miércoles, diciembre 27, 2006

Los Foramontanos

Los Foramontanos

Cuando Fernán González abre los ojos a la vida en el Picón de Lara y es bautizado en la iglesia de San Millán, el santo de la devoción castellana por excelencia, habían pasado ya cien años desde el nacimiento de Castilla.

Con la invasión árabe y, especialmente, con las campañas del siglo VIII y la desolación que impone Alfonso I, la cuenca del Duero quedó convertida en desierto. Se arruinaron villas, los castros, las antiguas ciudades romanogodas. La tierra quedó yerma, la población huyó, replegándose sobre la cordillera del norte. Pasaban los años y la tierra no podía sostener a tanta gente. Un pueblo denso, pobre, hambriento y agobiado se amontona en los angostos valles cantábricos.


Eran en poca tierra muchos omes juntados;
de fambre e de guerra eran muy lacerados ...


Como diría más tarde, hacia 1255, el anónimo monje de San Pedro de Arlanza que en este cenobio escribe el Poema de Fernán González:


Vysquieron castellanos grand tiempo mala vida,
en tierra muy angosta, de vyandas fallida,
lacerados muy grand tiempo a la mayor medida ..


Esta miseria es la que los castellanos quieren sacudir cuando se deciden a emprender la gran aventura: salir fuera de las montañas. Hacia el 814 se inicia la empresa. "En la era 853 (rezan los Anales Castellanos) salieron los foramontanos de Malacoria y vinieron a Castilla". Una masa de gentes atenazadas por el hambre y dispuestos a jugárselo todo, se desgaja de las estribaciones orientales de los Picos de Europa, bajan buscando la llanura hacia el sur y el este, desalojan a los moros y empiezan a asentarse en las tierras y valles del norte de Burgos, en el alto Ebro por Bricia, Villarcayo, Espinosa de los Monteros, Amaya, Valdegobia y Medina de Pomar; en la antigua Bardulia, que pronto se empezará a llamar Castilla.


Era toda Castilla sólo una alcaldía,
maguer que era pobre e de poca valía,
nunca de buenos omes fue Castilla vazía ...


Estos hombres forman, en efecto, un pueblo pobre y rudo, pero dotado de una tremenda energía. Apresudaramente (las herramientas de trabajo en una mano y en la otra las armas) roturan las tierras baldías, levantan granjas, pequeñas iglesias y fuertes castillos, colonizan los yermos , repueblan las antiguas villas abandonadas. Son hombres libres: toman, rompen y labran la tierra para ellos mismos; se hacen pequeños propietarios y aprovechan colectivamente las grandes extensiones comunales que se reserva el grupo vecinal.

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