todavía se considera como una de las regiones que se divide la Península Ibérica".

Según el Diccionario Enciclopédico Ilustrado VOX (edición de 1965, tomo 1) León es la “ región española que comprende, aunque no exactamente, el antiguo reino de León .Se divide en cinco provincias: León, Zamora, Sa.lamanca, Valladolid y Palencia”.

En muchos otros diccionarios en enciclopédicos consultados, españoles y extranjeros, encontramos definiciones análogas del antiguo reino de León.

Citaremoss por último - traducido- lo que dice la Encíciopaedia Britannica (Edición de 1969, tomo 13, artículo: León, Kingdom of). "Se considera que en la baja Edad la el territorio de las actuales provincias de León, Palencia, Salamanca, Valladolid y Zamora, juntamente con la provincia asturiana de Oviedo. Los reyes de León gobernaban en la Edad Media Galicia, así como el condado de Portugal antes de su independencia en 1140. Los reyes leoneses eran también, por lo menos nominalmente los condes de Castilla. Los dialectos medioevales del grupo astur-leonés hablados y escritos, eran señaladamente diferentes de la lengua de Castilla. Actualmente todos ellos se hallan en retroceso ante el castellano, pero perviven tenazmente en Asturias y, en alguna extensión, en zonas rurales de León y Zamora". Hemos copiado este trozo porque, en forma muy sucinta, expresa con notable exactitud la realidad histórica.

En 1974 se editaron en Barcelona dos tomos de una Guía de Castilla la Vieja escrito por Dionisio Ridruejo. El primero describe las provincias de Santander, Burgos y el segundo las de Soria, Segovia y Ávila de acuerdo con el criterio general sobre las regiones tradicionales en uso desde la división provincial de 1833. Aquí creemos interesante anotar que entonces habíamos establecido epistolarmente buena amistad con el escritor soriano. Durante la breve estancia de este en Méjico tuvimos con él cordialísima conversación durante la cual nos dijo que años atrás hubiera incluido en la mencionada obra las provincias de Valladolid y Palencia, pero que tras la lectura 'Las nacionalidades españolas" y otras cosas sobre él lema había llegado a la conclusión de que la Tierra de Campos era una comarca indudablemente leonesa.

Al final de la etapa histórica del franquismo, los españoles se habían ido formando idea de España y de sus respectivos pueblos en un ambiente de enfrentamiento entre dos tendencias antagónicas: la oficial de la España una, que exigía un estado unitario y centralista; y la de la España real, varia y plural, cuyos diversos pueblos requieren autonomía en el gobierno de sus asuntos internos. El desgaste del régimen tras cuarenta años de ejercicio dictatorial del poder; la necesidad de libertad intelectual y política manifiesta en sectores cada vez más amplios y los sentimientos colectivos heridos en regiones más y más conscientes de su particular personalidad (sobre todo en todo en Cataluña y el País Vasco), habían llevado a la mayoría de los españoles a desear un cambio general de régimen hacia un estado democrático, descentralizado y con gobiernos autónomos en los diversos países o regiones de la nación.

El hostigamiento permanente y los ataques brutales desde el gobierno a los sentimientos nacionales de los catalanes y los vascos, y con menor frecuencia a los de los gallegos y otros pueblos de España (asesinato del regionalista andaluz Bias Infante) habían producido efectos contrarios a los fines uniformadores proclamados por el francofalangismo.

Por otra parte, la propaganda cultural y política y la enseñanza oficial de la historia más acentuadamente en los primeros años de preponderancia falangísta- tuvo carcterísticas especiales en tierras de Castilla y de León. Si en toda España el franquismo trató de inculcar en las mentes de los jóvenes la idea de la España una y el Esatado centralista y el rechazo de toda clase de nacionalismos autonomías y concepciones federales, en las provincias de León, Castilla y Castilla la Nueva trató de despertar en sus habitantes cierto sentimiento de superioridad moral y más alto patriotismo, considerándolos españoles ejemplares, ajenos a toda debilidad o desviación "separatista” (entiéndase concepción pluralista de la nación o federalista del estado). A los leoneses procuró privarles de conciencia colectiva propia, inculcándoles la idea de que ellos son castellanos, porque León y Castilla la Vieja son una sola Gran Castilla cuyo núcleo territorial básico es la cuenca del Duero . Tal fue la Castilla exaltada en los primera años del francofalangismo, cuando se alabó la memoria de Onésimo Redondo como Caudillo de Castilla.

Este ropaje falangista pronto resultó estorboso, por lo que se le arrumbó en el olvido. Pero la idea de una región castellano-leonesa con asiento geográfico en la cuenta del Duero y capital en Valladolid, inventada a mediados del siglo xix por los caciques agrarios, idealizada y recreada como "Castilla literaria" en 1898 (119) e impuesta dogmáticamente por las falangistas en 1936, se mantuvo en la transición democrática (1976-1978) adaptándola a las nuevas circunstancias políticas.

Todo ello ha sido causa de una patológica dicotomía política nacional que expondremos en el capítulo siguiente.

NOTAS


108 José Luis Abellán: La función del pensamiento en la transición política. (España 1975-1980,- Conflictos y logros de la democracia, Madrid. 1982).

109 Enrique Orduña: El regionalismo en Castillo y León. p. 72.

110 C. Sánchez-Albornoz: Orígenes y destino de Navarra. Trayectoria histórica de Vasconia. Barcelona, 1984. p. 161.

111 Julio Caro Baroja: El mito del carácter nacional. Meditaciones a contrapelo. Madrid, 1970. pp. 43 y ss.

112 Poema de Fernán González. Edición de Luciano Serrano. Madrid, 1943.

113 Rafael Lapesa: Historia de la Lengua Española. Octava edición. 1980. pp. 39-43, 53, 130, 164, 174-175, 179, 184-191 y mapa de la expansión del castellano.

114 M. González Herrero: Historia jurídica y social de Segovia. Segovia 1874. pp. 30-33.

115 Rafael Gibert., en Los Fueros de Sepúíveda. Segovia, 1953. pp. 358-362.

116 íd., Historia General del derecho epañol. Granada, 1968. pp. 36-40.

117 Inocente García de Andrés, y Enrique Díaz Sanz: Madrid, Villa, Tierra y Fuero. Madrid, 1989, p. 82.

117-a Ramón Carnicer: Gracias y desgracias de Castilla la Vieja. Barcelona. 1976.

118 Instituto Nacional de Estadística. Padrón municipal de habitantes según la inscripción del 31 de diciepnbre de 1975. Reino de León. Tomo 1. Vol. IV. Provincias de León, Palencia, Salamanca, Valladolid y Zamora.

11 9 Azorín: Castilla, en el volumen El paisaje de España visto por los españoles, Madrid, 1964. p. 54.


(Ansemo Carretero Jimenez. Castilla. Orígenes, auge y ocaso de una nacionalidad. Editorial Porrúa. México 1996, pp 760 –772)

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