viernes, septiembre 15, 2006

LA PERSONALIDAD DE CASTILLA (Memorial de Castilla, Manuel González Herrero, Segovia 1983)

LA PERSONALIDAD DE CASTILLA

Como es sabido, los pueblos castellanos se separaron en el siglo x de la monarquía leonesa para afirmar su personalidad nacional y crear su propio Estado, expre­sión política de una nueva, original y renovadora comu­nidad histórica: Castilla.

León y Castilla -por sus orígenes, constitución e historia- son dos identidades, dos etnias diferenciadas, de gran significación e importancia en el conjunto espa­ñol, y que, a través de los tiempos y a pesar de su inte­gración en una sola estructura política estatal -la Coro­na de León y Castilla o de Castilla y León, germen del Estado español-, han mantenido hasta el presente su propia individualidad.

León y Castilla son dos pueblos, dos reinos, dos re­giones históricas diferenciadas. Puede :defenderse racio­nalmente que esas dos regiones convenga o no que se junten o integren en una sola circunscripción u organi­zación administrativa, por razones políticas o por cual­quier otro tipo de argumentos. Pero nunca se podrá ne­gar, razonablemente, que León y Castilla son dos enti­dades históricas diferentes.

Desde su aparición en la escena histórica -como vie­ne predicando, con rara y admirable constancia, Ansel­mo Carretero y Jiménez- Castilla y León son dos na­cionalidades, no sólo distintas sino procedentes de tron­cos enteramente diferentes. El reino de León nace cuan­do los reyes de Asturias, en el siglo x, dejan Oviedo y trasladan la capital a León, al lugar, donde estuvo el cam­pamento romano de la Legio Séptima Gemina, a la en­trada de la llanura de Campos, los Campos Góticos de sus antepasados. Tiene, pues, sus orígenes en la Recon­quista iniciada en Covadonga, de carácter predominan­temente visigótico. Castilla nace en el «pequeño rincón» donde los montañeses cántabros, aliados con sus veci­nos los vascos, defienden su independencia frente a los, moros y a los reyes -de León, como sus padres la habían defendido frente a los de Toledo y sus abuelos frente a las legiones de Roma. Sus raíces y sus orígenes socia­les son, por lo tanto, predominantemente autóctonos. León y Castilla, desde sus comienzos altomedievales, representan en la historia ' , de España estirpes y tradi­ciones, estructuras sociales y económicas, instituciones políticas y concepciones e ideas diferentes, y en muchos aspectos antagónicos. Al aparecer los castellanos en la es­cena peninsular -foramontanos cántabros que comien­zan a balbucir un nuevo romance, a llamar a su país Castilla y a considerarse castellanos, la monarquía astur-leonesa seguía su original designio de restaurar para las oligarquías hispano-godas el imperio de Toledo.

La Castilla originaria, que rompe con la tradición neogótica, clasista y jerarquízame de las estructuras del reino leonés, se caracteriza esencialmente por su condi­ción más popular y libre. Castilla es, como se ha dicho con frase brillante, un islote de hombres libres en una sociedad feudal. Es lo que permitió a Salvador de Ma­dariaga definir así el acceso español al europeismo: «En­trar en Europa quiere decir adoptar las instituciones europeas, y en particular, las liberales y democráticas que ya eran naturales y espontáneas en Castilla en la Edad Media» (España. Ensayo de historia contemporá­nea; Madrid, 1978, edición doce, página 577).

Castilla se diferencia de León por la lengua,,por el derecho y por la organización institucional. La lengua: el castellano, asombrosamente innovador, frente a la ar­caizante lengua, leonesa, progresivamente empujada ha­cia occidente. Todavía en el siglo xIII, en Valladolid y Tierra de Campos hablaban leonés, cuando ya en Cuen­ca se hablaba en castellano.,El derecho: los castellanos rechazan el Fuero Juzgo, el romanizado código visigodo, y se rigen por su derecho consuetudinario local, aplicado por jueces de elección: popular. Las instituciones: de sig­no y tendencia democrática, comunera y foral; con vo­cación hacia formas sociales igualitarias, horizontales y abiertas.

Veamos lo que dicen al respecto los más reputados historiadores españoles:

a) «Castilla fue un pueblo de hombres libres, media­nos y pequeños propietarios, agrupados en pequeñas co­munidades rurales también libres, y fueron en ella ex­cepción las clases serviles. La presencia en tierras leone­sas de una aristocracia laica y clerical importante, ex­plica su diferencia con Castilla.»

«La existencia en Castilla de una larga serie registra­da de aldeas libres habitadas por libres propietarios, en función del talante castellano y de las circunstancias his­tóricas en que vivió el país, produjo la singular sociedad castellana de la que muchas veces me he ocupado. Como los pequeños propietarios de tierra galaico-portugueses y del reino de León strictu sensu, sufrieron los de la Cas­tilla condal el gran tirón de la ventosa clerical y no­biliaria. Pudieron, sin embargo, defenderse de ella mu­cho mejor que los primeros y mejor también que quie­nes moraban en la zona leonesa. Los condes de Castilla, necesitaron de ellos para mantenerse libres frente a los reyes de León y frente a los califas de Córdoba. La cle­recía y la aristocracia no habían triunfado en tierras castellanas como en las galaico-portuguesas y ni siquiera habían medrado como en las legionenses. Y muy pron­to cristalizaron en Castilla instituciones que ayudaron a los pequeños propietarios libres a mantener su primi­tivo status jurídico.»

«La lejanía de la corte y el peligro de la lucha apar­taron de Castilla el mayor caudal de la corriente inmigra­toria mozárabe y alejaron -de ella a los grandes magna­tes de las dos aristocracias. No sufrió así intensamente el contagio de la decadente mozarabía ni la prepotencia de los grandes señores, de la iglesia o de la aristocracia. Continuó siendo tierra de hombres libres agrupados en pequeñas comunidades rurales'.»

«Fue, por tanto, en tierras castellanas donde se ini­ció una sensibilidad política de signo popular frente a la ya cargada de esencias señoriales de León. Los con­des de Castilla necesitaron de la asistencia entusiasta de los moradores en su condado para mantenerse frente a los reyes leoneses y para defenderse de los duros ata­ques musulmanes, y no mermaron sino que aumentaron las libertades de los campesinos castellanos. Los infan­zones o nobles de sangre del país no se trocaron en
grandes señores, sino que siguieron siendo a modo de caballeros rurales. De entre los pequeños propietarios no nobles se decantó una nueva clase social: la de los caballeros villanos». (Claudio Sánchez Albornoz.)

b) «Castilla llevaba muy a mal el tener que peregri­nar en alzada a León, porque propugnaba en general la legislación del Fuero Juzgo, prefiriendo regirse por sus costumbres locales. Castilla se rebeló contra León y re­chazó el Fuero Juzgo, para aplicar su derecho consuetu­dinario local, y al romper con una norma común a toda España, surge como un pueblo innovador y de excep­ción.» (Ramón Menéndez Pidal. )

c) «En lugar del aristocratismo romano-visigótico de las castas dominante, en Castilla nos sorprende una democracia igualitaria; en lugar de la propiedad seño­rial de nobles y prelados, una repartición del suelo en propiedades familiares, con comunidades de bosques y aguas; en lugar de la legislación romano-visigótica o Fue­ro Juzgo, los fueros de la repoblación, y a falta de ellos, los usos y costumbres tradicionales; en lugar del cen­tralismo unitario, la federación de pequeñas comunida­des libres.» (Fray Justo Pérez de Urbel.)

d) «El pueblo castellano,; de sangre vasca y cánta­bra, se conforma en una sociedad abierta, dinámica, arriesgada, como lo es toda estructura social en una frontera que avanza. País revolucionaria, sin clases so­ciales cerradas, en que el villano puede elevarse fácil­mente a caballero y llegar a la riqueza si le ;favorece la suerte del botín.» (Jaime Vicens Vives.)

e) «Etnicamente había en Castilla elementos bár­dulos y vascones que no existían en León, y en su repo­blación habían intervenido poco los elementos mozá­rabes,, que acudieron al territorio leonés, menos expues­to. Socialmente en Castilla no hubo los grandes magna­tes que ' en León, y su secuela de servidumbre, sino pe­queños infanzones y hombres libres, agrupados en pe­queñas comunidades, que no tardaron en gozar de auto­nomía. Jurídicamente los leoneses eran aferrados a la tradición visigótica y a la ley escrita del Fuero Juzgo; mientras los castellanos concedían la primacía a las costumbres', al fuero llamado de albedrío, que permitía sentenciar por fazañas o jurisprudencia de, jueces vene­rados, que transmitiéndose por tradición oral, podía aplicarse en casos análogos. Les irritaba, además, tener que acudir a León para dirimir sus pleitos.» (Ferrán Sol­devilla. )

Registremos también, por último, la lúcida reflexión que hace Fernando Sánchez Dragó sobre lo más esen­cial y hondo de la entidad castellana, en las conversacio­nes publicadas en Más allá de la memoria (Bel y Moline­ro; Burgos, 1981,;,pág. 160):

«En Castilla existe un tribalismo, un tribalismo que se traduce en esa atomización de la que a su vez se deri­va un,pluralismo que no existe en otras partes. De hecho, Castilla es el gran reducto de lo foral. Los condes cas­tellanos son los que esgrimen este foralismo frente a los reyes' de León,~que es la primera forma de democracia, la primera forma de manifestación política popular que se conoce en Europa. Existen también, por supuesto, en el País Vasco, en Aragón..., pero yo creo que la esen­cia, el cogollo del foralismo es castellano. Aquí subsis­ten, conservados como en ninguna otra parte, los usos y costumbres. En ningún sitio están tan vivos ni tan sen­tidos. Y el folklore y las, fiestas tradicionales se mantienen con un arcaísmo que sólo se encuentra en Casti­lla. Pues bien, frente a la tendencia centrípeta represen­tada,,por el imperialismo de lo astur-leonés, Castilla sig­nifica lo comunitario. Esto es un rasgo fundamental para la definición de lo castellano. Hay en Castilla un sentido esencial de comunidad en los pastos, en las mi­nas, en los bosques, en las aguas..., lo que da lugar a una estructura jurídica, organizativa y legal diferente de las otras partes de España a lo largo de la historia. Y luego, también, junto a ese nomadismo y este foralis­mo, yo diría que hay otro elemento imprescindible para entender qué es Castilla, y ese elemento es lo autóctono, ese sentido, como decía antes, de pervivencia de los pue­blos primitivos hispánicos frente a las superposiciones romanas, godas y europeas.»

Castilla, en efecto, por su propia naturaleza históri­ca y cultural, no ha sido nunca un todo uniforme y ho­mogéneo, sino más bien un rico y variado mosaico de pueblos, países, comarcas, territorios, con personalidad, tradiciones sociales y populares e instituciones propias, unidos por lazos de tipo que hoy llamaríamos confe­deral.

Desde ese primer cimiento que fue Castilla Vieja -como canta el Poema de Fernán González-, Castilla fue creciendo por la incorporación de nuevas entidades territoriales que en todo caso, y dentro de esa espléndi­da diversidad, siguieron manteniendo una sustancial identidad institucional y cultural. Por eso, sin duda, el poema habla una y otra vez, en plural, de los pueblos castellanos.

(Memorial de Castilla, Manuel González Herrero, Segovia 1983.pp 25-31)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí, pero eso fue la principio. Estaría bien que hablaras de la evolución posterior de Castilla, por lo menos hasta que cayó en manos de los Habsburgo.