martes, octubre 03, 2006

La población. La cultura.El idioma 4 (A. Carretero, El Antiguo Reino de León)

LA POBLACIÓN. LA CULTURA Y EL IDIOMA 4

En el siglo XIII la mayor parte de las ciudades de la España cristiana albergaban núcleos de población judía organizados, como los mudéjares, en comunidades llamadas aljamas, que estaban regidas por sus propias autoridades de acuerdo con sus normas jurídicas y religiosas. Estas aljamas tenían ante el correspondiente reino cristiano cierta autonomía en su gobierno interior. Barcelona, Toledo, Sevilla, Burgos, Segovia y otras ciudades alojaban en barrios especiales -juderías- prósperas aljamas cuyos moradores se dedicaban al tráfico mercantil, el préstamo con interés, el abastecimiento de los ejércitos, la recaudación de impuestos, así como a diversas actividades artesanales e intelectuales.

Los monarcas hispano-cristianos utilizaron ampliamente los servicios de los judíos en la administración de sus estados, en los que desempeñaron eficazmente funciones públicas tales como tesoreros y administradores de las haciendas reales e incluso oficios en las regias cancillerías, a pesar de los preceptos pontificios y conciliares de la Santa Sede que trataban de impedir toda clase de relaciones entre cristianos y judíos. A la vez, selectos grupos de judíos españoles desarrollaron en la Baja Edad Media brillantes actividades científicas. Famosos fueron los médicos, astrónomos, matemáticos y filósofos que trabajaron entonces en Toledo y grande fue la contribución de los judíos peninsulares al pensamiento español de los siglos medioevales (46).

Las aljamas judías tuvieron su época de esplendor en los países de la corona de León y Castilla en los siglos XIII y XIV, durante los reinados de Alfonso X y Pedro 1º. Famoso fue en la época de este último su tesorero, en realidad ministro de finanzas, Sarnuel Ha-Leví. Sumamente hábil y astuto, sirvió hasta el último momento a su rey cristiano con eficacia y lealtad. Protegió a sus hermanos hebreos y construyó varias sinagogas, entre ellas la de Toledo, no obstante la oposición de la Santa Sede a que en tierras cristianas se construyeran nuevas sinagogas. Calumniado por los muchos enemigos que su actuación en la corte real le había creado, fue preso y asesinado cruelmente al triunfo de las huestes de Enrique de Trastámara.

La tolerancia y la protección que los reyes hispano-cristianos otorgaban con frecuencia a los judíos chocaba con los sentimientos populares incitados por el fanatismo religioso, que en diversas ocasiones provocó sañudas persecuciones y matanzas de los moradores de las aljamas.

Se estima que la población de los reinos de León y Castilla a comienzos del siglo XIV era en total de unos 4,5 millones de habitantes, sin que sepamos cuántos de ellos corresponden al País Leonés propiamente dicho dada la costumbre, cada vez más generalizada, de mezclar los datos de los diversos reinos y países. La zona entonces más poblada al norte del Duero era la Tierra de Campos y, en general, el valle de este río en su parte media. Mucho menos poblados estaban entonces los países de la corona catalano-aragonesa.

Conocidas son las devastadoras epidemias que asolaron España en los siglos XIV y XV, especialmente la llamada peste negra, que causó gran mortandad en los años 1348-1351, singularmente en los países de la corona de Aragón, adonde al parecer llegó el morbo por los puertos del Mediterráneo (47). Aunque menores que en los países del noreste y el levante peninsular, los estragos de la peste también fueron grandes en los de los reinos de León y de Castilla (el propio Alfonso XI murió víctima de ella). Graves fueron las consecuencias de estas epidemias, que se reflejaron en los datos demográficos y en la despoblación de muchos lugares.

Los intercambios comerciales y culturales de la España cristiana con Europa, que hasta entonces se habían efectuado a través de los puertos norteños y del camino de Santiago - ruta de peregrinaciones religiosas, vía mercantil y vínculo cultura l-, se hacen también por los puertos del Atlántico meridional y del Mediterráneo desde la conquista de las plazas marítimas andaluzas y levantinas; además de que aumentan los que siempre se efectuaron por Cataluña.

Las sociedades del País Leonés y de Castilla se desarrollan culturalmente con características propias y en ellas el latín, reducido al ámbito eclesiástico, es sustituido gradualmente por las nuevas lenguas romances en desarrollo. En Galicia y Portugal el gallego continúa su ininterrumpida evolución; y en Asturias, León y Extremadura el idioma común es el leonés (en sus diversos dialectos comarcales).

El primer documento en romance primitivo de tierras de León es una lista de quesos consumidos en un convento. Se considera escrita hacia el año 980 (48). El romance autóctono fue la lengua general en Asturias, el País Leonés y Extremadura, y comenzó a retroceder lentamente cuando el castellano fue declarado idioma oficial de la cancillería regia, después de la unión de las coronas. En el reinado de Alfonso X se tradujo el Fuero Juzgo al romance en una versión fuertemente leonesa. También el códice más antiguo del Libro de Alexandre, atribuido a Juan Lorenzo de Astorga, contiene una prosa acentuadamente leonesa (49). Después de un análisis histórico y filológico de una versión del Poema de Alfonso XI, coetánea de los hechos narrados, Diego Catalán llega a la conclusión de que este poema es una de las últimas obras de la vieja literatura leonesa (50).

El Rey Sabio, a la vez que cuidó el desarrollo del castellano en sus obras históricas y legislativas, cultivó el gallego como idioma de la literatura lírica. La creación de la Universidad de Salamanca por Alfonso IX de León fue un acontecimiento de gran trascendencia cultural, no sólo para los países de la corona leonesa, sino para todos los de ambas coronas, conjunto que ya incluía también los reinos cristianos de Toledo, Andalucía y Murcia. La Universidad salmanticense recibió fuerte y definitivo impulso en el reinado de Alfonso X, que incorporó a ella los estudios antes establecidos en Palencia por Alfonso VIII.

El nacimiento de las Cortes leonesas en 1188 fue un hecho que, al mismo tiempo que reforzó la estructura de la monarquía, contribuyó a afirmar la personalidad nacional del País Leonés. Tuvo amplias repercusiones políticas en toda la España cristiana y aun allende Pirineos.

Unidas después las coronas, a pesar de la precedencia del nombre castellano en el múltiple conjunto de los países de la gran monarquía, la legislación que se produce en el ámbito general no es castellana. Los nuevos ordenamientos obedecen más a la tradición unitaria del Fuero Juzgo que a la de la vieja Castilla, «país sin leyes», al decir de Galo Sánchez (51).

En este variado panorama, político y geográfico, el País Leonés, por sus estructuras sociales así como por sus raíces históricas y su cultura, tenía muchas más semejanzas y vinculaciones con Asturias, Galicia y, por supuesto, Extremadura (y aun con Toledo, Andalucía y Murcia, hecha en estos casos la salvedad lingüística) que con Castilla, más afín al País Vasco y al Bajo Aragón, aunque, hoy más que nunca, haya gran empeño en presentar otra cosa.

Las divisiones administrativas (tanto políticas como eclesiásticas) de aquella época no determinaban los límites lingüísticos. Éstos eran a veces de épocas diferentes o se habían formado en diferentes condiciones. Las divisiones políticas pueden explicar algunos límites lingüísticos, pero no el conjunto de la división idiomática de la Península Ibérica. Los límites primeros de un fenómeno lingüístico pudieron haber sido alterados por fenómenos posteriores, dice Menéndez Pidal al concluir su monumental estudio filológico Los orígenes del español. Así, el lento avance hacia occidente del romance castellano por la llanura leonesa no coincidió con la brusca división de la Tierra de Campos, entre Castilla y León, a la muerte de Alfonso VII el Emperador. Menos aún coincidían ambos países en el aspecto político y social. Esta comarca, natural e histórica, fue siempre política y socialmente leonesa. Desde sus orígenes como parte de la monarquía asturiana nunca dejaron de regir en ella las leyes del Fuero Juzgo, modificadas después a partir del reinado de Fernando III y más aún tras la obra legislativa de Alfonso el Sabio y sus continuadores; y nunca se asentaron en el suelo de Campos las instituciones forales castellanas.

Ya hemos visto que a comienzos del reinado de Enrique II, muchos años después de la unión de las coronas en la cabeza de un mismo monarca y a pesar de los progresos de la legislación unitaria, el País Leonés seguía con estructuras, normas legales, costumbres y funcionarios propios. Mencionemos como ejemplo entre muchos semejantes que, de acuerdo con el ordenamiento de las cortes de 1368, los alcaldes en las tierras de León debían ser leoneses y en las tierras de Castilla castellanos.

(45) Marqués de Lozoya, Historia de España, T. 2, p. 189.
(46) José Luis Abellán, Historia crítica del pensamiento español, T. 1, pp. 197-208.
(47) Historia Social y Económica de España y América, dirigida por J. Vicens Vives,T. 11, pp. 53-54.
(48) R. Menéndez Pidal, Orígenes del Español, p. 24.
(49) R.Lapesa,HistoriadelaLenguaEspañola,pp.204,245-246.
(50) Diego Catalán y Menéndez Pidal, Poema de Alfonso XI (Fuentes, dialecto, estilo),
Madrid, 1953. Reseña en Cuadernos de Historia de España, XXIII-XXIV, Buenos Aires, 1955, pp. 378-380.
(51) E. Gacto y otros, El Derecho Histórico.... pp. 219-220.

(Anselmo Carretero y Jiménez. .El Antiguo Reino de León (País Leonés).Sus raíces históricas, su presente, su porvenir nacional. Centro de Estudios Constitucionales. Madrid 1994, pp 487-491)

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