miércoles, febrero 21, 2007

El Cid, eterno modelo para los castellanos

(Artículo publicado por José María Rupérez en El Adelantado de Segovia, el 28-6-99 )

El 10 de Julio de 1999 se cumplirán 900 años de la muerte del Cid Campeador, siendo por ese motivo que la figura del inmortal burgalés está recibiendo toda clase de homenajes y manifestaciones culturales: congresos, artículos, señalización del camino de destierro, etc. Y si todos esos actos contribuirán a dar a conocer un poco más la figura del héroe castellano, sigue siendo Rodrigo Díaz de Vivar el gran desconocido tanto entre las capas populares como entre los sectores con mayor nivel cultural, y ha sido esa ignorancia secular que desprecia lo que desconoce la que - entre otras cosas - ha contribuido a que Castilla se haya ido sumergiendo en tan lamentable decadencia, pués si generación tras generación los castellanos hubiéramos sabido tomar al Cid como modelo, no habría llegado Castilla a las postrimerías del siglo XX en la deplorable situación en la que se encuentra.

La Castilla en la que el Cid nació (hacia el año 1043) estaba gobernada por el rey Fernando I, pero es con el hijo de éste, Sancho II, con quién el Cid inicia su vida militar, gozando de la estima y alta consideración del rey Sancho quien le nombró capitán supremo de su ejército. Este importante cargo militar lo conservó Rodrigo durante toda la vida de Sancho, y con el buen entendimiento y alizanza entre el rey y su distinguido vasallo consiguió Castilla la hegemonia peninsular que hasta entonces había ostentado el Reino de León.

Una de las cualidades que adornaron la vida de Rodrigo fue su gran valor, acreditado en múltiples ocasiones, siendo probablemente la primera de ellas con motivo de la guerra que entabló el rey Sancho (en el año 1067) contra el rey moro de Zaragoza, Moctádir, y tal fué el valeroso comportamiento de Rodrigo en el asedio a Zaragoza que dió lugar a que el historiador hebreo José ben Zaddic le bautizara con el nombre de Cidi que en hebreo significa "mio Cid", es decir "mi Señor", expresión con la que, en lo sucesivo Rodrigo fué designado por sus vasallos.
Aparte del valor, sobresalió el Cid por su alto concepto de la fidelidad mostrada hacia el rey Alfonso en su condición de vasallo de éste (una vez muerto el rey Sancho II). La fidelidad de Rodrigo hacia Alfonso está impregnada de un extraordinario mérito ya que fueron muchas las ocasiones en las que el Cid fué tratado de forma inexplicablemente mezquina por el envidioso rey; y a pesar de haber sido expulsado de Castilla de forma injusta e inmerecida, jamás el Cid se rebeló contra su rey, todo lo contrario, buscó cuantas oportunidades tuvo a su alcance para ser aceptado por él.

Otro aspecto importante de la personalidad del Cid es su gran religiosidad puesta de manifiesto en los momentos importantes de su vida de vencedor del enemigo musulmán. Esas convicciones religiosas de Rodrigo quedaron bién patentes en el importante discurso que el Campeador pronunció a los pocos días de haber conquistado Valencia. El historiador Ben Alcama se hizo eco del mismo poniendo en boca del Cid estas palabras: "Yo soy hombre que nunca tuve un reino, ni nadie de mi linaje lo ha tenido; pero desde el día que a esta villa vine me pagué de ella, la codicié y rogué a Nuestro Señor Dios que me la diese. Y ved cuál es el poder de Dios, el día que yo llegué para sitiar a Juballa no tenía más que cuatro panes, y me ha hecho Dios tal merced, que gané a Valencia y soy de ella dueño. Pues ahora, si yo obrare en ella con justicia y encaminare a bién sus cosas, Dios me la dejará; más si obro mal, con soberbia y torcidamente, bién sé que me la quitará".

Cabe también destacar en el Cid su comportamiento político basado en el respeto y la generosidad hacia los vencidos, actitudes que quedaron plasmadas en las normas que dictó para los moros recién conquistados en Valencia, y que están contenidas en el extraordinario discurso al que me he referido en el párrafo anterior. A quienes habian sido sometidos por él se dirigió el Cid en estos términos: "Yo deseo por mí mismo entender en todas vuestras cosas, ser para vosotros tal como un compañero, guardaros así como como el amigo guarda al amigo y el pariente al pariente. Deseo remediaros y curar vuestros males, pues lamento la miseria que habéis sobrellevado. Y ahora quedaos en vuestra tierra muy seguros, he prohibido a mis gentes que nadie meta cautivo moro ni mora en Valencia, y si alguien faltase a esto, tomad el cautivo, soltadle y matad al que lo metiere, sin que por ello se os siga pena alguna". ¡Que diferencia de comportamiento el del Cid con respecto a los enemigos que vence, con el que han llevado a cabo otros vencedores de guerras!

Las cualidades excepcionales del Cid nos permiten llegar a la conclusión de que no se trata únicamente de un personaje histórico de relevante importancia por las hazañas que realizó frente a los moros hace novecientos años, sino que esos valores humanos que en él sobresalieron de forma tan destacada tienen plena vigencia en la sociedad actual, por lo que debiera constituir un modelo a seguir para cualquier castellano de nuestro tiempo. Ese ha sido el error de los castellanos: considerar a los héroes que nos han precedido como venerables piezas de museo de las que nos sentimos más o menos orgullosos, sin caer en la cuenta de la responsabilidad que tenemos, generación tras generación, de cuidar la extraordinaria herencia que ellos nos legaron.
El Cid amaba a su tierra y se sentía perfectamente identificado con Castilla, y por la posición privilegiada que ostentaba en la vida política de aquella sociedad castellana contribuyó de forma decisiva para que Castilla ocupara un lugar preponderante en la del siglo XI. El genio militar del Cid puesto al servicio del rey Sancho II hizo que Castilla se colocara a la cabeza de los reinos de España. ¿Que papel juega Castilla en la España de las postrimerias del siglo XX? Da pena responder a esta pregunta, pues en nueve siglos de historia hemos pasado de los primeros a los últimos, peor que los últimos: no existimos. Castilla no existe ni como ente territorial, ni como ente político.

La Castilla del Cid, para desgracia del pueblo castellano, dista mucho de parecerse a la Castilla de nuestro tiempo. Con Sancho II y el Campeador, Castilla consiguió erigirse en el reino hegemónico peninsular. En nueve siglos los castellanos hemos dilapidado aquella magnífica herencia, y lo más grave de todo es que -salvo muy pocas excepciones- todavía no nos hemos enterado de que forma tan brutal nos hemos empobrecido: hemos perdido parte sustancial de nuestro territorio; la voz de Castilla no se escucha en ninguna tribuna política; y nuestro rico patrimonio cultural languidece por la ausencia de instituciones netamente castellanas que le den aliento.

Si el Cid pudiera regresar a Castilla de nuevo montado en su caballo Babieca y empuñando en su mano derecha su famosa espada Tizona, ¿qué cara pondrían todos esos políticos desaprensivos y oportunistas que han antepuesto sus intereses personales a los justos y legítimos intereses de Castilla? Pondrían la misma cara de pavor que pusieron los nobles cristianos y los nobles musulmanes con quienes se enfrentó el Cid. Y es que la Castilla de nuestros días es víctima de la falta de liderazgo de un castellano valiente y genial como lo fué Rodrigo Díaz de Vivar.

1 comentario:

tony monton dijo...

Soy tony Montón, y junto con Juan Cristóbal González, hijo del escultor de mismo nombre, estamos realizando una web dedicada a su padre y que os paso a continuación.
Tenemos una ardua taré de búsquedas en lo referente a vida y obra de Juan Cristóbal, entre ellas hemos ido al archivo del ayuntamiento de Burgos en la que tienen excelente e inmensa documentación de El Cid.

http://www.juancristobalescultor.es

Gracias por vuestro blog
Un saludo
Tony Montón