lunes, diciembre 04, 2006

LA AUTONOMÍA DE SEGOVIA Y LA REIVINDICACIÓN REGIONAL DE CASTILLA ( Pedro Altares, Manuel González Herrero)

LA AUTONOMÍA DE SEGOVIA Y LA REIVINDICACIÓN REGIONAL DE CASTILLA

COMUNIDAD CASTELLANA


Introducción

Como contribución a la mayor difusión posible del pensamiento más correcto sobre la importante cuestan de la autonomía de la provincia de Segovia y su significado con respecto a la reivindicación regio­nal de Castilla, nos ha parecido conveniente y útil recoger en este folleto cinco notables trabajos que, entre otros también valiosos y que asimismo interesa reunir en volumen, han aparecido en la prensa diaria con motivo del debate suscitado en el curso del proce­so sobre la constitución de Segovia en comunidad autónoma uniprovincial.

Como viene manteniendo insistentemente Comu­nidad Castellana, y ha precisado en certeras palabras uno de sus fundadores, «la creación de la híbrida y ar­tificiosa entidad regional de Castilla-León, así como la de Castilla-La Mancha, son decisiones políticas grave­mente erróneas por muchas razones. La sola enun­ciación de los nombres de estas dos nuevas entidades, Castilla-León y Castilla-La Mancha, pone de mani­fiesto que Castilla ha sido mutilada y que importantes porciones de ella han sido anexionadas a sus vecinos, los antiguos reinos de León y Toledo. Hecho que re­sulta a primera vista inexplicable, dada la destacada personalidad de Castilla en la historia, la cultura y el conjunto todo de la nación española>.

El objetivo esencial de Comunidad Castellana ---proclamado en el Manifiesto de Covarrubias de 26 de febrero de 1977- es la restauración cultural, cí­vica y material del pueblo castellano; el reconoci­miento, afirmación y desarrollo de la personalidad de Castilla como entidad colectiva en el conjunto de los pueblos españoles, y la promoción de los valores e in­tereses de Castilla y de todas las tierras y comarcas que la integran.

Por ello Comunidad Castellana ha protestado desde el primer momento por el hecho asombroso de que Castilla haya sido eliminada del mapa autonómi­co de España y se viene oponiendo constantemente a los conglomerados de «Castilla-León» y de «Castilla-­ La Mancha», en los que se disuelve la identidad his­tórica, cultural y regional de Castilla.

La provincia de Segovia rechazó legalmente su incorporación al ente castellano-leonés y en la actuali­dad sustancia el proceso constitucional iniciado por el histórico acuerdo adoptado por la Diputación Provin­cial en su sesión de 31 de julio de 1981, para consti­tuirse en comunidad autónoma uniprovincial, ejer­citando el derecho a la autonomía que se reconoce en el artículo 143 de la Constitución. Acuerdo que. precisamente había sido solicitado por Comunidad Cas­tellana, mediante escrito formal presentado a la Cor­poración Provincial el 27 de enero del año actual; y que, interesaron también otras entidades, corporacio­nes, autoridades, mandatarios, representantes popu­lares y ciudadanos de Segovia.

Estamos asistiendo en Segovia a una situación ex­traordinaria: amplios y diversos sectores del pueblo segoviano resisten con toda firmeza, dando un claro ejemplo de dignidad, las arbitrarias decisiones de los aparatos centrales de poder, del Gobierno y de los dos partidos dominantes, extrañamente maridados para el objeto de conducir a Segovia por la fuerza al ente de «Castilla-León».
Frente. a la opresión y el manejo centralista de los que aparecen empecinados en violentar la libertad de los segovianos y disponer de su destino, Comuni­dad Castellana cree y defiende. que Segovia tiene, la razón y que no se dejará arrebatar una victoria popular ganada con todas las de la ley en circunstan­cias adversas.

Esta actitud segoviana no obedece a una posición cantonalista o provincialista, sino a un planteamiento de defensa de la causa de Castilla. Segovia es cons­ciente de su castellanía y desea contribuir, mante­niéndose como territorio castellano autónomo, a la reivindicación regional de Castilla. Segovia es caste­llana y, como tal, alza su voz por Castilla y proclama el derecho de sus provincias hermanas y de todos los castellanos al rescate y reconocimiento institucional de la verdadera Región Castellana.

En este sentido, el acuerdo de la Diputación de Segovia por el que se inicia el proceso legal de. auto­nomía declara explícitamente que el Estatuto sego­viano contendrá las previsiones necesarias para la po­sible y preferente unión, en el futuro, de la comu­nidad autónoma de Segovia a la entidad limítrofe. que mejor represente y asuma los valores de Castilla.

Segovia, octubre de 1981.

COMUNIDAD CASTELLANA.-Consejo de Segovia


I SEGOVIA: SIN SONRISAS, POR FAVOR

Sonrojo da hablar de ello. Y mucho más, escribirlo. La autonomía de. Segovia se ha convertido en algo así como en un chiste o una cota insuperable de insensatez, del dónde. vamos a ir a parar de la maraña autonómica en que, sin pensárselo dos veces, nos metieron en su día los políticos en el poder, en la oposición y la capacidad mimética y dema­gógica de la clase intelectual que tiene acceso a las páginas de los periódicos. Segovia, de la que nadie se acordaba (y ahí está para demostrarlo su puesto en la renta per cápita, su nivel de despoblación, la calidad de sus servicios y un lar­go etcétera de carencias, olvidos y explotaciones seculares) como no fuera para utilizarla como trampolín de ambicio­nes políticas personales, fotografiar el acueducto o comer cochinillo, es ahora la obligada referencia de todos aquellos que, con la sola mención de su nombre (¡hasta Segovia!), normalmente acompañada de una sonrisa de cachondeo, quieren hacer ver al auditorio que lo de las autonomías es, pura y simplemente, un absurdo hazmerreír político. Los hay mas comprensivos que, con cara de falsa perplejidad, dicen que lo de. Segovia no lo entienden... La cosa se com­pleta con las conclusiones del famoso informe de los exper­tos ya que, más o menos, viene a decir que las autonomías provinciales no tienen sentido. Pero que, dadas las circuns­tancias, conviene hacer excepciones con Asturias, Cantabria (antes Santander), Rioja (antes Logroño), Madrid (a título de sedicente D. F.) y Murcia. Amén, naturalmente, de los específicos casos de Navarra, por un lado, y Ceuta y Meli­lla, por otro. O sea, y aunque en algunos casos sea lógico, que caben ocho excepciones a una regla general que sólo se va a aplicar a Segovia. Decisión apoyada, eso sí, con contundentes razones que olvidan, sin embargo, el pequeño detalle de que la inmensa mayoría de los ayuntamientos se­govianos, que se supone tienen la misma representatividad teórica que los de otras provincias, se han pronunciado, pri­mero, en contra de la integración en el híbrido Castilla-León, y después, a favor de la autonomía uniprovincial. Ruego al curioso lector que no inicie un amago de sonrisa previo al ya estamos y piense, al menos, que los segovianos no son ni más tontos ni más listos que los nacidos en otros lugares más propicios a despertar comprensión y apoyo moral, ni sus razones, en principio, tienen por qué echarse sin más al pozo de los despropósitos.

Y es que lo de Segovia no lo entiende nadie, claro. Y no se entiende porque los políticos han hecho todo lo posi­ble para que no se entienda. Pero que tiene su explicación. Una explicación que nos llevaría directamente a eso que se ha venido en llamar «agravio comparativo» referido a otras regiones distintas a Castilla, pero que tiene en ésta su más exacta aplicación. Hablar de Castilla en España es llorar. _Desde Isabel la Católica, a quien Dios confunda, hasta el señor García de Enterría, pasando por Carlos V y su impe­rio, la remodelación provincial del XIX y el fascismo valli­soletano de Onésimo Redondo y sus discípulos. Una historia larga, apenas estudiada, envuelta en tópicos, esquilmada y manipulada en sus símbolos e interesadamente confundida con todo aquello que huela al nefasto centralismo de un Madrid que tiene de castellano lo mismo que Gerona de cordobesa. Para los catalanes, Castilla empieza en Los Mo­negros; para los gallegos, en El Bierzo; para los andaluces, en Despeñaperros... y así hasta el infinito de insolvencias históricas y analfabetismo geográfico. Algo, por cierto, en esta lamentable confusión actual tuvieron que ver los escri­tores de 1898 y algunas de sus famosas descripciones paisa­jísticas, metiendo en el mismo saco los campos manchegos con la Tierra de Campos y llenándose la pluma con la in­finita llanura castellana (?), cuando lo que distingue el pai­saje de Castilla es su constante delimitación por la línea azul de las cordilleras. Bastante parecido, por cierto, con lo que pasó con la historia, incluido el pendón morado (que no era morado, sino rojo) y la adjudicación indebida de otros sím­bolos que jamás fueron castellanos, sino de todo el imperio español, que no es lo mismo. Pero, es igual, con Castilla vale todo. Entre otras cosas, porque los explotadores caste­llanos viven hoy, y desde hace siglos, en ciudades sin indus­trializar, en campos semidespoblados, en pueblos sin jóve­nes, con la población adulta desperdigada a los cuatro vien­tos, utilizando métodos agrícolas ancestrales, vaciados de sus costumbres y tradiciones, víctimas del caciquismo... Y, claro, en ese contexto, se ha podido hacer con Castilla lo que nadie hubiera osado hacer con Aragón, Cataluña o An­dalucía, por poner sólo tres ejemplos, y que, a grosso modo, y sin ánimo de ser exhaustivo, ha sido: desconocer su his­toria, uniéndola al reino de León y homologándola con él, mutilarla en su territorio separándola de Santander y La Rioja, sin las cuales Castilla no tiene sentido, y confundir una de las regiones españolas de más recia personalidad con una confederación hidrográfica. Segovia jamás hubiera pedido la autonomía uniprovincial si Castilla hubiera sido reconocida como tal. Pero, al no darse este elemental presu­puesto, ha decidido irse por su lado y no participar en el híbrido castellano-leonés. Me gustaría decir que ha hecho bien, pero, tal y como están las cosas, ni siquiera eso está claro.

La relación de fuerzas políticas en Segovia está así. La descripción es importante porque nos remite a cómo se han hecho las cosas en materia autonómica. UCD (dos diputa­dos, tres senadores y mayoría de los ayuntamientos, conti­nuista respecto al franquismo y, por tanto, con tradición caciquil) a favor de la autonomía provincial y por razones que van desde una mayor conexión con la opinión pública hasta otras menos confesables de conservación de actuales y seculares sinecuras. Hay que decir que UCD nacional, y muy especialmente el leonés Martín Villa, está fuertemente en contra de esta postura, en la que, por cierto, coincide con la izquierda, que unánimemente se muestra a favor del ente castellano-leonés. La izquierda, representada especial­mente por el PSOE, defiende la integración por razones de obvia perspectiva electoral: la inserción de una zona agrí­cola en otra industrial (Valladolid, León) supone un au­mento progresivo de sus posibilidades. Digamos, para ter­minar, que las élites culturales, como en todas partes, de­fienden la propia personalidad castellana y son, por tanto, contrarias a la integración. El pueblo, en general, vive al margen de la cuestión y, aunque no sean desdeñables cier­tos asomos de despertar regionalista y un claro sentimiento de animadversión al «centralismo vallisoletano» que tiene raíces históricas con resonancias presentes. Segovia no quie­re ser ni el merendero de Madrid ni la mano de obra de Valladolid. Ese es un sentimiento que UCD aprovecha y que la izquierda, con escasas raíces, pero con porcentaje de vo­tos importante, no quiere ver.

En fin, he ahí, sucintamente explicado, el galimatías segoviano, que hubiera exigido un serio acto de contrición por todas las fuerzas políticas implicadas, que son todas las nacionales. No ha sido así, sin embargo, y se va a imponer una decisión, probablemente tan discutible como la contra­ria, pero que tiene un importante componente antidemo­crático: va a hacerse en contra de la mayoría de los segovia­nos (al menos, teniendo en cuenta los resultados de tres con­tiendas electorales), en los que, además y para colmo, se quiere ejemplarizar y poner coto al «desmadre autonómico» del que Segovia, y casi da vergüenza decirlo, no es causa, sino efecto. La inconsciencia, los deseos de medro personal, el desconocimiento de la historia, la demagogia y el apre­suramiento (y el efecto imitador hacia Cataluña y Euskadi) no han estado más presentes en Segovia que en otras mu­chas autonomías que tienen ahora luz verde, y bendición de expertos. Pero Segovia está en Castilla, esa región descono­cida, maltratada y olvidada, en quien, sin embargo, hay que simbolizar el castigo y la venganza anticentralista. En Castilla, además, no queda apenas nadie para protestar: monumentos de un pasado que los historiadores contaron mal y los políticos del presente desdeñaron en su ignorancia. No es demagogia, aunque pueda parecerlo. El lío autonó­mico de las nacionalidades no históricas en que un buen día nos metió la clase política ensoberbecida de singularidades y con ansias de medrar explotando el lícito sentimiento anti­centralista, ya tiene un chivo expiatorio en que descargar sus errores: Segovia. Una historia, una tierra y unas gentes que, sin duda, merecían mejor suerte. Segovia va a inte­grarse en Castilla-León. Y a lo mejor es bueno que así sea. Pero, por favor, que nadie se ría cuando se habla de la autonomía segoviana. O nos reímos todos o aquí no tiene de­recho a reírse nadie.

PEDRO ALTARES
«El País», 10 julio 1981




II EPISTOLA MORAL A DON PEDRO ALTARES

Gracias, Pedro amigo, por tu gran artículo sobre la autonomía de Segovia. Ya era hora de que «El País», tan dado a silenciarnos, hablara de Segovia, aunque fuera bien.

Como tienes casa abierta, y hospitalaria, en la Aldehue­la, y amistades y convivencias segovianas, has aprendido a conocer a este pueblo y esta tierra nuestra: que te parecen merecedores de mejor fortuna. Por eso tu artículo viene a hacerles justicia y .a defender su dignidad. Segovia es algo más que una simple mercancía de cambio en el toma y daca de una negociación política, en Madrid, para el reparto del poder.

Tu juicio, dilecto amigo, es acertado. La mayoría de los segovianos somos opuestos a la incorporación de nuestra provincia -y menos por la fuerza- a la comunidad autó­noma de Castilla y León. Como es sabido, la iniciativa que promovió el ente preautonómico castellano-leonés no fue aceptada ni por la Diputación Provincial ni por la inmensa mayoría de los municipios segovianos. Por tanto, con arre­glo a la Constitución (artículo 143,3), al no prosperar esa iniciativa, solamente podría reiterarse pasados cinco años.

Como no se te oculta, estimado Pedro, el efecto consti­tucional fue más grave: el fracaso en Segovia de tal iniciati­va autonómica comporta la disolución del Consejo General de Castilla y León, como incurso en el precepto terminante de la disposición transitoria 7.a b) de la Constitución. El Consejo es jurídicamente nulo. Con todos los respetos, no tiene otro valor que el de una fantasmagoría que parece legal y no lo es.

. Sin embargo, los aparatos políticos centrales, concerta­dos en Madrid, caen en la tentación de hacer juegos mala­bares con la Constitución, y echando mano del artículo 144, pretenden que, por una ley orgánica de las Cortes, la pro­vincia de Segovia entre, como sea, en ese ente castellano­leonés, constitucionamente nulo. El pretexto es «sustituir la iniciativa de las corporaciones locales». Craso error: no se puede sustituir una iniciativa que ya se tomó, si bien no prosperó. Se trataría de repetir o reproducir la iniciativa; lo que no es permitido hasta que no hayan pasado los men­cionados cinco años.

Más razonable sería -y más adecuado al bien de Es­paña- reconsiderar el planteamiento de «Castilla y León», corregir los errores cometidos y reconocer que hay dos re­giones diferentes, la leonesa y la castellana, que tienen per­fecto derecho a ver respetada su identidad y a no encon­trarse confundidas y disueltas en un híbrido estéril, en una amalgama despersonalizadora.

Existe ciertamente entre los segovianos, como tú seña­las, un sentimiento generalizado de oposición al centralismo de las oligarquías de Valladolid. «Segovia -dices bien- no quiere ser ni el merendero de Madrid ni la mano de obra de Valladolid». Segovia aspira a mantener su destacada per­sonalidad, desarrollar sus tradiciones culturales y fomentar un progreso económico y social adecuado a su manera de ser.

Pero -tú lo has comprendido exactamente, admirado Pedro-, no estamos ante una actitud cantonalista. Segovia sabe que es castellana y quiere serlo. Defendiendo la auto­nomía de Segovia, como reducto o baluarte de la castella­nía, impedimos la liquidación de la personalidad castellana y creamos las condiciones para el rescate de Castilla. Ante todo, pensando en España, que, en el problemático pano­rama actual, necesita de una Castilla auténtica, como pieza armónica del conjunto español.

Por eso aciertas plenamente cuando dices que Segovia jamás hubiera pedido la autonomía uniprovincial si Castilla hubiera sido reconocida como tal. Pero, al no darse este elemental presupuesto, ha decidido mantenerse en su ser provincial y no participar" en el híbrido castellano-leonés. Desconfiad de. los híbridos, recomendaba Goethe.

Lamentas en tu artículo que se va a imponer una deci­sión antidemocrática, en contra de la mayoría de los sego­vianos: que «Segovia va a integrarse en Castilla-León». Per­dona, Pedro, pero no es eso. Segovia no va a permanecer en silencio, no nos vamos a resignar. Corporaciones, entidades, mandatarios y ciudadanos de Segovia, con toda la firmeza que haga falta, van a resistir esa manipulación centralista que el pueblo segoviano no se merece.

Ni los partidos políticos ni el Gobierno pueden dispo­ner a su arbitrio de la autonomía de una provincia. Es la provincia la que tiene el derecho, amparado por la Consti­tución. Los acuerdos de los políticos no son decisiones del Estado; y si intentan llevarlos a efecto, por la fuerza de un precepto legal de excepción, muchos segovianos estarán dis­puestos a recurrir por todos los medios propios de un Estado de derecho para denunciar y corregir la violación de la Constitución Española.

Si la política no tiene un fundamento ético, si se reduce a maniobras y forcejeos por la tenencia y disfrute del poder, vaciamos a la democracia de su más noble contenido. El valor profundo de la democracia radica en el sentido moral de la actuación pública, inspirada en criterios serios y ele­vados, en la estimación sincera de la dignidad de la persona y de las colectividades humanas, y en el respeto de sus dere­chos y libertades. La democracia, en definitiva, es una acti­tud moral.

La provincia de Segovia, en el asunto que nos ocupa, tiene razón, moral y legal. Digo yo, por eso, que no podrá ser atropellada.
Contigo, Pedro amigo, recuerdo -para quien haga falta- la epístola del clásico. Fabio, las esperanzas corte­sanas prisiones son do el ambicioso muere y donde al más astuto nacen canas.

Es en el pueblo y no en la pasión angustiosa de man­dar, donde se ha de depositar la confianza y la lealtad.

MANUEL GONZALEZ HERRERO
«El Adelantado de Segovia», 23 julio 1981

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