viernes, julio 14, 2006

Lucha de Toledo por la supremacía (Teoría de Castilla la Nueva , Manuel Criado del Val)

LUCHA DE TOLEDO POR CONSEGUIR LA SUPREMACÍA. LA IDEA IMPERIAL


Uno de los puntos de apoyo principales a que se aferra To­ledo para defender su supremacía, luego de su incorporación a la reconquista cristiana, es la del viejo imperialismo peninsular.

La persistencia de las tradiciones visigodas en la España medieval es uno de los fenómenos más interesantes que se ha planteado nuestra historiografía. Don Ramón Menéndez Pidal es el más entusiasta defensor de la que él denomina "idea im­perial", que sitúa inicialmente en la Corte leonesa, para volverla a descubrir en la toledana del siglo xrr, y a la cual estima clave decisiva de la historia medieval española (21).

La necesidad de la Corte leonesa de rodearse de una majestad que amparase su decadencia militar, fué haciendo habitual el título de "Imperator" entre los reyes leoneses. Junto a esta ne­cesidad seguía latente una jerarquía entre los reinos peninsula­res que permitía considerar a varios de los reinos como teórica­mente sometidos a un solo emperador. Sería Toledo, con Al­fonso V I' y Alfonso VII la encargada de intentarlo en la realidad. Al incorporarse al nuevo reino castellano, Toledo no sólo recupe­ra la capital, sino que da la auténtica base y finalidad a la idea del Imperio, que antes había existido en León como dele­gación del goticismo toledano.

El sentirse dueño de Toledo (Magnificas Triumphator) fué lo que en realidad animó a Alfonso VI a lanzar por la Península su arrogante título Totius Hispaniae Imperator (22), que si no fué aceptado de hecho por todos los otros reinos peninsulares, inició el vasallaje aragonés y abrió el camino a las posterior unidad de los Reyes Católicos.

Pero, probablemente, la persistencia de esta "idea" en las monarquías medievales no tuvo una efectividad popular ni cons­tante. Su aparición parece más bien esporádica y resultado del influjo de minorías intelectuales en reinados de signo favorable.

Mucho más constante y más arraigada en la conciencia re­gional toledana está otra "idea" y, más propiamente, otro "in­terés", que puede confundirse con la "idea imperial". Toledo nunca abandonó el recuerdo ni la ambición de volver a ser la "capital peninsular" ; el centro político de España. Su vida misma en la Edad Media depende de esta dramática alternativa: ser la capital o vivir la constante inquietud de su fortaleza fron­teriza. Hasta la época moderna conservará esta tradición, y su ruina final, al perder definitivamente la capitalidad en beneficio de Madrid, confirmará la razonable de su temor.

La constante lucha de Toledo frente a Córdoba en el período musulmán esconde con toda probabilidad una competencia entre las dos ciudades. Si Toledo hubiera conservado su rango de ca­pital durante la dominación islámica, el signo religioso de Es­paña es posible que fuese hoy distinto.

Pero lo cierto es que ni por su posición, demasiado alejada de las bases africanas, ni por su espíritu, demasiado rebelde ( 23), po­día interesar como capital, tanto al emirato orientalista como al califato hispánico.

El Islam, por su parte, enraizado en Córdoba, a un extremo de la Península, estaba colocado en una pésima situación estra­tégica para dominar la resistencia mozárabe y lograr una consis­tente unidad hispánica.

Toledo frente a Burgos

Una vez incorporada definitivamente al campo cristiano de la Reconquista, Toledo cambia su frente defensivo. Ya no es peligrosa la competencia con zonas o poblaciones del Sur, sino la que amenaza con relegar a una equívoca situación de tierra re­cién conquistada, de "nueva" Castilla, a la antigua capital visi­goda. Afortunadamente, ni dentro de la ciudad ni en la región del Norte se había perdido la tradición visigótica que reconoce este derecho a la villa carpetana.

En la inevitable concurrencia que muy pronto se inicia entre Toledo y Burgas, esta última ciudad esgrime como primer ar­gumento de su predominio el hecho positivo de ser cabeza de Castilla, representación de los conquistadores. Toledo ha de re­currir al peso de una tradición indiscutible pero que precisa salvar un paréntesis de más de trescientos años. Ha de enfrentarse también con el equívoco, que Burgos impulsa complacidamente, entre lo que significa su incorporación al reino de Castilla y a la región de Castilla. Ya se vacila entre mantener la peligrosa de­nominación de "reino de Toledo", lleno de reminiscencias islá­micas, frente al impropio y secundario de "nueva Castilla".

Esta competencia secular entre Burgos y Toledo tiene un claro y bien documentado reflejo en la lucha de ambas ciudades por lograr un predominio, o al menos una posición más honrosa en las Cortes (24) . Inicialmente, parece adelantarse Burgos en esta curiosa carrera. En las primeras Cortes, apenas diferenciadas de los viejos Concilios (25), en Burgos recaía la precedencia en el lugar y en el uso de la palabra. Hasta mediados del siglo xiv, en las Cortes de Alcalá de Henares de 1348, no hay noticia de que se suscitase por parte de Toledo protesta alguna. La discor­dia en presencia de Alfonso XI se resolvió en aquella ocasión con una ingeniosa fórmula real, que no debió satisfacer entera­mente a los procuradores toledanos, pero que se hizo clásica e insustituible en ocasiones similares: "Los de Toledo farán lo que yo les mandare, e así lo digo por ellos, e por ende fable Burgos" (Crón. del Rey don Pedro, año II, cap. XVI).

Se renueva la porfía en las Cortes de Valladolid en 1351, y el rey don Pedro sosiega a los procuradores con la misma fórmula de Alfonso XI. Una carta suya dirigida a la ciudad de Toledo estando celebrándose Cortes en Valladolid a 9 de noviembre de 1351 es el documento más antiguo que da noticia de la dispu­ta suscitada por 'Toledo contra la prerrogativa de Burgos: "Don Alfonso, mío padre, en las Cortes que fizo en Alcalá de Henares, et en la contienda quellos (los de Toledo) fablarian primera mien­tre en las Cortes... tuvo el por bien de fablar en las dichas Cor­tes primera mientre por Toledo. Et por esto tuve por bien fablar en 'las Cortes que agora fiz en Valladolit primera mientre por Toledo" (Actas de las Cortes de Castilla, 1, nota pág. 17).

La razón de los procuradores de Toledo para ocupar la pre­ferencia se apoyaba en su mayor antigüedad y nobleza y en haber sido la "Corte de los Godos" y sin duda correspondía su argu­mento al espíritu inicial de las primeras convocatorias. Ya a partir del siglo viii, Alfonso II el Casto (791) al restablecer en Oviedo la tradición visigoda daba a Toledo esta preeminencia "Omnem Gothorum ordinem, sicuti Toleto fuerat, tam in EcCle­siam quam Palatio, in Oveto. cuncta statuit" (Chron. Albelden­se, V Flórez, España Sagrada, XIII, 453).

Los incidentes entre Burgos y Toledo por ocupar el primer banco; por la prerrogativa de hablar por el estado general; por la prioridad en el juramento, en el pleito homenaje y en otros actos de las Cortes, se suceden a partir del famoso Ordenamiento de Alcalá. En Valladolid (1351); en Toledo (1402-3), donde es el propio rey Enrique III quien ha de expulsar a los procura­dores toledanos del asiento de los de Burgos. Se repiten los incidentes en 1406 y 1442, hasta transformarse en una tradicióncasi inescusable. Hasta en las propias Cortes del siglo xvi, bajo el Imperio, que había de ser mortal para Toledo, de Carlos V, se conserva viva la rivalidad de las dos ciudades, según puede apreciarse en muchos pasajes de las Actas (26).

Perfil invariable de Toledo.

Ya hemos indicado hasta qué punta la historia ciudadana de Toledo depende de su tenaz particularismo, invariable a través de los distintos períodos. Esta continuidad tiene un efecto todavía hoy a la vista, en la especial estructura urbana de la ciudad, concebida con un minucioso y eficaz sentido defensivo. Apenas se advierten modificaciones importantes al comparar la actual topografía de la villa con la que aparece reproducida en el plano del famoso cuadro del Greco e incluso con el bosquejo que de la Toledo mozárabe en los siglos xr y xii hace González Palencia. Similar extensión del recinto amurallado, prueba clara del muy semejante volumen de su población; idéntico aprove­chamiento y orientación de su posición estratégica. Destaca el perfil amplio y bien definido de la judería y el no muy extenso del Arrabal. La doble preocupación defensiva, frente al enemigo de fuera y a las facciones internas, que es rasgo peculiar en la historia militar de la ciudad, está bien manifiesta en la situa­ción de la Alcazaba y en la complicada distribución de las calles, que permite establecer sucesivas y diversas líneas de defensa (27).

Esta casi inapreciable variación de sus rasgos topográficos es un factor utilísimo para la localización, en Toledo, de varios importantes textos medievales y renacentistas. Lástima que to­davía esté por hacer una toponimia histórica de sus calles.

Resumen

En resumen, vemos caracterizarse la historia de Toledo por una inmutable persistencia de unos pocos, pero fundamentales, propósitos. Su participación en la Reconquista será de distinto signo religioso que la de Castilla, y en algunos momentos no parecerá tener conciencia de ella. Hecho nada extraño cuando tantos olvidos semejantes se producían en las regiones cristia­nas. Pero no deja de ser extraño que nuestra historia tradicio­nal haya desatendido la semejanza entre el proceso político de incorporación de Toledo a Castilla y el que se realiza entre Castilla y León. o entre Castilla y Aragón.

La firme tradición visigoda que impulsa a Toledo a recobrar su capitalidad hubiera podido desviarse hacia la España musul­mana si el predominio cordobés y el excesivo alejamiento fron­terizo de Toledo, no hubieran descartado su candidatura. La permanente rebelión de la antigua capital postergada haría caso omiso más tarde del signo religioso al tener que enfrentarse con una nueva amenaza, procedente esta vez del Occidente germá­nico. Rebeliones frente al Califato y comunidades frente al Im­perio son signos de una misma tendencia.

La dualidad histórica entre Toledo y Castilla se resuelve de acuerdo con estas directrices en una' oposición regional y en la concurrencia política de dos ciudades, Toledo y Burgos, que aspiran, en la renovada unidad peninsular, a ser cabeza de la monarquía. En esta rivalidad no estará ausente la confusa es­tructura racial toledana, aceptada sólo en apariencia por la to­lerancia alfonsí. La trágica lucha entre las minorías religiosas, que acabó eliminando a los núcleos judíos e islámicos, y el tras­lado de la Corte a Madrid, fueron los hechos decisivos que ter­minaron con la gran historia de Toledo.

NOTAS

21 No parecen ser falsos los diplomas en que aparece el de título de Imperator (referido a Alfonso III, a Ramiro III y a Ordoño II), así como tampoco los que aluden al "Ius imperiale" de los soberanos leoneses. Sin embargo, a partir del siglo x, el título de Imperator se aplica por los escribas a descendientes de condes y reyes con claro matiz diferenciador. Cabe pensar, según todos los indicios, que existía una idea imperial que no alcanzó a cristalizar.

22 R. MENÉNDEZ PIDAL, El Imperio hispánico y los Cinco Reinos, Saeculum, III, 1952, 345-348.-Idem, Adefonsus, imperator toletanus inag­nificus triunaphator, BRAH, 1932, 521-522.-Idem, Idea imperial de Car­los V, Madrid, Espasa-Calpe, Col. Austral, 1940.-A. GARCÍA GALLo, El Imperio medieval español, en Historia de Espam1a, de "Arbor ".­A. STEIGER, Alfonso X el Sabio y la idea imperial, en Historia de Es­paña, de "Arbor ".

23 Según el juicio de Ibn Alcutía, "jamás los súbditos de monarca alguno poseyeron en tan alto grado el espíritu de la rebeldía y la sedi­ción" (Ed. de la Academia, págs. 45-6; SIMONET, Historia de los Mozára­bes, pág. 300).

24 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla. Introducción por Manuel Colmeiro, Madrid, Real Academia de la Historia, 1883.

25 Es muy difícil, dentro del carácter de las instituciones medievales, determinar el momento "en que Ios Concilios pierden su carácter mixto y son reemplazados en el orden político por las Cortes" '(Colmeiro, 9).


26 La violencia de esta disputa no se detiene ni ante el Emperador, poco favorablemente dispuesto a estos conflictos:

"Y llegados á la quadra de su Magestad, se pusieron por órden en sus vancos, comennando desde Burgos, y los de To­ledo,estuuieron arrimados á la pared, fuera del vanco: y salió su Magestad y con él el Príncipe don Carlos, nuestro señor, y sentáronse, y mandó su Magestad á los procuradores que se sentasen: y entonces arremetieron los de Toledo á los procu­radores de Burgos y se asieron de los bragos para quererlos quitar de donde estauan, diziendo que aquel era su lugar, y los procuradores de Burgas defendiéndose, anduuieron forcejando tanto, que pareció demasía; y su Magestad les mandó parar y que se guardase lo que se acostumbraua hazer; y aun fué ne­cesario que dos alcaldes de córte que allí estauan, llegasen á ellos para los desasir. Y en esto se fueron los procuradores de Toledo á lo más bajo de los vancos, donde estaba puesto un vanquillo solo, y se sentaron en él y pidieron por testimonio lo que auia pasado y lo que su Magestad mandaua, para guarda de su derecho, y justicia." (Actas de las Cortes de Castilla, Con­greso de los Diputados, tomo I, Madrid, 1861, págs. 16-7.)

Surge también la inevitable disputa por la preferencia en hablar, y ha de intervenir, según tradición, el propio monarca:

"Acabada de leer la proposición se leuantaron los procura­dores de Burgos para responder á su Magestad y lo mismo hizieron los de Toledo, y comengaron los unos y los otros á hablar, y entonces su Magestad dixo: `Toledo hará lo que yo le mandare; hable Burgos." Y Toledo pidió por testimonio cómo su Magestad hablaua por él." (Actas de las Cortes de Castilla, tomo I, pág. 28.)

La irritación del Emperador, poco partidario de la limitación que para su autoridad representaban las Cortes y enemigo por varias causas de Toledo, se manifiesta en una de sus clásicas medidas "políticas"

"Los procuradores quedaron aguardando al marqués de Mon­dejar que saliese, y salido dixo, que su Magestad mandaua que se quedasen allí en la quadra los procuradores de Toledo, y en­tonces algunos de los demás dezian que no querian salir de allí sin Toledo, creyendo quedar presos: y el marqués les dixo que no quedauan presos y que no tenían para qué aguardarlos allí, y con esto se fueron con el dicho marqués. Y llegado á su casa mandó a lose alcaldes de córte que hiziesen lleuar presos á los dichos procuradores de Córtes de Toledo, al uno á su casa y al otro á casa de un alguacil, y con esto se concluyó lo deste día." (Ibídem, págs. 28-29.)


Esta lucha entre las Cortes y el Emperador, que acabará con el triun­fo de éste, era impulsada por los consejeros flamencos de Don Carlos. Según la Historia de Sandoval, estos cortesanos, con Chevres a la ca­beza, "hicieron en Burgas los días que el Emperador allí estuvo, brava instancia porque el regimiento nombrase procuradores a su voluntad", consiguiendo que fuese nombrado el Comendador Garci Ruiz de la Mota "del Consejo del Emperador". Por otro. lado, el propio Carlos V, irri­tado con la resistencia de los procuradores de Toledo, trató de desem­barazarse de ellos, llamándoles a la Corte, para que "en su lugar fuesen otros que andaban en la Corte criados de su Magestad, porque sacando unos y entrando otros, se pudiese hacer lo que su Magestad mandaba" (ibídem, V, XIII).

La finalidad premeditada del Emperador, que logró imponer a sus sucesores en la casa de Austria, era desembarazarse de la molesta traba que suponía para su política alemana la convocatoria de unas Cortes de natural orientación peninsular. Al fin logró reducirlas al trámite de pro­rrogar el servicio y oír las peticiones de los procuradores, dilatando in­definidamente la respuesta. Dentro de esta misma rutina, cada vez más acentuada, quedó la antigua pugna entre Toledo y Burgos.

27 La fortificación romana amuralló- la parte alta del cerro, convir­tiéndola en ciudadela militar. La dominación visigoda amplió notable­mente el casco de la ciudad que se extendía por la parte baja, y dejó indefenso el interior frente a las revueltas partidistas. Los árabes corri­gieron este fallo mediante un doble recinto que dividía a la ciudad en dos distritos: uno alto y otro bajo Los mozárabes y judíos fueron rele­gados a la parte baja.

Las callejas cerradas e irregulares, las puertas internas de la ciudad, las casas convertidas en pequeñas fortalezas, entre las que era fácil el paso por las azoteas, y los amplios aleros, facilitaban la defensa callejera. Además, el sistema defensivo exterior se entrelazaba con los del interior, en previsión de las continuas sublevaciones. Se contaba con numerosos algibes con pozos artesianos y con enormes silos, que permitían un lar­guísimo asedio. Todos estos factores acabaron convirtiendo a Toledo en una plaza inexpugnable, no sólo para las posibilidades militares de la Edad Media, sino incluso para gran parte de las modernas, según lo ha probado la última campaña.

(TEORÍA DE CASTILLA LA NUEVA , Manuel Criado del Val , Madrid 1960, pp.93,101)

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