domingo, febrero 22, 2009

De la apuesta de CCOO por el empleo

De la apuesta de CCOO por el empleo

En la fracasada (por ahora) integración de las cajas de ahorro de esta Comunidad Autónoma (que no región) me sigue sorprendiendo el apoyo encontrado en el sindicato Comisiones Obreras. Su presidente, para esta Comunidad Autónoma, así lo ha manifestado claramente en todos los foros, antes y ahora, con motivo de su reciente Congreso. Esto se contradice con su defensa a ultranza del empleo presente y futuro, quiero suponer que también del generado por las cajas de ahorro. UGT, por el contrario, no ha perdido los papeles y se ha negado a dar su apoyo a esta oscura, antisocial y perversa maniobra. Sólo para la provincia de Burgos, se calcula en centenares los puestos de trabajo que se perderían en el sector, empleos altamente cualificados y bien remunerados; esto sin contar las centenares de personas que dejarían de tener empleo en el futuro y que ahora se están formando para ello. ¿Cómo van a explicar los dirigentes de CCOO su actitud a los trabajadores de las cajas de ahorro o a los jóvenes que pierden un rico yacimiento de empleo para el futuro? ¿Cómo se puede entender el apoyo de un sindicato a una maniobra política que va en perjuicio claro del empleo?

José A. Amo
Ciudadanos de Burgos por Castilla La Vieja

jueves, febrero 19, 2009

Tercer manifiesto en el 25 aniversario de Comunidad Castellana

I I I MANIFIESTO
EN EL 25 ANIVERSARIO DE COMUNIDAD CASTELLANA



Se cumplen 25 años de la fundación de Comunicad Castellana , en la villa de Covarrubias (Burgos), con el propósito de impulsar el renacer cívico y cultural de Castilla, reafirmar su personalidad en el conjunto de los pueblos de España y promover la unión de todos los castellanos en la defensa de nuestra identidad y territorio.

El Manifiesto fundacional volvía a las raíces: se hablaba del nacimiento de Castilla en el “pequeño rincón" montañoso situado entre el mar Cantábrico y el Alto Ebro, como un país de hombres libres, que nace, en alianza con los vascos, con personalidad política propia, independizándose del trono astur-leonés continuador de la monarquía hispano toledana, unitaria y de estructuras sociales muy jerarquizadas. La población castellana funde en su suelo viejas estirpes cántabras, vascas y celtíberas, formando una sociedad de tradición igualitario y creando un Estado de base popular, comunera y foral.

Se afirmaba que Castilla y León, aunque vecinos, son países diferentes y de muy distintos orígenes y desarrollos; a la vez que se denunciaba cómo la historia de la Castilla original y auténtica viene siendo ocultada o adulterada, desde hace siglos, por una historiografía al servicio de las oligarquías dominantes y más tarde por el unitarismo y el centralismo del estado moderno.

La verdadero tradición castellana, se afirmaba igualmente, tiene raíces populares y es comunera y foral- respeto a la libertad de las personas, igualdad ante la ley, estado de derecho de acuerdo con los fueros y los uso y costumbres del país, pactos y acuerdos de unos concejos con otros, con el rey y con los otros estados. "Nadie es más que nadie", dice una viejísimo sentencia popular.

Finalmente, el Manifiesto fundacional, hacía una llamada a toda Castilla - desde la Montaña cantábrica hasta las serranías de Cuenca- y desde la margen derecha del Ebro en la Rioja hasta la izquierda del Pisuerga en Burgos - a ocupar el puesto, digno e igual, que en la comunidad fratema de los pueblos de España le corresponde. Y concluía: En este crítico momento de su historia el pueblo castellano se levanta para afirmar su derecho a la supervivencia y su voluntad de mantener su identidad.

He aquí un breve resumen de aquel primer Manifiesto de los fundadores de Comunidad Castellana, el 26 de febrero de 1977, convocando a todas las personas identificadas con su espíritu y sus propósitos.

Al cumplirse los 15 años, CONUNIDAD CASTELLANA hizo público un segundo Manifiesto en el que, tras hablar de como la Constitución democrática en su mismo preámbulo proclama la voluntad de proteger a todos los pueblos de España en el ejercicio de sus culturas, tradiciones e instituciones, idea reiterada en el artículo 2 que reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que integran la nación, denunciaba el injusto trato dado a Castilla no permitiendo a esta comunidad histórica crear su propia comunidad autónoma, sino troceándola en cinco pedazos: uno de ellos (provincia de Burgos, Soria, Segovia y Avila) ha sido agregado al antiguo reino de León para formar un conglomerado político-administrativo llamado "Castilla y León"- otro ha sido añadido a un segundo conglomerado llamado "Castilla-La Mancha"-, dos castellanísimas provincias (La Montaña Cantábrica, solar originario de Castilla, y la Rioja, cuna de la lengua castellana) antes de verse incorporadas a una región extraña han preferido las correspondientes autonomías uniprovinciales; y para terminar, el territorio castellano de Madrid, incluida en él la capital de España, ha sido convertido en comunidad autónoma uniprovincíal. Castilla, como tal, - y con ella los antiguos reinos de León y de Toledo - ha sido eliminada del concierto nacional de los pueblos hispanos.

Tras analizar las razones que han llevado a tamaño desatino e injusticia, COMUNIDAD CASTELLANA se preguntaba qué hacer en tan grave situación. Ante todo - señalaba afirmar nuestra condición de castellanos y nuestra conciencia colectiva con el mismo vigor que otros pueblos de España ponen en mantener las suyas. Y tras señalar caminos, y decir que la tarea es larga y muy dura, terminaba llamando a todos los castellanos a trabajar sin desmayo por una Castilla nueva y tradicional a la vez, fiel a lo que de noble y ejemplar tuvo en el pasado y empeñada en levantar un mejor porvenir, a forjar la Castilla cabal de todas sus provincias y comarcas.

COMUNIDAD CASTELLANA se opuso en todo momento al destrozamiento del territorio y ha defendido la integridad geográfica de una castilla autónoma dentro de la cual, y siguiendo la tradición del país, las provincias mantengan su propia autonomía. Así como el País Vasco se ha considerado tradicionalmente compuesto por las provincias autónomas de Guipúzcoa, Vizcaya y Álava, así es de concebir Castilla como una mancomunidad de las provincias castellanas. Comunidad Castellana defiende la autonomía uniprovincial de la Montaña cantábrica y de la Rioja - como defendió en su día la de Segovia que la mayoría de sus ayuntamientos solicitaba - para evitar su absorción por el conglomerado castellanoleonés y como primer paso hacia una Castílla cabal integrada por todas las provincias castellanas.

La colección de Castilla (boletín de la asociación publicado en Segovia entre 1978 y 1992) recoge, no sólo las actividades realizadas por la asociación, sino también un conjunto de editoriales y manifiestos que recogen su pensamiento. Son piedras sólidas desde las que seguir construyendo un regionalismo propiamente castellano.



Hoy, al cumplirse los 25 años, COMUNIDAD CASTELLANA vuelve su mirada al camino recorrido y la labor realizada desde su fundación, reafirma sus propósitos originales y pone sus ideas de acuerdo con las nuevas circunstancias nacionales. Una nueva generación, a la que ha llegado el mensaje, se incorpora a la tarea.

Y nos hemos reunido aquí, en Madrid, ante la estatua pétrea del primer Conde Independiente de Castilla que se erige majestuosa en la Plaza de Oriente, junto al Palacio Real, al inicio del tercer milenio y cuando se cumple el VIII Centenario del Fuero de Madrid, algunos de los fundadores de la asociación y otros jóvenes miembros de la misma en los que ha prendido la llama, todos con conciencia clara y renovado ánimo.

La campaña publicitaria en pro de la autonomía de la nueva región castellano-leonesa se hizo en gran parte a base de la necesidad de modernizar el país sin perder el tiempo en vanos historicismos". En tales circunstancias, argumentaban estos modemizadores, la definición de la identidad histórica y del territorio geográfico de la región debía excluirse en aras del progreso ante las necesidades urgentes del desarrollo de la economía regional a nivel europeo.

Sin embargo, la defensa de Castilla - como la de cualquier otra nacionalidad o región histórica -, en cuanto entidad autónoma en el conjunto de los pueblos de España, no puede plantearse en términos exclusivamente económicos, presentándola con las ventajas y los inconvenientes de un proyecto financiero. La Constitución es el instrumento de convivencia democrática que nos hemos dado los españoles para proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, culturas y tradiciones, lenguas e instituciones. (Preámbulo de la Constitución española de 1978). No se pueden negociar la identidad y los sentimientos regionales en el mercado político. Los castellanos tenemos derecho a amar nuestra región, y a trabajar por su progreso y desarrollo manteniendo nuestra propia personalidad y cultura. Para liquidar a los pueblos se comienza por despojarles de su memoria- se destruye su cultura y su historia. Y alguien escribe otros libros, les da otra cultura y les inventa otra historia. Esto está ocurriendo en Castilla y León, sin embargo hay muchos que no nos resignamos a perder las raíces de nuestra identidad como pueblo.

Ninguno de los partidos y organizaciones que propiciaron la creación y posterior dirección política y administrativa de los entes autonómicos en que quedó dispersa Castilla han ido más allá de comportarse como máquinas de ganar votos y elecciones, con programa intercambiables, con análogas ínfulas reformistas e impotencia real ante problemas tales como el envejecimiento, la desertización rural, la superpoblación urbana, el reparto del trabajo, el terrorismo, las sacudidas de la especulación financiera, el deterioro ecológico, y una democracia formal controlada por los grupos de presión sin una verdadera participación de la sociedad. Todo nos lleva a reducir al castellano a ser un cliente-consumidor, espectador-receptor pasivo del espectáculo de los Medios, detentador homogéneo y estándar de unos derechos humanos individuales, que no reconocen a los sujetos sociales como la familia o la comarca y que cada vez le hacen perder su ser comunitario característíco. Así, el ciudadano se convierte en un ser abstracto, sin singularidades resaltables, vulgarmente utilitarista, alejado de su historia y sus raíces, convenientemente inculto, desafiliado y desinstitucionalizado, amén de tolerante con la corrupción y el caciquismo. En suma, el elemento ideal de la república atomizada y sin verdaderos ciudadanos, el dócil sujeto de la omnipresente burocracia del Estado gestor y sus supuestas bondades, el perfecto súbdito del mercantilismo mundialista.

En los ámbitos educativos y académicos priman hoy, a la hora de referirnos a nuestro pasado, la actual división político - administrativa regional, que se quiere justificar con la manipulación y tergiversación de la historia. Esto se hace especialmente grave en Castilla, secuestrada su identidad y troceada en cinco trozos: Castilla (y León), Castilla (-La Mancha), Cantabria, Rioja y Madrid, Castilla se encuentra indefensa y confusa.

Nuevos grupos de opinión, a veces surgidos con la pretensión de defender la causa castellana, no ayudan a clarificar la situación ni a afirmar la identidad castellana. En imitación de otros nacionalismos españoles periféricos, existe en la actualidad una tendencia a identificar nación y/o nacionalidad con la presencia de una lengua en un territorio concreto. Se olvida, en estos casos, que el bilingüismo ha sido una característica definitorio de varios pueblos españoles.


COMUNIDAD CASTELLANA piensa que lo político no se reduce al Estado. Muy al contrario, cree que lo público es un tejido de grupos intermedios: familias, asociaciones, colectividades locales, comarcales, regionales, nacionales y supranacionales; y que lo político debe precisamente apoyarse en ellas y no anularlas en nombre de abstractos universalismos económicos y de una ética de minimos y de lo políticamente correcto, que no respeta la verdad del hombre y su dignidad. Considera las comunidades locales y próximas, en donde sea posible una auténtica democracia participativa y responsable y no meramente formal que acaba el día de las elecciones.

COMUNIDAD CASTELLANA desearía que Castilla mantenga su ser comunero y foral. No quiere una Castilla que anule diferencias o inscripciones colectivas heredadas de la historia. Si alguna cúspide ha de tener Castilla debería ser resultado de un pacto, una mancomunidad o federación de cuerpos intermedios, como provincias o comarcas, con la pluralidad de decisiones. La Castilla foral no se hará por la mera descentralización sino por la restitución del poder a los cuerpos intermedios, familia, municipio, comarca y/o provincia, con aplicación íntegra del principio de subsidiariedad.

La anomía social y el nihilismo contemporáneo, con sus secuelas de ausencia de responsabilidad, horror ante la mínima molestia o sufrimiento, y el vacío existencias que la moderna organización social, política y económica no hace más que exacerbar, necesita un análisis, un verdadero trabajo de pensamiento de los castellanos con espíritu libre, una revitalización de las comunidades locales, una recuperación de las raíces y tradiciones del pueblo borradas o mercantilizadas por la modernidad, una afirmación de la identidad del pueblo castellano, un retorno a la convivencia comunitaria que respeta la dignidad de la persona y ayuda a encontrar el sentido de la vida.

Por todo lo dicho:
¡Castellanos, pongamos manos a la obra!
El resurgir de Castilla tiene que ser obra nuestra, en el convencimiento de que lo que no hagamos nosotros para defender y desarrollar nuestra propia personalidad, no nos lo harán los de fuera. La tarea es ardua, pero no imposible.

Comunidad Castellana os convoca de nuevo a todos, a esta noble tarea, en el vigésimo quinto aniversario de su fundación.

En Madrid, ante la estatua pétrea de Fernán González, veintiséis de febrero de 2002.

(Inocente García de Andrés)

La realidad de Castilla y León como proyecto común

A propósito del comentario editorial “Aniversario para unir”, publicado en este periódico el pasado sábado día 14 de febrero, y dedicado al 1.100 aniversario del Reino de León, me parece oportuno y necesario replicar algunas de las consideraciones que en él se hacen. Se afirma, en primer lugar, la diversidad de Castilla y León; y esto es evidente para cualquiera ya que se trata de dos regiones diferentes: el antiguo Reino de León, por una parte, y los restos de Castilla La Vieja, por otra; además, el gigantismo del territorio autonómico no puede por menos de exagerar esa heterogeneidad. Pero después se ataca a los que atizan el agravio provinciano o el enfrentamiento entre territorios, a los que acusa de supina ignorancia histórica y de la responsabilidad de estar debilitando este proyecto común que es Castilla y León, heredera orgullosa de las hazañas de dos viejos y sabios reinos: León y Castilla. Me parece que se incurre en varias contradicciones: primero, se mencionan dos reinos diferentes, el nacimiento de uno de los cuales se quiere celebrar, pero también se habla de un proyecto común que es Castilla y León. En todo caso, lo que no se puede acusar a los críticos con el desaguisado autonómico, es de ignorancia histórica pues el mismo editorial concluye citando dos reinos diferentes. Segundo, si es un proyecto común ¿cómo es que se reconocen enfrentamientos entre provincias? Será que el proyecto no es tan común cómo parece. Cuando se constituye en España, con la Constitución de 1978, el actual Estado de las Autonomías, cada una de las entidades regionales históricas pudo acceder al autogobierno, menos las regiones de León y de Castilla. Por otra parte, no existen enfrentamientos entre provincias, lo que existen son movimientos de oposición al actual diseño territorial autonómico; en gran medida generados por una clase política que, de forma suicida, está centralizando todo en la capital de esta ficción que se llama Castilla y León. La prueba de la falsedad de esos enfrentamientos son las buenas relaciones que el movimiento castellanista y burgalesista ha mantenido y mantiene con distintos grupos leonesistas. No hay oposición ni diferencias ni enfrentamientos entre grupos como la UPL o el PREPAL con CiBu o con cualquier otro grupo castellanista, todo lo contrario colaboración y aprecio. La razón es meridiana, ambos comparten una común opresión y un común enemigo: la elite de este engendro autonómico que tiene por centro y sede a la ciudad del Pisuerga.


José A. Amo
Ciudadanos de Burgos por Castilla La Vieja (CiBu)

martes, febrero 17, 2009

SEGUNDO MANIFIESTO DE COVARRUBIAS (Comunidad Castellana 1987)

SEGUNDO MANIFIESTO DE COVARRUBIAS

Castilla surge a la historia en el “pequeño rincón” montañoso situado entre el Mar Cantábrico y el Alto Ebro como un país de hombres libres dueños de las tierras que labran y de grandes extensiones de propiedad colectiva donde pacen sus ganados. Y nace y se desarrolla en Alianza con los vascos (Fernán González fue, no se olvide, el primer conde independiente de Castilla y de Álava, que comprendía entonces la mayor parte del actual País Vasco) independizándose del trono asturleonés continuador de la monarquía hispanogoda toledana, unitaria y de estructuras sociales muy jerarquizadas. La población castellana funde en su suelo viejas estirpes cántabras, vascas y celtíberas, forma una sociedad de tradición igualitaria y crea un Estado de base popular.

La vieja Castilla apenas conoce feudalismo; no medran en su solar grandes latifundios eclesiásticos ni laicos; y en él se desarrollan hermandades, cofradías, merindades y comunidades de ciudad ( o villa) y tierra que se gobiernan autónoma y democráticamente, sin grandes distingos sociales entre los individuos que las integran, Álava, Guipúzcoa y Vizcaya se unen, libremente y por separado, a Castilla con sendos pactos forales y el vínculo permanente de un monarca común.

Los primeros castellanos se comportan como un pueblo original en sus instituciones, su idioma y su cultura; originalidad que en buena parte viene de sus viejas raíces prerromanas. Su lengua, el hoy llamado castellano, con claras influencias eusquéricas, es el más distante del latín entre todos los romances peninsulares. En la primitiva Castilla los cargos públicos son de elección popular, incluso los jueces, que administran justicia en nombre del pueblo. En Castilla, y en el País Vasco, nace así la primera democracia de la Europa medioeval.

Castilla y León, aunque vecinos, son países diferentes y de muy distintos orígenes y desarrollos. Las estructuras sociales y políticas de los países de la corona de León (Asturias, Galicia y León) están reflejadas en el Fuero Juzgo romanovisigótico, código fundamental en todos ellos (rechazado por los castellanos y los vascos), llamado también Fuero de los Jueces de León, pues con arreglo a sus leyes decidían en la ciudad de León, en suprema instancia, los jueces designados por el rey con jurisdicción en todo el territorio de la monarquía.

León y Castilla contribuyeron en sus orígenes de muy distinta manera a la formación de la nación española. Aquél estableciendo la unidad de un Estado español que – con la excepción portuguesa – llega hasta nuestros días; ésta, defendiendo la personalidad propia de los diversos pueblos hispanos, que también hoy perdura y la Constitución de 1978 proclama.

La historia de la Castilla original y auténtica viene siendo ocultada o adulterada desde hace siglos por una historiografía al servicio de las oligarquías dominantes y por el unitarismo y el centralismo del Estado. Se ha elaborado y establecido oficialmente una imagen de Castilla como pueblo imperialista y dominador que ha sojuzgado a todos los demás de España imponiéndoles por la fuerza su lengua, su cultura, sus leyes y sus concepciones políticas. Falsa imagen castellana que ha causado grandes estragos al dificultar gravemente el buen entendimiento entre todos los pueblos de España.

Castilla no es ni ha sido eso que, tergiversando la realidad, de ella con harta frecuencia se dice. No hay ni ha habido en España una hegemonía ni un centralismo castellanos. Las genuinas instituciones de Castilla nada tienen que ver con el absolutismo ni con unitarismo imperial. La verdadera tradición castellana tiene raíces populares y es comunera y foral: respecto a la libertad de las personas, igualdad ante la ley, Estado de derecho de acuerdo con los fueros y los usos y costumbres del país. “Nadie es más que nadie”, dice una viejísima sentencia popular. Castilla no ha dominado a los demás pueblos de España, ni les ha despojado de su personalidad histórica. No ha sido causante, sino la primera y mayor víctima del centralismo estatal; y no sólo del centralismo político y económico, sino también de un centralismo cultural y homogeneizador que ha desfigurado en todos sus aspectos – histórico, político, cultural, y hasta geográfico – su verdadero ser.

Los castellanos debemos rechazar y denunciar las imposturas de esa mitología falsificadora de Castilla. Esta no puede ser identificada con el Estado español unitario y centralista, del cual sólo fue una parte, y no la de mayor peso. Castilla no ha hecho a España, que es obra de todos sus pueblos; ni nació para mandar, pues surgió a la historia defendiendo su propia independencia; ni ha tenido “voluntad de imperio”; ni es verdad que sólo cabezas castellanas sean capaces de concebir la gran España de todos los españoles.

Castilla – toda Castilla, desde la Montaña cantábrica hasta las serranías de Cuenca, y desde la margen derecha del Ebro en la Rioja hasta la izquierda del Pisuerga en Burgos – debe ocupar el puesto, digno e igual, que en la comunidad fraternal de los pueblos de España le corresponde.

En este crítico momento de su historia el pueblo castellano se levanta para afirmar su derecho a la supervivencia y su voluntad de mantenerla.

Así decíamos los castellanos aquí reunidos, el veintiséis de Febrero de 1977, al constituir Comunidad Castellana como asociación abierta a todas las personas identificadas con su espíritu y sus propósitos.

Hoy, diez años después, Comunidad Castellana al repasar la labor realizada desde su fundación, reafirma sus propósitos originales y pone sus ideas de acuerdo con las nuevas circunstancias nacionales.

La Constitución democrática de 1978 por la que se rige la nación española, en su mismo preámbulo, proclama la voluntad de proteger a todos los pueblos de España en el ejercicio de sus culturas, tradiciones e instituciones; idea reiterada en el Artículo 2 que reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que integran la nación. La España de las autonomías está, pues, constitucionalmente asentada en la naturaleza varia y plural de una nación española integrada por diversas nacionalidades y regiones.

Promulgada la nueva Constitución, los primeros gobiernos que de ella dimanaron, de acuerdo con los partidos políticos mayoritarios, procedieron a establecer los correspondientes regímenes autonómicos en las diversas nacionalidades o regiones de España. En la mayoría de ellas (Cataluña, el País Vasco, Andalucía, Navarra, Galicia, Aragón, Valencia, las Islas Baleares, las Islas Canarias, Asturias, Extremadura y Murcia) se tomó como base indiscutible el respeto a los territorios de las entidades históricas. Las tres restantes (León, Castilla la Vieja – o sencillamente Castilla – y Castilla la Nueva – básicamente el antiguo reino de Toledo -) fueron suprimidas.

Castilla fue además destrozada en cinco pedazos: uno de ellos (provincias de Burgos, Soria, Segovia y Ávila) ha sido agregado al antiguo reino de León para formar un conglomerado político-administrativo llamado “Castilla y León” - que no es León ni es Castilla -; otro ha sido agregado a un segundo conglomerado llamado “Castilla-La Mancha”; dos castellanísimas provincias (la Montaña cantábrica, solar originario de Castilla y del romance castellano; y la Rioja, foco principal de la primera cultura castellana) antes que verse incorporadas a una nueva región extraña han preferido las correspondientes autonomías uniprovinciales, salvando así su propia castellana personalidad; y para terminar, el territorio castellano de Madrid, incluida en él la capital de España, ha sido convertido también en comunidad autónoma uniprovincial.

Para justificar tan desatinada arbitrariedad los políticos y tecnócratas que la defienden aducen conveniencias económicas y de adaptación al progreso de los nuevos tiempos y de otras razones no menos artificiosas y falaces, como la peregrina “necesidad natural” de que los castellanos reduzcamos el territorio de nuestro histórico solar para que quede dentro de los límites de la cuenca del Duero. Sabido es que las cuencas de los grandes ríos son frecuentemente asiento geográfico de diversas regiones o naciones. La del Duero es castellana por su parte alta, leonesa en la media y portuguesa en la baja. La del Ebro es en sus sucesivos tramos: castellana, vasca, navarra, aragonesa y catalana. Por otra parte, la porción mayor del territorio castellano se haya fuera de la cuenca del Duero: en la vertiente cantábrica santanderina y en las altas cuencas del Duero, el Tajo y el Júcar.

Todos los países afrontan problemas económicos, y cada nación tiene el espacio geográfico que la historia, por muy diversas circunstancias, le ha asignado. Y ninguna ha sido borrada del mapa porque un cónclave de tecnócratas lo haya considerado conveniente para la administración del país. El progreso material no está reñido con la fidelidad a la patria; al contrario los pueblos más cultos y desarrollados son los que con más esmero y cariño cuidan su herencia histórica y las tradiciones dignas de ser conservadas.

Castilla vive hoy una gravísima crisis en la que se halla en juego su propia existencia como entidad histórica en el conjunto de las Españas. Situación que no ha sobrevenido de repente. Por diversas causas, los pueblos castellanos han venido perdiendo la memoria de su pasado colectivo, base más firme de toda comunidad nacional, y más que por propia dejadez porque les ha sido secuestrada por el unitarismo estatal. Mientras a los catalanes, a los vascos y a otros españoles se les atacó desde el gobierno central por defender sus respectivas culturas y demandar el autogobierno regional, a los castellanos – y con nosotros a los leoneses y los toledanos, como si fuéramos un todo homogéneo -, al contrario, se nos aduló poniéndonos como ejemplo de “verdaderos españoles” y, por ello, de enemigos de toda autonomía regional – calificada de “separatismo” - , a la vez que se mistificaba nuestra historia a gusto y conveniencia de las oligarquías gobernantes, hasta el grado de que cuando, de manera general, se planteó en España la cuestión de las autonomías, pocos castellanos tenían idea clara de lo que Castilla significa, y así, sin previo consentimiento, nos encontramos con que nuestra patria regional – anterior al mismo Estado español – ha desaparecido del mapa.

Reiteradamente hemos afirmado, ante la indiferencia o la incredulidad general, que Castilla ha sido la primera y mayor víctima del centralismo estatal; pero nunca habíamos llegado a pensar que pudiera ser destrozada y eliminada del conjunto español.

¿ Qué hacer en tan grave situación ? Ante todo afirmar nuestra condición de castellanos y nuestra conciencia colectiva con el mismo vigor que otros pueblos de España ponen en mantener la suya.

Hemos de cuidar también la solidaridad permanente entre todas las provincias castellanas, cualesquiera que sean sus actuales condiciones políticas, tanto las incluidas en las nuevas entidades administrativas de “Castilla y León” y “Castilla La Mancha” como las que tienen uniprovincial autonomía.

La Montaña de Cantabria y La Rioja son dos trozos de Castilla que mantienen su propia personalidad histórica y hoy poseen una autonomía que en el futuro puede y debe hacer de ellas baluartes decisivos en la lucha por la reconstrucción de una nueva y cabal Castilla. Ambas provincias han sido partes fundamentales de la Castilla histórica y deben serlo de la Castilla del porvenir. Una Castilla sin las tierras de la Montaña cantábrica y de La Rioja es para nosotros una Castilla tan inconcebible como una Cataluña sin Gerona, un Aragón sin Huesca o una Andalucía sin Córdoba o Granada.

Tampoco podemos olvidar la naturaleza castellana de las tierras de Madrid, aunque esta provincia, por albergar la capital de España, revista un carácter singular. Por ello creemos conveniente para la provincia de Madrid, para Castilla y para toda España en general que la villa de Madrid sea dotada de un estatuto especial adecuado a la función de capitalidad. Ayudaría a estos fines el traslado del gobierno autonómico de la comunidad provincial a otro lugar de su territorio (por ejemplo Alcalá de Henares).

En estas confusas circunstancias, cierta propaganda pretende enfrentarnos a castellanos y leoneses. Es preciso deshacer tan torpe maniobra. El que muchos leoneses anhelen, como nosotros castellanos, la propia autonomía, lejos de ser causa de enemistad entre ambos pueblos debe ser motivo de alianza. Los leoneses y los castellanos debemos estar unidos y actuar juntos, no sólo como españoles – que todos lo somos por igual – sino como víctimas e este caso de una misma injusticia; juntos – que no unificados en un amorfo conglomerado – unos y otros para defender el derecho de nuestros pueblos a las respectivas autonomía regionales.

Una de las características más notables de Castilla es su interna variedad. El viejo reino castellano – y antes el condado independiente – estaba constituido por una multitud de comunidades autónomas en su gobierno interno, como un jefe común, conde primero, rey después. El devenir histórico ha ido reduciendo, en las estructuras políticas de Castilla y en la conciencia de los castellanos, el número de aquellas primeras comunidades al de las actuales nueve provincias.

Si la Castilla autónoma y cabal que propugnamos ha de darse en lo posible una organización interna acorde con su tradición y su naturaleza, debe constituirse como una mancomunidad de todas sus provincias en la que cada una de ellas mantenga la mayor autonomía propia, partiendo del principio que trata de evitar toda opresión centralista – de grande o pequeño radio – de que lo que pueda hacer bien el municipio – o la comarca – no debe hacerlo la provincia; lo que ésta sea capaz de realizar no debe absorberlo la región, y lo que la región pueda llevar a cabo no debe estar a cargo del Estado español.

El resurgir de Castilla tiene que ser obra de sus propios hijos. Lo que no hagamos nosotros para defender nuestra personalidad nacional y obtener nuestra autonomía, no nos lo hará – no debe hacérnoslo – nadie.

Castellanos: la tarea que tenemos por delante es larga y muy dura. A trabajar sin desmayo por una Castilla nueva y tradicional a la vez, fiel a lo que de noble y ejemplar tuvo su pasado y empeñada en levantar un mejor porvenir, a forjar la Castilla cabal de todas sus provincias y comarcas, Comunidad Castellana os convoca a todos en décimo aniversario de su fundación.

En Covarrubias, ante la tumba
deFernán González, 26 de Febrero de 1987

LA SUBSIDIARIEDAD, ENTRE LA LIBERTAD Y LA AUTORIDAD

Stéphane Gaudin (*)
http://www.angelfire.com/folk/celtiberia/


¿Qué se puede esperar de la subsidiariedad hoy en día? Este principio que levanta muchas interrogantes ha sido puesto de actualidad por el Tratado de Maastricht, así como gracias a numerosas obras que le han sido dedicadas. Puede resultarnos útil por tanto estudiar un poco más a fondo este concepto que ocupa hoy en día un lugar central en el cuerpo doctrinal de los eco-federalistas europeos.

Durante la Antigüedad el subsidium era un método de organización militar: una línea de tropa permanecía en alerta, por detrás del frente de batalla, dispuesta a dar auxilio en caso de debilidad. Con el tiempo, este método se convirtió en un principio que se extendió al orden filosófico, jurídico, social y político. Sus raíces son muy antiguas, incluso aunque el término "subsidiariedad" parece más reciente. Los trabajos de Aristóteles, de Tomás de Aquino, de Althusius, de Proudhon, la Encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII (1891), más la Quadragesimo Anno de Pío XII tienen su inspiración en este principio. Más tarde aún, el Papa Pío XII en su Discurso a los Cardenales, el 20 de febrero de 1946, precisará que: "toda autoridad social es por naturaleza subsidiaria".

LOS ORÍGENES DE LA SUBSIDIARIEDAD

En su obra "Política", Aristóteles describe una sociedad orgánica -la Polis- en cuyo seno encajarían jerárquicamente los grupos: familias - pueblos. Cada uno de estos grupos tratarían de ser autosuficientes, pero sin jamás conseguirlo del todo; a excepción de la Polis, considerada como un espacio político total. Aquí es el único cuerpo autónomo - y por tanto perfecto (la autonomía, Autarkeia, era considerada por los antiguos griegos como sinónimo de perfección) - en el que el ciudadano puede desplegar sus potencialidades, de cara al bien común. Este "estado natural", permite a los grupos de los que está constituido, ser "capaces de sobrevivir en el dominio de sus propias actividades":

1. Actividades que se complementan pero que no se solapan entre sí. De esta forma, la Polis respeta la autonomía (auto nomos: que se da a sí mismo sus propias leyes) de los grupos que son competentes para asegurarse a sí mismos sus propios asuntos. Tomás de Aquino retomará por su parte este antiguo principio, con este importante matiz: la persona sucede a la Polis como "substancia primera" (Boecio). La persona es, a imagen de Dios, única, a través de su voluntad, de su conciencia, de sus actos y de su libre albedrío. "La idea de persona, salida del pensamiento cristiano y hasta cierto punto de la cultura escandinava, consagra la dignidad de esta substancia autónoma, a la que ninguna autoridad le está permitido ignorar su existencia utilizándola como medio".

2. El hombre trasciende por tanto a su a su pertenencia por su relación íntima e individual con Dios, "es miembro de la sociedad en tanto que ser dependiente, obligado a captar de su alrededor, en su entorno social, los elementos vitales y de su desarrollo físico, intelectual y moral. Puesto que es un ser espiritual, cuyas acciones propias son inmanentes , la persona transciende el medio social en el que se encuentra incrustado".

3. Para el pensamiento tomista, el principio de subsidiariedad está al servicio de la persona (que pertenece a pesar de todo a una colectividad) mientras que para Aristóteles, se encuentra al servicio directo de los múltiples grupos - espaciales, "los clanes"; y temporales, los "linajes" - que conforman la Polis.

ALTHUSIUS, PRECURSOR DEL FEDERALISMO

A principios del siglo XVII, un jurista germánico y calvinista, Althusius (1557-1638), rector del Escuela Jurídica de Herborn desde 1602, escribió la gran obra "Política methodice digesta" (1603) que le hará célebre hasta convertirle, hoy en día, en uno de los precursores de la "doctrina" federalista.Hombre de decisión y de acción, se propone poner en práctica sus ideas en el seno del Síndico de la ciudad portuaria de Emden, en Frisia oriental, para luchar contra la autoridad del conde soberano Enno. Permanecerá en ese cargo hasta su muerte. Althusius es un hombre de su tiempo, que defiende la tradición comunalista y los cuerpos intermedios que son muy numerosos en su época (familias, corporaciones, ligas, gremios, ciudades, provincias...).

Considerando que para ser solidario, es necesario, por encima de todo, ser libre y autónomo, Althusius es un feroz defensor de las comunidades en las que sus miembros respetan las leyes a través del "pacto jurado". Para él, "la política es la ciencia que consiste en unir a los hombres entre ellos para mejor integrarlos en la vida social, de forma que la comunidad permanezca mejor y más fuertemente conservada entre los asociados". A esto es lo que denominará "simbiótica". En esta frase se transluce la influencia aristotélica. Como él, Althusius considera que la sociedad humana no está formada por individuos sino por comunidades que se articulan alrededor de un principio de armonía. Estas comunidades orgánicas, en tanto que "persona representata" (personas morales) son, como cada ciudadano, sujetos de derecho, y gozan de las mismas libertades. Para subsistir, prosperar, realizarse y proyectarse, los hombres se asocian voluntariamente con el fin de paliar los deseos que solos, nunca hubieran podido satisfacer. Si la asociación se reconoce entonces insuficiente, más asociaciones se pueden reunir y se prestan a formar un "jus foederis" (o una confederación) para el bien común. Esta alianza no tiene necesariamente en cuenta necesariamente la proximidad geográfica. Dos comunidades alejadas la una de la otra pueden encontrar intereses e ideales comunes. Dentro de esta perspectiva Althuseriana, solo el pueblo detenta la soberanía "puesto que vive en esferas ya soberanas y casi autosuficientes. La participación en el poder solo se justifica por la autonomía social, que es ante todo un hecho, y se convierte en un derecho por su necesidad natural". Recordemos que en aquella época Alemania era una mosaico de pequeños estados, de ciudades libres y de minúsculos reinos (unos 350). El Estado, en aquella época, no debía intervenir en el interior de estas comunidades; sino que se debía ocupar de asuntos que se delegaban en su competencia, es decir la paz, la defensa, la policía, la moneda. El principio de subsidiariedad era un instrumento jurídico y un freno a las potenciales derivas totalitarias.

Su pertenencia al Síndico de Emden, permite a Althusius concretizar socialmente este principio que había quedado como algo puramente filosófico en Aristóteles y Tomás de Aquino. Este pensamiento se iba a perpetuar de nuevo en la época contemporánea con Proudhon.

LA SUBSIDIARIEDAD EN PROUDHON

El principio de subsidiariedad está en el centro mismo de la teoría federalista de Proudhon; la subsidiariedad, según Proudhon, permite equilibrar las relaciones por lo general tirantes entre la autoridad y la libertad. Demasiada autoridad conduce al despotismo, demasiada libertad a la anarquía.

En su obra: "El Principio Federativo", aparecido en 1862, afirmaba: "El problema político (...), reducido a su expresión más simple, consiste en encontrar el equilibrio entre dos elementos opuestos, la autoridad y la libertad. Todo falso balance se traduce inmediatamente para el Estado, en desorden y ruina, y para los ciudadanos, en opresión y miseria. En otros términos, las anomalías o perturbaciones en el orden social resultan del antagonismo de estos dos principios; éstos desaparecerán cuando los principios se encuentren coordinados de forma que no se puedan perjudicar el uno al otro". Esta "coordinación" ideal se encuentra en el principio de subsidiariedad. El ciudadano oscila entre estos dos polos (autoridad y libertad), con sus competencias, al servicio de las comunidades simples (familias, talleres, sindicatos) y de las comunidades más complejas (comunas, cantones, regiones, Estados). El fin buscado en cada uno de los escalones es siempre el de la autosuficiencia. El ciudadano conserva, en cada nivel, una parcela de soberanía que le convierte en un actor responsable en el seno de una ciudad federalista, ya no natural -el pacto- sino contractual -el contrato-. La forma del contrato prima sobre la del régimen. Para Proudhon, el enemigo principal sigue siendo primordialmente el centralismo estático y nivelador, ya sea democrático o monárquico. El centralismo beneficiándose de la "incapacidad ciudadana" (criterio por lo demás muy subjetivo) intentará progresivamente inmiscuirse en todos los asuntos sociales privados o públicos, transformando así al ciudadano-activo en sujeto-pasivo. El pensamiento proudhoniano nos advierte que la sociedad debe, en la medida de lo posible, superar al Estado si pretende la mejor vida.

En la misma época, los Papas, buscarán inspiración principalmente en los escritos del italiano Taparelli, del obispo alemán Kettele y del francés La Tour du Pin, para elaborar la "doctrina social de la Iglesia". En fin, los tres tienen en común el pretender rehabilitar los cuerpos intermedios. Para Ketteler (1848): "en tanto que familia, la comuna se basta para cumplir su fin natural, por lo que debemos dejarle libre autonomía...El pueblo gobierna por sí mismo sus propios asuntos: es necesario una escuela práctica de política en la administración comunal, donde se reproducen a pequeña escala los asuntos que son tratados a gran escala en los parlamentos. De esta forma el pueblo adquiere la formación política y la capacidad que hace al hombre sentirse independiente", así el autor podrá añadir las bases necesarias a la práctica de una "ciudadanía ascensional". Taparelli sugiere que: "el todo debe venir en ayuda de la parte y la parte del todo, es decir que la parte no desaparezca en el todo y que el todo no absorba la parte en su unidad". La Tour du Pin, por su parte, propone construir un orden orgánico, natural y jerarquizado, fundado en gran parte sobre las corporaciones. Es necesario, afirma, acabar con el hombre pervertido por el reinado del dinero y de la usura restableciendo una moralidad de la solidaridad e inyectando "Edad Media" en una sociedad cada vez más industrializada. La nostalgia social de La Tour du Pin acabaría inspirando el régimen fuertemente corporativista de Salazar, en Portugal; y en menor medida, el de Mussolini, en Italia."

EL NUEVO ESTADO" DE FRANÇOIS PERROUX

El economista francés François Perroux ya intuyó los defectos que iban a presentar estos regímenes excesivamente corporativistas, inadaptados a la época contemporánea, indicando que "sin intervención rigurosa del Estado, un sistema corporativo conduce de forma irremisible a la formación de neo-feudalidades económicas". Por tanto, Perroux propone un "Estado Nuevo", puesto que estimaba que el Estado liberal no iba a ser capaz de superar las graves crisis sociales de los años treinta. Fundando, en parte, su teoría económico-social sobre las comunidades de trabajo, compuestas de representantes, de patronos, de asalariados, Perroux estimaba que era necesario contar con un ejecutivo fuerte y una descentralización de funciones sociales: numerosas competencias que hoy en día se confían al Estado estarán aseguradas igual de correctamente, con la misma eficacia y con menor coste en el marco regional, dotado de una existencia, de unos medios de acción efectivos incluidos los relacionados con la comunidad de trabajo. Estos órganos como los engranajes administrativos propiamente dichos se encuentran en situación de asegurar la regularidad y la continuidad de los intercambios entre el Estado y la sociedad. La Revolución Francesa destruiría los cuerpos intermedios, últimos vestigios del feudalismo. El 4 de agosto se hizo tabla rasa de las instituciones medievales para que primaran los engranajes de la República. Poco a poco, el recién creado ciudadano se encuentra solo cara al todopoderoso Estado cada vez más centralizador. El siglo XIX vio surgir el liberalismo triunfante, responsable de numerosos males sociales, siendo el del éxodo rural el más característico. El hombre había dejado de ser la "piedra angular" de la sociedad, puesto que el dinero le había reemplazado. Para contrarrestar esta involución, los Papas van a elaborar la "doctrina social de la Iglesia". Oscilando entre la ingerencia y la no-ingerencia del Estado, la Iglesia critica los excesos del materialismo que disuelve la dignidad, y por tanto la libertad humana. La encíclica Quadragesimo Anno, hace de la subsidiariedad el eje de su reflexión: "Como no se puede quitar a los individuos y dar a la comunidad lo que ellos pueden realizar con su propio esfuerzo e industria, así tampoco es justo, constituyéndose un grave perju¡cio y perturbación de recto orden, quitar a las comunidades menores e inferiores lo que ellas pueden hacer y proporcionar y dárselo a uña sociedad mayor y más elevada, ya que toda acción de la sociedad, por su propia fuerza y naturaleza, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero sin destruirlos y absorberlos" (Q.A.79; p.93).UNA

"TERCERA VIA" ESPIRITUAL

Los Papas, en particular León XIII, no pretendían una vuelta a una utópica Edad Media, sino que deseaban un proyecto cristiano de cara a la industrialización de una sociedad, una nueva actitud de cara al materialismo y al individualismo que afectaban de forma especialmente dramática a las clases más desfavorecidas; una "tercera vía" espiritual entre el capitalismo y el socialismo a través de un humanismo teocéntrico, respetuoso de la diversidad y de la riqueza del cuerpo social. Precediendo a la Rerum Novarum, la encíclica Humanum Genus (1884) precisaba: "Mas como no pueden ser iguales las capacidades de los hombres, y distan mucho uno de otro por razón de las fuerzas corporales o del espíritu, y son tantas las diferencias de costumbres, voluntades y temperamentos, nada más repugnante a la razón que el pretender abarcarlo y confundirlo todo y llevar a las leyes de la vida civil tan rigurosa igualdad. Así como la perfecta constitución del cuerpo humano resulta de la juntura y composición de miembros diversos, que, diferentes en forma y funciones, atados y puestos en sus propios lugares, constituyen un organismo hermoso a la vista, vigoroso y apto para bien funcionar, así en la humana sociedad son casi infinitas las diferencias de los individuos que la forman; y si todos fueran iguales y cada uno se rigiera a su arbitrio, nada habría más deforme que semejante sociedad; mientras que si todos, en distinto grado de dignidad, oficios y aptitudes, armoniosamente conspiran al bien común, retratarán la imagen de una ciudad bien constituida y según pide la naturaleza."

Así pues, durante mucho tiempo conducido por la Iglesia Católica a través de su doctrina social, el principio de subsidiariedad volverá a la esfera política en el siglo XX gracias al protagonismo dentro de su cuerpo doctrinal que le asignarán los grupos federalistas militantes por una nueva Europa democrática. Este término ya era familiar en los Estados dotados de estatutos de tipo federal o confederal como Alemania (Länder), Suiza (Cantones) o España (Comunidades Autónomas)...Solo el Estado francés, unitario y centralista desde hace siglos parece alérgico a este concepto; hasta el punto de que el término se encuentra aun ausente de la mayor parte de los diccionarios de la lengua francesa. Hoy en día este principio reaparece correlativamente a la construcción del espacio europeo y con la cuestión de la repartición de las competencias entre las Comunidades y sus Estados miembros (especialmente en el famoso artículo 3b del Tratado de Maastricht)[1], y viene bien recordárselo a ciertos "euroescépticos" asustados por la deriva centralizadora y burocrática bruselense.

¿HACIA UN NUEVO CONCEPTO DE SUBSIDIUM?

Pienso no obstante que conviene evitar considerar el principio de subsidiariedad como el remedio milagroso a nuestro estado de deficiencia democrática. Creo que hoy en día no se dan las condiciones mínimas en la base necesarias para una correcta aplicación de este principio. En efecto, las sociedades modernas industrializadas sufren una fragmentación del cuerpo social en una miríada de individuos reagrupados en estructuras antagonistas y que defienden sus intereses a corto plazo. Consustancial a esta atomización social y a la pérdida de referencias identitarias que supone, desaparece progresivamente el sentimiento natural de pertenencia comunitaria, a menudo en favor de una cultura de empresa artificial y pobre. Añadamos a todo esto la pérdida de la reflexión y de espíritu crítico de nuestros contemporáneos, distraídos de sus deberes de ciudadanía por los medios audiovisuales. Además, las estructuras nacional-estatales están dispuestas a integrarse (y desintegrarse) en la "Megamáquina" (Mumford, Bahro, Latouche) de la economía globalizada cuyos principales corolarios son: el nacimiento de las macro-regiones económicas (ALENA, MERCOSUR, UE, ANSEA..), la intensificación de los intercambios de mercancías, de personas y de capitales, la deslocalización de industrias, la sobreproducción, la aceleración de las transferencias de información, la disminución de los costes de transporte y el aumento del poder de las organización internacionales (ONU, OTAN, etc...).

Atenazada entre la mundialización de los objetivos y la individualización de las servidumbres, este tipo de sociedad no está en disposición de preservar su autonomía y su soberanía. En este contexto, las instituciones de Bruselas tienen todas las de ganar al reclamar la utilización de este principio, que de aplicarse hoy en día, entrañaría de hecho, la instauración de un principio de ingerencia insoportable y sin contrapartida en los asuntos nacionales, regionales y locales de los países europeos. El principio de subsidiariedad necesita para ser efectivamente aplicado la previa recomposición del cuerpo social alrededor de principios mutualistas. Esta recomposición ya está en curso, pero irá cada vez más contra las instituciones legales nacional-estatales y europeas. La legítima voluntad de los pueblos a hacerse cargo de su destino a través de la aparición de estas nuevas comunidades generatrices de solidaridades concretas y de verdadera convivencia, se nutrirá irremediablemente del sistema de partidos y de lobbys portadores de ideologías obsoletas, y que son hoy en día, los únicos beneficiarios del sistema oligárquico vigente.

[1]Artículo 3 B del Tratado de la Comunidad Europea,(TCE):
" La Comunidad actuará dentro de los límites de las competencias que le atribuye el presente Tratado y de los objetivos que éste le asigna.

En los ámbitos que no sean de su competencia exclusiva, la Comunidad intervendrá, conforme al principio de subsidiariedad, sólo en la medida en que los objetivos de la acción pretendida no puedan ser alcanzados de manera suficiente por los Estados miembros, y, por consiguiente, puedan lograrse mejor, debido a la dimensión o a los efectos de la acción contemplada, a nivel comunitario.

Ninguna acción de la Comunidad excederá de lo necesario para alcanzar los objetivos del presente Tratado."

(*) Stéphane Gaudin para Breizh-2004, Movimiento Federalista Bretón y Europeo.



INICIO

Opiniones sobre el abortado intento de fusión de las Cajas de ahorro.

CiBu Ciudadanos de Burgos por Castilla la Vieja,


Opiniones sobre el abortado intento de fusión de las Cajas de ahorro.

l.- Desconocemos la implicación del Sr. Herrera en el fallido intento de traslado de fondos de las cajas periféricas hacia el centro, pero está muy clara la actitud despótica e incluso amenazante, de los Sres. Tomás Villanueva y De Santiago Juárez. Si el presidente de la Junta quiere dejar su imagen fuera de este despropósito, le pedimos el cese o dimisión de sus autores. Si no lo hace, está claro que también el Sr. Herrera es cómplice en este intento absorbente: ¡una más del TODO PARA VALLADOLID!.

2.-Pedimos a la Asamblea de Caja de Burgos que estudie el descrédito y las consecuencias que pueden suponer para la entidad, las acciones públicas y políticas del presidente, Sr. Arribas, (en el pasado, en el presente y especialmente en el futuro) para que sea la citada Asamblea la que acuerde si procede o no, voto de censura o cese.

3.- Ciudadanos de Burgos por Castilla la Vieja desea felicitar a Cajacirculo por haber sido la única caja que ha cumplido con sus compromisos, dando todo un ejemplo de seriedad, dignidad y solidaridad con la sociedad burgalesa, lo que es un orgullo para nosotros. Gracias

4.- Felicitamos al Pueblo de Burgos y a todas las asociaciones, colectivos, organizaciones y personas individuales, que se han manifestado claramente en contra de la fusión/absorción, tanto en la manifestación en la que salieron a la calle más de 5.000 personas, como en la recogida de firmas de la FEC, que fueron más de 35.000.

5.-Todo el desarrollo del proceso ha sido sucio. Algún miembro del ejecutivo de la Junta ha llegado al insulto, que no vamos a reproducir para no enfangar más todo este asunto, aunque no podemos olvidar las palabras de la Sra. Del Olmo, tildándonos de provincianos o pueblerinos, o las del Sr. De Santiago Juárez “esto se hará Si ó Si”, o las del Sr. Herrera sobre “el clamor popular” ¿de Pucela quizás?

6.-A pesar de los 4 meses de presión política, el resultado ha sido el que los burgaleses más atrevidos pedimos en la manifestación pública organizada y financiada con nuestro dinero, bajo el lema “POR LA AUTONOMIA DE LAS CAJAS DE AHORRO”, razón por la cual nos sentimos muy orgullosos. Por una vez el Pueblo llano ha impedido una tropelía más de los políticos.

7.-La Junta no sabe como salir de este atolladero. Pretenden hacernos llegar el mensaje de que no ha sido un rotundo fracaso su propuesta-imposición, ¡pues lo ha sido Sres. de la Junta de Valladolid!. Y el colmo lo protagoniza el presidente de Caja de Burgos, que hace una semana defendía con uñas y dientes ESTA COSA TAN BUENA, y ahora nos sale con la propuesta de fusión con Cajacirculo. Sencillamente se trata de una cortina de humo para equivocar a la opinión pública y pasarle la “patata caliente” de la decisión a Cajacirculo ¿pero a quién pretenderá engañar ahora ?, se nota que el Sr. Arribas nos toma a los burgaleses por tontos. Por favor: un poco de respeto.

Ciudadanos de Burgos por Castilla la Vieja. CiBu

Retratos y simplificaciones (José Jiménez Lozano Diario de Ávila 15 febrero 2009)

A LA LUZ DE UNA CANDELA
JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO, PREMIO CERVANTES
(Diario de Ávila 15 febrero 2009)

Retratos y simplificaciones

Cada vez que vemos retratos de personas de hace 500 años, cuya imagen aun tiene presencia verda­dera individual, - que es lo esencial que hace el arte del retrato-, tene­mos que preguntarnos necesaria­mente si es que al famoso hombre moderno le interesa ser él y no otro, tener una presencia real y sentirse entre otras presencias reales. Pero es que ya tiene sus presencias, muy bien documentadas.

Desde que los dos grandes tota­litarismos del siglo XX hicieron del crimen un humanismo, y la biogra­fía de cada quien y cada cual se en­comendó a denunciantes anóni­mos, servicios de información y dossiers de la corrección y la orto­doxia estatales, todo el mundo ten­dría ya asegurado su retrato verda­dero y su biografía oficial, en varios soportes técnicos.

Un poco o un mucho como los individuos antes llamados crimina­les, que ya no existen, porque, aun­que todavía habrá en adelante con­ductas definidas como delitos en los códigos, no habrá ya criminales; y, en el peor de los casos, el crimen sería una variante humanística, una expresión de la subjetividad, que sería de la misma naturaleza creati­va que la que produjo la Pasión se­gún san Mateo, aunque desgraciadamente transformada en delito por las circunstancias de la estructura social no adecuada, como lo es nuestra desdichada civilización occidental, greco-romana y judeo­cristiana.

De aquí que sea tan notable y decidida la determinación de reali­zar los más queridos ideales hitlerianos, disimulados entonces sin embargo, mientras que hoy son preconizados como Derechos Humanos y descubrimientos de progreso tal y como la filosofía darwinista del siglo IX había afirmado pa­ra integrar en ese progreso a la muerte, ba­jo el nombre enton­es de higienismo: aborto, eutanasia y asesinato legal de Estado, liquidación de seres hu­manos inútiles en general.

Es decir, la estancia misma del Leviathan que es el Es­ido totalitario dueño de los destinos huma­os en cuerpo y alma, adoctrinada bajo la ti­ranía de la ideología de holocausto, los logoti­pos y la opinión, el pienso y adies­tramiento de Granja, los diseños políticos y comerciales, potitos de mermelada higienizada para el ne­ne y la nena que son servidos en el carrito del progreso.

Suceda lo que suceda, días tras día, se pasa página, y se espera la inanidad de la siguiente, con sus adornos culturales desde luego, cui­dando de que sean geniales y mini­malistas ocurrencias, porque esto es cuanto tolera nuestro delicado estómago. Y como ya se ironizaba en el tiempo de la República de Weimar, el gran logro artístico-in­telectual vuelve a ser salir desnudos a un esce­nario, trazar dos líneas pa­ralelas, o poner un cru­cifijo en un inodoro. Pero estamos tan con­tentos, si logramos te­ner un amo con­sensuado y podemos dedicarnos a los asuntos de in­geniería de almas, y también de cuer­pos sanos, engorde y matadero.

Todo queda muy simplificado.

sábado, febrero 14, 2009

DECLARACIÓN DE SORIA

Sobre la preautonomía de Castilla y León.


Ante la constitución del Consejo General de Castilla y León, con cuya institución se pretende
amalgamar y confundir dos regiones en una sola, simplemente por real decreto y sin consulta
alguna a los respectivos pueblos, Comunidad Castellana declara abiertamente su propósito de
continuar trabajando por la renovación cultural del pueblo castellano, para que despierte a
la conciencia de su identidad colectiva y, en una palabra, para rescatar la personalidad de
Castilla del cúmulo de errores y míxtificaciones que la desnaturazan , y conseguir la
autonomía de nuestra auténtica región.


Todos menos dos, León y Castilla, a cuyos pueblos se les ha escamoteado el derecho de
constituir su propia entidad regional, juntándolos por decreto en una llamada región
castellano-leonesa de nueva creación, híbrido a contrapelo de la geografía y la historia,
que no es castellana ni leonesa, y a la que en principio no se han incorporado las
provincias de León, Santarder ni Logroño.


Una invención que por una parte se llama leonesa y no incluye a León; y por otra se dice
castellana sin contener la Montaña cantábrica -cuna histórica de Castilla y de la lengua
castellana-, ni la castellanísima Rioja -patria de San Millán, de Las Glosas Emilianenses y
de Gonzalo de Berceo-. León y Castilla, dos regiones históricas que desempeñaron un papel
importante en la formación de la nación española, sin las cuales es imposible concebir la
historia peninsular, que no sólo fueron distintas sino diferentes y frecuentemente
antagónicas en su protagonismo histórico, y que constituyen dos identidades culturales bien
señaladas, son hoy las únicas que mezcladas en una artificial entidad regional de nueva
creación, carecen de preautonomía propia.


Ateniéndonos a la realidad del hecho consumado, no aceptándolo como bueno y poniendo por
encima de toda otra consideración los intereses de los pueblos de León y de Castilla, y el
deseo de mantener y desarrollar en el conjunto español la identidad propia de cada uno de
ellos, Comunidad Castellana declara que considera a "Castilla-León"' como una entidad
político-administrativa preautonómica de carácter dual, formada por dos regiones diferentes
que si hoy recorren juntas una etapa transitoria común, lo hacen preparándose para asumir
en momento oportuno la dirección de sus respectivos destinos en pie de igualdad con los demás
pueblos de España.


Comunidad Castellana se hace solidaria del espíritu regionalista de las provincias de León
Zamora y Salamanca, y declara que la Montaña cantábrica y la Rioja, dentro o fuera del ente
preautonómico, son tierras indiscutiblemente castellanas, que llevan por si y en si el
nombre de Castilla, como son también Castilla las comarcas castellanas del sur de la
Cordillera Central, a la que arbitrariamente se incluye en la limada región
castellano-manchega.


Comunidad Castellana comprende y respeta los deseos de la provincia de León de mantener
resueltamente su personalidad leonesa; y los de la Montaña santanderina y la Rioja, de
defender su propia condición, montañesa y riojana, respectivamente, porque la autonomía que
para Castilla propugna preservará la estructura tradicional de ésta como conjunto o
federación de tierras y comarcas, o si se quiere, hoy día, de provincias autónomas en el
gobierno de sus propios asuntos.


Comunidad Castellana se dirige a todos los hombres y mujeres de León y de Castilla para que,
dentro del ente preautonómico castellano-leonés -como etapa transitoria-, o fuera de él,
trabajen para que ambas históricas regiones alcancen, cada una, el reconocimiento de su
propia personalidad para bien de sus respectivos pueblos y de España toda. Y convoca a los
castellanos de todas las tierras y provincias de Castilla, desde la costa cantábrica hasta
las estribaciones meridionales de las serranías de Cuenca y Gredos, para que todos juntos y
cada uno dentro de sus posibilidades, luchemos por "un nuevo florecer de Castilla".


Comunidad Castellana. Soria, 21 de Octubre de 1978.

DECLARACIÓN DE BURGOS

DOCUMENTO DE CONCLUSIONES APROBADO POR EL I CONGRESO POR LA IDENTIDAD DE LEON Y LA DE CASTILLA, CELEBRADO EN BURGOS LOS DIAS 16 Y 17 DE JUNIO DE 1984.


Las entidades, asociaciones culturales y organizaciones regionales de las regiones de León y
de Castilla, reunidas en Burgos en el I Congreso por la identidad de León y la identidad de
Castilla, sin otra mira que la reivindicación y defensa de la personalidad, cultura, valores
e intereses generales de los pueblos leonés y castellano, a los que ofrecen su incondicional
lealtad, sin dejarse torcer por ninguna ambición partidista o de facción, aspirando a
contribuir al resurgimiento y futuro de estos pueblos, establecen la siguiente DECLARACION:


1° León y Castilla son dos entidades históricas y culturales, dos regiones diferenciadas,
cada una de ellas con su propia personalidad. En consecuencia, el Congreso rechaza la
supuesta y falsa región «castellano-leonesa» y la llamada comunidad autónoma de «Castilla y
León», que es un ente ficticio y artificial, contradictorio de las realidades populares y
culturales de León y de Castilla, y perjudicial para los intereses de ambas regiones
históricas; ya que la amalgama castellano-leonesa, el estéril híbrido inventado, en el que se
mezclan y confunden arbitrariamente dos regiones tan significativas en la historia y la
realidad de España tiende a disolver la identidad de uno y otro pueblo y dificulta el
despertar de su respectiva conciencia regional.


2° El Congreso se opone a la asimilación de Castilla (o de Castilla y León) a la Cuenca del
Duero; construcción tecnocrática y artificial que excluye a priori las tierras y pueblos
castellanos de Cantabria y Rioja, así como los también castellanos del Sur de la Cordillera
Carpetana -tierras de Madrid, Guadalajara y Serranía de Cuenca-, e incluye a León como
apéndice de una supuesta Castilla, dificultando el proceso de clarificación de la identidad y
voluntad colectiva del viejo Reino Leonés.


3° Las dos comunidades autónomas fabricadas por el centralismo político imperante, Castilla-
León y Castilla-La Mancha, han producido, increíblemente, el desolador efecto de descuartizar
a Castilla en cinco pedazos -Cantabria, Rioja, resto de Castilla al norte de la Cordillera
Central, Madrid y resto de Castilla al sur de esa Cordillera- , provocando la disolución de
una de las regiones históricas -Castilla -, más caracterizadas y significativas en el
conjunto español; al tiempo que pretende anular la personalidad del Reino, Región o País
Leonés; y niegan a dos regiones históricas tan fundamentales como León y Castilla el derecho
a la autonomía que reconoce y garantiza el artículo 2.0 de la Constitución Española.


4° En su virtud, el Congreso propugna que las provincias leonesas y las provincias
castellanas se retiren de los entes supuestamente autonómicos en que han sido incluidas sin
la voluntad de los pueblos afectados; y cuyos entes vienen demostrando cumplidamente su
artificiosidad, ineficacia y fracaso: «Autonomías» que perturben la buena administración de
municipios y provincias, y consumen en gastos inútiles cuantiosos recursos presupuestarios.


5° El Congreso estima que procede la descentralización y potenciación, en todos los órdenes,
de las Diputaciones Provinciales de una y otra región; y que desde las provincias,
fomentando y estrechando sus mutuas relaciones, los leoneses y los castellanos inicien sus
respectivos procesos de integración regional, mediante la coordinación de funciones y
servicios públicos, las relaciones de cooperación y la renovación cultural que les conduzca
a la madurez, a la recuperación de la conciencia de su personalidad colectiva y de sus señas
de identidad, y en su momento, con seriedad y reflexión, sin apresuramiento, improvisaciones
ni mimetismos, y en suma, cuando los pueblos, informados y conscientes de sí mismos,
libremente lo decidan, a la constitución de la autonomía de León y de la de Castilla,
perfectamente diferenciadas, sin perjuicio de la fraternal solidaridad entre sus dos pueblos
y con todos los demás de España, nuestra patria común.


6° Para los castellanos del Congreso, la autonomía habrá de entenderse también hacia
dentro, según la tradición institucional histórica de Castilla, es decir que, dentro de la
región, serán a su vez autónomos los municipios, comarcas, merindades y comunidades de villa
y tierra, y las provincias. Particularmente las provincias castellanas, sin perjuicio de las
discretas revisiones de límites que sean oportunas, se reputarán territorios históricos,
mantendrán su personalidad e instituciones propias y gozaran todas de un régimen
institucional de igualdad de poder político y de representación en los órganos de la
comunidad regional, conforme al estilo castellano.


7° Se reconoce a la ciudad de Burgos como cabeza, indiscutida y amada, de Castilla.


8° El Congreso reivindica la fundación de la Universidad de Castilla, cuya sede central
radicará en Burgos, y organizada con criterio descentralizador respecto de la ubicación de
sus facultades, escuelas e Instituciones universitarias, en beneficio de toda la región.


En la ciudad de Burgos, cabeza de Castilla, a diez y siete de junio de mil novecientos
ochenta y cuatro:


-Grupo Autonómico leonés (G.A.L).
-Comunidad Castellana.
-Junta Pro Burgos Cabeza y Defensa de Castilla.
-Colectivo Segovia Unida.
-Concejo Abierto del Pueblo Castellano.
-PREPAL (Partido Regionalísta del Pais leonés).
-Ciudadanos Zamoranos.
-Juventudes Castellanas «Diego Rodríguez».

LAS COMUNIDADES DE VILLA O CIUDAD Y TIERRA

Las comunidades castellanas de Villa y Tierra son la expresion
más auténtica y genuina de la cultura y la sociedad castellanas. En
torno a una Villa amurallada surge una serie de aldeas, que tienen en
ella su centro administrativo, social y económico.

La Comunidad retiene, en todo caso, como propiedad colectiva
de todo el Consejo Comunero, las fuentes fundamentales de riqueza
de la Tierra, comó son los bosques, praderas, aguas, minas y
canteras.

La Comunidad crea, por sus jueces populares, un derecho con
base en los usos y costumbres del pueblo. Las aldeas esparcidas por la
Tierra , están representadas en el Concejo Comunero por sus
procuradores elegidos en los concejos locales.

Eran estas Comunidades castellanas, nacidas con la Reconquista
y que han pervivido, continuamente minadas, hasta el S. XIX y aún
de alguuna manera hasta la actualidad, "especie de repúblicas" (al
decir de Salvador de Madariaga) que se autogobiernan según sus
propios capitanes.

La Villa o Ciudad es la cabeza de la Comunidad, símbolo de la
Castilla auténtica:popular, libre y solidaria. Dentro de la villa
hay toda una serie de elementos simbólicos que expresan las
realidades anteriormente expuestas.


Inocente García de Andrés en "Castilla como necesidad"

El ROLLO

Símbolo de los Fueros, expresión de la autonomía administrativa y judicial, consiste en una columna de piedra, generalmente cilíndrica, que podía servir de picota, y que aún puede verse en las plazas de algunas villas castellanas.

Inocente García de Andrés en "Castilla como necesidad".

jueves, febrero 12, 2009

Lengua y nacionalidad (A. Carretero Jimenez 1977)

La personalidad histórica de Castilla en el conjunto de los pueblos hispánicos
Anselmo Carretero y Jiménez
Hyspamérica de Ediciones San Sebastián 1977

Páginas 114-116



Los partidarios de tal división nacional suelen fundamentarla en un criterio lingüístico, sin tener en cuenta que si bien la lengua contribuye a definir la personalidad de un pueblo no decide la nacionalidad. La historia y la geografía -sobre todo aquélla- significan mucho más que la lengua en la cuestión nacional. Si el idioma decidiera la nacionalidad, Estados Unidos e Inglaterra constituirían una sola nación, como también todos los pueblos americanos de lengua castellana juntamente con la mayor parte de España; y al contrario, no podrían existir naciones bilingües, como Bélgica y Canadá, ni menos aún plurilingúes, como Suiza, Yugoslavia y la India.

Por otra parte, el idioma castellano - que por su origen geográfico podría llamarse romance del Alto Ebro, y por su estirpe romance vascocántabro - es otro vinculo de parentesco histórico entre Castilla, el País vascongado, Navarra y Aragón. Mientras que en Asturias, León y Extremadura el castellano hubo de desalojar al hable leonés - más parecido al gallego- que fue el primitivo romance de estas tierras; y a La Mancha, Andalucía y Murcia llega con los avances de la Reconquista; en la vieja Castilla, el País vascongado, Navarra y Aragón surge y se desarrolla espontáneamente, sin coacción alguna - con matices dialectales en Navarra y Aragón -, entre gentes de primitivos dialectos éusqueros.

Una lengua afín al vascuence se hablaba - según Menéndez Pidal- en Aragón y Castilla antes de la romanización. Durante los siglos medioevales el vascuence se extendía mucho más que hoy alrededor de las actuales provincias vascongadas; y en el siglo XIII se hablaba en la Rioja alta y llegaba hasta las puertas mismas de Burgos. Es curioso observar - seguimos a don Ramón que mientras los lectores y copistas de los códices procedentes de León, Sahagún, Zamora o Carrión añaden al texto latino escolios en árabe, los códices de la primitiva zona del romance castellano inician el uso de las glosas o traducciones intercalares en romance, y algunas veces en vascuence. En las Glosas Emilianenses - glosas riojanas - se hermanan el primer vagido del idioma castellano y la primera escritura en vascuence. «El monasterio de San Millán, donde Berceo escribe, lindaba con el Valle de Ojacastro, donde se hablaba vascuence. Esto nos explica también que el autor del primer texto romance que se conserva en la Península fuese un bílingüe» - vascocastellano-.

El castellano se propaga por los territorios vecinos desplazando a los romances nacidos en ellos. La Tierra de Campos es naturalmente la primera zona de expansión del castellano por la región leonesa. El condado de Saldaña y Carrión, señorío de los Beni-Gomez que encabeza Pedro Ansúrez, representa en aquellos tiempos «una transición entre el habla propiamente leonesa y la castellana; en él se manifiestan antes que en el centro de León varios rasgos castellanos».

Desde que el castellano se usa como lengua oficial de la regia cancillería, después de la unión definitiva de las coronas, los bables leoneses retroceden continuamente hasta extinguirse en Asturias, los extremos occidentales de las provincias de León, Zamora y Salamanca, y Extremadura. Como es natural, el leonés no cede el terreno al castellano repentina y tajantemente, sino que retrocede paso a paso hasta sus últimos y precarios refugios en los extremos occidentales del antiguo reino, conectadas ambas lenguas por una movediza zona de difusión. Esto explica, por ejemplo, el hecho de que la redacción del Fuero de Sepúlveda, que representa el estado lingüístico de la comarca en la segunda mitad del siglo XIII, contenga elementos dialectales leoneses.

El avance del castellano por tierras de Navarra y Aragón tiene otro carácter en ellas no desaloja a otra lengua con el apoyo oficial. Los romances del muestran pequeñas diferencias dialectales con el de la primitiva Castílla; de manera que mientras el leonés es más parecido al gallego que al castellano, los dialectos navarro y aragonés se asemejan mucho más al castellano que al catalán -salvo el aragonés oriental-. En Navarra, no obstante su total independencia de Castilla y los vínculos de sus reyes con Francia, el castellano era la lengua hablada de la gran mayoría y la lengua escrita desde mucho antes de su incorporación a la corona del Rey Católico; y también Aragón, a pesar de ser no sólo independiente de Castilla, sino parte de un estado predominantemente catalán, ha tenido como lengua propia, espontáneamente desarrollada en el país, el castellano (siempre con algunas variaciones dialectales). La fonética del dialecto navarroaragonés es la misma del castellano al punto de que -según Menéndez Pidal- no es posible saber si una voz procede de uno u otro dialecto. El habla del Bajo Aragón es, en líneas generales, la misma de las tierras castellanas de Soria o Guadalajara.

La propagación del castellano por la mayor parte de la Península (nunca por toda ella como lengua única) no fue, pues, en principio, hazaña de ninguna espada que lo impusiera como instrumento imperial, sino expansión natural de una lengua -creada o espontáneamente acogida por pueblos de estirpe éusquera- que por su mayor firmeza y arraigo popular desplazó a los romances vecinos.

lunes, febrero 09, 2009

Una confederación de repúblicas populares (A. Carretero , Diario 16, abril 1979)

UNA CONFEDERACION DE REPUBLICAS POPULARES

Estas Comunidades son las que Costa ya consideró "materia digna de estudio que aún está por estudiar" y que ha sido generalmente ignorada por los historiadores españoles: hasta el punto de que cuando el bilbilitano don Vicente de la Fuente tomó por tema de su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia (1 86 1 ) las tres grandes de Aragón (Calatayud, Daroca y Teruel), causó "harta extrañeza -dice él mismo textualmente- entre la generalidad de los eruditos", pues la mayor parte de ellos no sabían que hubieran existido comunidades sino en Castilla y en tiempo de Carlos V, lo que era ignorar por completo las auténticas instituciones comuneras y confundirlas con entes o hechos totalmente diferentes o ajenos a ellas. También es preciso no confundir las comunidades castellanas y aragonesas con las juntas, ligas o confederaciones que los pueblos formaban con propósitos de interés común, como combatir a los malhechores o contrarrestar el creciente poder de los magnates, por lo que fueron combatidas por Fernando III y Alfonso X: ni con las hermandades que después se crearon en los reinos de León y de Castilla de acuerdo con la corona.

¿Qué eran estas instituciones que en el avance de la reconquista castellana durante la Edad Media se extienden hacia el sur, desde Nájera y Burgos, por las tierras castellanas y aragonesas de la antigua Celtiberia?

Estados autónomos

Tales comunidades -llamadas también universidades- de ciudad o villa y tierra eran verdaderas repúblicas populares que en el reino de Castilla y en el Bajo Aragón poseían los atributos de los Estados autónomos dentro de una federación, por lo que un historiador gallego ha podido escribir que en aquellos tiempos "Castilla parecía una confederación de repúblicas trabadas por un superior común, pero recogidas con suma libertad, donde el señorío feudal no mantenía a los pueblos en penosa servidumbre".

El régimen democrático de la vieja Castilla tenía por base estas comunidades o universidades, por encima de las cuales estaba el rey -como superior poder común, con atribuciones bien definidas- y por debajo el municipio, autónomo en su esfera municipal.

Las comunidades castellanas y aragonesas eran en su esencia democrática análogas a las primitivas repúblicas vascongadas, a las instituciones populares de la Castilla cantábrica -cuna de Castilla y del Estado castellano- y a las de algunas comarcas de Navarra (como la Universidad del Valle del Baztán y la Comunidad del Valle del Roncal). En Castilla las encontramos en la Rioja y Cameros y en las tierras del Alto Duero, el Alto Tajo y el Alto Júcar: Nájera, Ocón, Burgos, Roa, Pedraza, Sepúlveda, Cuéllar, Coca, Arévalo, Piedrahita, la grande de Avila -con más de doscientos pueblos-, Madrid, Ayllón, la grande de Soria -con más de ciento cincuenta pueblos-, Almazán, Agreda, Atienza, Jadraque, la grande de Segovia -más de ciento cincuenta pueblos-, Guadalajara, la grande Cuenca ... donde se desarrollan vigorosamente hasta la unión de las coronas de León y de Castilla.

Las comunidades castellanas más importantes eran las de Soria, Segovia -la más fuerte, rica y mejor administrada de Castilla, dice de ella el aragonés De la Fuente-, que se extendía por ambas vertientes de la sierra de Guadarrama, Avila y Cuenca. La de Sepúlveda es muy famosa por su fuero, que se menciona como ya vigente en la época condal y cuyo espíritu se extiende no sólo por la Extremadura castellana, sino por el Arag6n comunero: el de las comunidades de Calatayud, Daroca, Teruel y Albarracín., La villa de Madrid fue cabeza de una pequeña -pero muy activa- comunidad, creada por los conquistadores y repobladores segovianos que en ella se establecieron.

Las repúblicas comuneras eran instituciones con funciones políticas, económicas y militares mucho más amplias que las correspondientes a la vida estrictamente municipal: por ello y porque los concejos comuneros tenían jurisdicción sobre los de las aldeas o pueblos de su territorio, es preciso no confundirlas con los simples municipios o concejos municipales -más o menos democráticos- que existían en gran parte de España, incluida la propia Castilla (2).

Características de las repúblicas comuneras

A continuación exponemos brevemente sus principales características:

· Ocupaban un territorio, de extensión muy variable, sobre el que tenían soberanía libre de todo poder señorial.

· El poder de la comunidad emanaba del pueblo. Los órganos de gobierno, municipales y comuneros, eran en Castilla los concejos elegidos por todos los vecinos con casa puesta, lo que los vascos llaman por voto fogueral o por hogares, y los catalanes per focs.

· El territorio de la Comunidad -excluido el de la Ciudad o Villa cabecera- solía llamarse la Tierra. Cuando ésta era muy grande se dividía en distritos que abarcaban varios pueblos, a los efectos de nombrar representantes en el Concejo de la Comunidad (en la de Segovia, estos distritos recibían el nombre de sexmos y sus representantes o procuradores el de sexmeros).

· Las comunidades tenían leyes y jurisdicción única para todo su territorio.

· Los municipios de la tierra disfrutaban de autonomía local.

El concejo de la comunidad ejercía la función de medianero o derecho de dirimir contiendas entre ellos o entre vecinos de diferentes municipios,

· Los ciudadanos de las comunidades castellanas y aragonesas eran todos iguales ante la ley, sin distinciones por causa de linaje o riqueza ("el rico, como el alto, como el pobre, como el bajo, todos hayan un fuero e un coto", dice el Fuero de Sepúlveda). Restricción frecuente era que para ocupar algunos cargos del concejo -como el de capitán de milicias- había que ser caballero; pero en las viejas comunidades castellanas se entendía sencillamente por tal al que mantenía caballo con armas para la guerra.

· En los fueros de algunas comunidades aparece un señor -"Señor de la Villa"- funcionario que representaba al monarca en ejercicio de las facultades reales, en su origen muy limitadas, pues se reducían a estas cuatro: justicia (en grado supremo y con arreglo al fuero y las costumbres del lugar); moneda (común para todo el reino); fonsadera (o dirección de la guerra, a la que todas la comunidades contribuían economicamente y acudían con sus milicias, capitanes y pendones); y suos yantares (es decir, el mantenimiento por toda la federación de oficio y casa del rey).

· Los bosques, las aguas y los pastos -principales fuentes de producción en la economía del país- eran patrimonio de la comunidad. Con esta propiedad comunera coexistía la privada de las casas y tierras de labor. También era propiedad de la comunidad el subsuelo ("salinas, venas de plata e de fierro e de cualquiera metallo", dice el Fuero de Sepúlveda). Ciertas industrias de interés local (caleras, tejares, molinos, etcétera) eran con frecuencia propiedad de los municipios.

· Las comunidades poseían ejércitos con capitanes designados por el concejo, que seguían el pendón concejil y en caso de guerra se ponían a las órdenes del rey o persona que lo representara. Muy importante fue el papel de estas milicias en las luchas de la Reconquista; y destacado el que desempeñaron las castellanas y vascongadas en la famosa batalla de las Navas de Tolosa. También tiene brillante historia guerrera las comunidades del Bajo Aragón, donde el espíritu democrático y la oposición al aristocratismo señorial estaban tan arraigados que cuando Jaime el Conquistador pidió a los de Teruel auxilio para una incursión en tierras musulmanas de Valencia, le respondieron que si algún señor había de apoderarse de Morella, más valía que la retuvieran los moros.

· Aspecto muy interesante de las comunidades castellanas era su laicismo, en el sentido de instituciones que apartan a la Iglesia de las actividades políticas, a la vez que la respetan en la esfera religiosa. A semejanza también del País Vasco, los clérigos -por fuero o por costumbre- no podían ocupar cargos en los concejos castellanos, ni comprar ni recibir tierras de los vecinos, lo que contrasta con el enorme político, económico y militar que los obispos y abades tenían en otros países de España y en toda la Europa feudal.

Las comunidades de ciudad y tierra son instituciones castellanas y aragonesas que no se extienden al occidente del río Pisuerga, por la llanura leonesa de Tierra de Campos, ni al sur de Toledo, por la Mancha.. Sólo se encuentra una comunidad en el antiguo reino de León: la de Salamanca, muy extensa y rica en su patrimonio, pero sin las atribuciones políticas de las castellanas y las aragonesas. Algunos autores atribuyen su creación al aragonés Alfonso el Batallador, que tuvo muchos partidarios entre el pueblo de Salamanca (3).

Las comunidades castellanas de ciudad o Villa y tierra se desarrollan vigorosamente de los siglos X al XIII. Atacadas con toda clase de coacciones y artimañas por el trono y los magnates -eclesiásticos y laicos- a él aliados, que recelan de su poder político y codician el patrimonio comunero (4), entran en continua decadencia después de la unión de las coronas de León y de Castilla en el reinado de Fernando III hasta su disolución en el siglo pasado por el Estado centralista, que malbarató gran parte de los todavía cuantiosos bienes comuneros del pueblo castellano; no obstante lo cual, aún pueden verse en algunas comarcas pinariegas de las serranías centrales (provincias de Burgos, Soria, Segovia, partes históricamente segovianas de Madrid, Avila y Cuenca) hermosas reliquias vivas del otrora riquísimo patrimonio forestal de la Castilla comunera.


(2) El fuero de Logroño, por ejemplo, es un ordenamiento institucional propio de una entidad municipal sin comunidad con otros municipios. Se extendió por muchos lugares de la Castilla norteña y por el País Vasco.

(3) Huellas del influjo aragonés en Salamanca son las barras catalanas que todavía lleva el escudo salmantino

(4) Muchas de las posesiones territoriales de la nobleza castellana -nobleza relativamente tardía e inexistente en la vieja Castilla- proceden del despojo de aquel patrimonio.


Anselmo Carretero y Jimenez

Diario 16 Abril 1979

LA CUESTION DE LAS AUTONOMIAS. LOS CASOS DE CANTABRIA, LA RIOJA Y SEGOVIA

El irreflexivo y torpe planteamiento gubernamental de las autonomías del País Leonés, de Castilla y del País Toledano (regiones provenientes de los antiguos reinos de León, Castilla y Toledo) ha producido, según hemos visto, muchas y muy graves anomalías y contradicciones. Ante todo, es de notar que mientras, por un lado, se borra del mapa español a Castilla y se crean dos entes preautonómicos mixtos con el nombre castellano por delante (Castilla-León y CastillaLa Mancha), quedan, por otra parte, fuera de esta denominación tres provincias de radical castellana que, por no perder su propia identidad, se han negado a ingresar en el híbrido conjunto castellano-leonés: Santander, Logroño y Segovia.

No son insolidarias tendencias secesionistas, como a veces se dice, lo que mueve a estas tres castellanísimas comarcas de vieja y muy arraigada tradición a no ingresar en el heterogéneo conglomerado de Castilla-León, sino una vigorosa reacción defensiva ante el peligro de su forzada inclusión en una entidad geopolítica a la que se sienten ajenas y donde su personalidad se desvanecería en aras de un nuevo unitarismo centralista que se barrunta más intenso y omnipresente que el ayer impuesto por el Gobierno central.

La provincia de Santander -con el nombre de Cantabria- y la de Logroño -con el de la Rioja- han tramitado sus respectivas autonomías por considerar que cada una tiene personalidad (histórica, geográfica y cultural) muy distinta de la que confusamente presenta el invento de Castilla-León, cuyo nombre las ha llevado a este desorientador razonamiento: si «eso» es Castilla, claro está que nosotras no somos castellanas. Y así, aceptada la errónea premisa de la castellanidad del conglomerado castellanoleonés, Cantabria y la Rioja demandan sus correspondientes autonomías como singulares regiones uniprovinciales, dejando por su parte el monopolio de lo «castellano» a las dos nuevas y heterogéneas entidades castellano-leonesa y castellano-manchega.

EL «PEQUEÑO RINCON»

Castilla nace en el «pequeño rincón» situado entre el alto Ebro y el mar Cantábrico, donde varios pueblos vascocántabros, que antes habían luchado contra romanos y visigodos, rechazan a los musulmanes al mismo tiempo que mantienen su independencia frente al reino neogótico de León. Aquí, sobre un sustrato lingüístico eusquérico, nació también el romance castellano, que se habló -y escribió - en la Rioja y Alava antes que en las tierras castellanas del alto Duero, y mucho antes de llegar a la planicie de Valladolid y Palencia, de donde hubo de desplazar al bable propio de la región. La Montaña santanderina es, pues, la comarca más castellana de España.

Una Castilla sin la antigua «Montaña Baja de Burgos» sería tanto o más inconcebible que una Cataluña sin la Cerdaña y Pallars, o que un Aragón sin los Pirineos de Huesca. Y al contrario: cualquier región que incluya la provincia de Santander debe llevar como atributo consustancial el nombre castellano. Tampoco es imaginable una Castilla sin la Rioja; tierra de conjunción histórico-geográfica de cántabros, vascos y celtíberos, las tres estirpes de la España prerromana que, en mayor o menor proporción, constituyen el primitivo sustrato étnico de los pueblos castellanos, y patria de los más viejos símbolos y las más auténticas creaciones de la cultura castellana: San Millán de la Cogolla, patrón de Castilla; las Glosas emilianenses, primeras líneas escritas en romance castellano; Gonzalo de Berceo, primer poeta de nombre conocido de la literatura castellana; Santo Domingo de Silos, la figura más destacada de la cultura medieval de Castilla; el Fuero de Nájera...

Si Cantabria y la Rioja rechazan el complejo castellanoleonés por defender la propia autonomía, el caso de Segovia presenta, además y en primer lugar, un valor de afirmación castellana. La provincia de Segovia rechazó, por abrumadora mayoría de sus municipios, la incorporación al artificioso ente castellano-leonés porque los segovianos vieron en él un peligro para el porvenir regional de la verdadera Castilla, de la cual Segovia se siente parte intrínseca. La ciudad de Segovia, las «tierras» de su provincia se oponen a los confusos conglomerados de Castilla-León y Castilla-La Mancha porque propugnan la autonomía de una Castilla netamente castellana, con lo cual defienden a la vez, indirectamente, las autonomías del País Leonés y el País Toledano propiamente dichos.
Segovia ha propugnado, en primer lugar, la autonomía de Castilla, y sólo cuando la decisión gubernamental niega de hecho la posibilidad de una Castilla autónoma, Segovia, ante el dilema de la incorporación forzosa al ente preautonómico castellano-leonés o la autonomía uniprovincial que la Constitución ofrece, recurre a esta última.


EL CASO DE SEGOVIA

De la maraña autonómica en tomo a Castilla en que con increíble ligereza nos metieron en mala hora algunos políticos y cierta clase intelectual ducha en el uso del mimetismo y la demagogia, y del caso singular de la autonomía de Segovia, se ha ocupado recientemente en estas mismas columnas Pedro Altares, en un artículo rebosante de inteligencia, de noble sensibilidad y de respeto por el pueblo segoviano que hoy está dando una lección de cordura, firmeza y dignidad a quienes, en teoría, deberían ser sus informadores y guías en estas difíciles cuestiones. Artículo que merece ser releído con atención.

El caso de Segovia pone dolorosamente de manifiesto algunos de los gravísimos peligros que indefectiblemente acompañan a «procesos tan delicados -y a veces sumamente complejos- como los autonómicos»: las precipitaciones y la demagogia, sobre los cuales llamó reiteradamente la atención -en los años 1978 a 1980- el secretario general del PSOE con advertencias no escuchadas ni siquiera en las filas del propio partido.

Lamentable resulta -al decir de diarios y revistas - observar la pobre conciencia política que, en general, manifiestan los españoles en una etapa de la historia nacional de tan gran trascendencia como la que hoy atraviesa España. La decepción, el pesimismo, la apatía y el desinterés por el bien común dominan por doquier a donde el observador dirija la mirada. Prueba espectacular de ello dio en diciembre un acontecimiento de tanta significación política como el referéndum sobre la autonomía de Galicia, aprobada sólo por un 19% del electorado, con el agravante de que la proporción de «noes» llegó al 80%, lo que sociológicamente -comentan las mismas fuentes informativas - expresa un altísimo grado de escepticismo y displicencia populares. Y es importante no olvidar que tan pobres resultados en pro del estatuto gallego fueron obtenidos con todo el apoyo de la propaganda desarrollada tanto por el Gobierno como por los principales partidos políticos.
Pero -y esto parece más alarmante- cuando la provincia de Segovia, consciente de su castellanía y de los derechos que la Constitución le reconoce para la defensa de su identidad, se opone -por abrumadora mayoría de los ayuntamientos y de la Diputación Provincial, de la opinión publica y de los grupos intelectuales más conscientes y conocedores del país- a formar parte de una heterogéneo entidad castellano-leonesa de reciente y arbitraria invención, dando muestra de mejor conocimiento del problema que el Gobierno y los dirigentes políticos, de viva conciencia ciudadana y de lealtad a la patria chica, entonces.. el Gobierno y los dirigentes políticos se disgustan, y en vez' de apoyar. la en sus derechos y legítimas aspiraciones a un estatuto de autonomía análogo a los de Cantabria o la Rioja, reaccionan negativamente pretendiendo forzar su incorporación a ese híbrido ente regional que el pueblo rechaza.

En estos momentos el Gobierno y la dirección central de la UCD están empeñados en meter a toda costa la provincia de Segovia en el saco autonómico castellano-leonés contra la voluntad de los segovianos, retorciendo incluso el espíritu de la Constitución para negar derechos y aspiraciones colectivas que ella misma protege.


LOS COMPLEJOS «ENTES PREAUTONOMICOS»

Se acusa a los segovianos de fomentar el cantonalismo, lo que -ya lo hemos visto- es absolutamente falso, y de dejarse manipular por caciques locales, porque entre los muchos ciudadanos que en Segovia propugnan la autonomía de Castilla propiamente dicha -y dentro de ella el respeto a la personalidad de su provincia- figuran la mayor parte de los Parlamentario segovianos de la UCD, bien sea por su cariño a la tierra, -que en principio no hay razones para negar-, bien porque han encontrado en este asunto una bella bandera que enarbolar.

Martín Villa, que el año pasado ultimó el ingreso de la provincia de León, hasta entonces defensora de la autonomía regional leonesa, en el discutido ente preautonómico castellano-leonés -lo que provocó una espontánea manifestaci6n de protesta de miles de leoneses-, no parece dispuesto a aceptar la «rebeldía» de Segovia. En cuanto a los dirigentes de los partidos políticos de la oposición que hasta ahora, con más o menos agrado, han apoyado la política autonómica castellano-leonesa, convendría recordarles las prudentes y oportunas advertencias de Felipe González sobre los peligros de proceder a la ligera en asuntos tan graves y de tan delicada naturaleza como las autonomías regionales.

El mayor y más inminente peligro que hoy amenaza a Castilla como pueblo con personalidad propia en el conjunto nacional de España está, sin duda, en los complejos entes preautonómicos de Castilla-León y Castilla-La Mancha. La consolidación de estas confusas nuevas regiones implicaría, con el tiempo, la pérdida de la propia condición de las provincias castellanas en ellas integradas, ante el predominio demográfico, económico y político de los territorios leoneses y toledano-manchegos, respectivamente. Y, al contrario: la persistencia de Cantabria, la Rioja y Segovia como entidades con autonomía uniprovincial, haría de ellas -consciente o inconscientemente- reservas y baluartes castellanos necesarios para emprender, en momento y condiciones oportunas, el rescate conjunto de una nueva y verdadera Castilla, sin la cual no es concebible un auténtico y cabal todo español.

ANSELMO CARRETERO
«El País», 18 septiembre 1981

Territorio de Castilla (Ansemo Carretero y Jiménez 1977)

La personalidad histórica de Castilla en el conjunto de los pueblos hispánicos
Anselmo Carretero y Jiménez
Hyspamérica de Ediciones San Sebastián 1977

Páginas 110-113


Las diversas circunstancias que dieron vida a los pueblos hispanos duran-
te las vicisitudes políticas y guerreras de la Reconquista, las sucesivas conquistas territoriales y las uniones por etapas de los distintos estados, peninsulares e insulares, del conjunto español, unidas a la falta de una nomenclatura adecuada a tan compleja pluralidad, han ocasionado confusiones que dificultan sobremanera el estudio global de la historia de España y la armoniosa convivencia de los pueblos que lo componen.

Condición primordial de todo estudio seriamente realizado es el uso de una nomenclatura clara para evitar equívocos y confusiones que puedan llevar a graves desatinos. Es fácil imaginar el galimatías en que se convertiría un riguroso razonamiento matemático si las definiciones y los símbolos empleados se trastrocaran de tal modo que algunos representaran a la vez la totalidad de diferentes elementos, varios de éstos tomados aisladamente y los conjuntos parciales formados por varios de ellos.

Pues así, en los estudios de historia de España suelen incluirse confusamente bajo el rótulo castellano muy diversos estados y países, algunos de los cuales representaron en siglos pasados la oposición a cuanto Castilla originalmente significaba, confusión que con el tiempo ha crecido de tal manera que el nombre de Castilla se ha empleado o emplea hoy, según los casos y los autores, con alguna de las siguientes acepciones:

a) La mayoría de las divisiones regionales actualmente en uso suelen llamar Castilla la Vieja al conjunto de las provincias castellanas de Santander, Burgos, Logroño, Soria, Segovia y Ávila .

b) En algunos mapas además de las seis provincias anteriores se incluyen en Castilla la Vieja las leonesas de Valladolid y Palencia. Esta división regional, además de no apegarse a la historia, rompe la unidad geográfica de la Tierra de Campos.

c) A veces se llama Castilla la Vieja al conjunto castellanoleonés de las provincias de Santander, Burgos, Logroño, Soria, Segovia, Avila, León, Zamora, Salamanca, Valladolid y Palencia.

d) Suele llamarse Castilla la Nueva al territorio que comprenden las provincias de Madrid, Guadalajara, Cuenca, Toledo y Ciudad Real. División arbitraria que separa de Castilla la Vieja las provincias de Madrid, Guadalajara y Cuenca y las une con las toledanomanchegas.

e) Se emplea frecuentemente la expresión ambas Castillas para designar el conjunto de las seis mencionadas provincias de Castilla la Vieja y las cinco de Castilla la Nueva.

f) Con mayor latitud se incluye en ambas Castillas el conjunto de las dieciséis provincias castellanas, leonesas y toledanomanchegas.

g) En estudios históricos sobre épocas posteriores a la unión de las coronas de León y Castilla, y sobre todo desde los Reyes Católicos en adelante, suele llamarse corona de Castilla, o Castilla en sentido lato, al conjunto de las regiones de Galicia, Asturias, León, Extremadura, Castilla, el País vascongado, Toledo y La Mancha, Andalucía y Murcia -e incluso las Islas Canarias -; es decir, al conjunto de todos los países que la historia política fue agrupando alrededor de los reinos de León y Castilla.

Esta es la acepción que suele tener para los portugueses el nombre de Castilla. (A la mano tenemos un articulo en que se llama castellanas a las provincias gallegas).

h) Ultimamente, algunos nacionalistas catalanes, vascos y gallegos han dado en llamar castellanos a todos los españoles de lengua castellana, sin distinguir entre castellanos, leoneses, asturianos, extremeños, manchegos, aragoneses, murcianos, andaluces o isleños; denominación de base idiomática, completamente arbitraria y tan inconsistente que ni siquiera repara en que la mayoría de los vascos, gallegos y valencianos son lingüísticamente «castellanos».

Para evitar en lo posible los frecuentes y graves errores a que tan confusas, variables e irregulares denominaciones se prestan, hemos decidido emplear la siguiente nomenclatura regional, más clara, precisa y adecuada a la geografía y la historia peninsular:

Castilla (a secas). La región propiamente castellana que, con ligeras modificaciones de límites comprende las actuales provincias de Santander - sin la Liébana y con todo Campoo-, Burgos, Logroño, Soria, Segovia, Ávila, Madrid -sin el distrito de la gran metrópoli -, Guadalajara y Cuenca - Sin la parte manchega y con la comarca de Requena -.

La Mancha y Toledo (o Castilla la Nueva). Las tierras propiamente toledanas y toda La Mancha: actuales provincias de Toledo y Ciudad Real, la
mayor parte de la de Albacete - incluida la capital- y los partidos de Tarancón, Belmonte y San Clemente de la de Cuenca.

León. Las cinco actuales provincias de León, Zamora, Salamanca, Valladolid - con ligeras modificaciones de sus límites orientales- y Palencia - con la Liébana y sin Campoo -.

También es preciso distinguir entre la región leonesa propiamente dicha y el conjunto de países del antiguo reino de León o corona leonesa en su acepción más lata: León, Asturias, Galicia, Portugal - hasta su separación- y Extremadura.

Junto con esta nomenclatura más precisa, y para no aplicar el nombre de Castilla a tierras no castellanas, conviene usar el titulo plural de reinos de León y Castilla o corona castellanoleonesa al designar el heterogéneo conjunto de pueblos, estados y países que, en sentido lato y con perjuicio del buen entendimiento, suele llamarse reino de Castilla, corona castellana o simplemente Castilla.