jueves, junio 10, 2010

La hegemonía leonesa (Luis Carretero Nieva 1917)

La hegemonía leonesa

Dejamos sentado en el precedente articulo que la región de Castilla la Vieja había ido poco a poco perdiendo con­sistencia, desmembrándose después, separándose unas de otras sus provincias gasta el extremo de que, en algunas de ellas, sus habitantes no se ocupan para nada de Castilla la Vieja, ni tienen un recuerdo para el resto de la región, como ocurre con la provincia de Logroño, o hablan sólo de una unión sentimental como en Santander, provincia esta última formada por segregación del territorio burgalés, al que antaño perteneciera, país que guarda entre los regazos de sus montañas las más viejas tradiciones, ese casticismo que magistralmente libara con su pluma el insigne Pereda. Al paso que Castilla la Vieja languidecía, León se vigori­zaba, estudiaba sus problemas regionales, analizaba sus intereses y estrechando la unión entre sus provincias, for­maba un conjunto poderoso que, bajo la dirección de Va­lladolid, recababa y obtenía favores de los gobiernos, siendo de notar que jamás se presentaba esta región con su nombre propio ante los poderes ni ante el resto de la nación, sino que tomaba el nombre de Castilla para el logro de sus aspiraciones.

Pidiendo siempre para Castilla la Vieja, los leoneses ob­tenían cuanto querían para su región; así cuando a Castilla la Vieja no la quedaba ni siquiera el nombre que tenían se­cuestrado los leoneses, Valladolid conseguía hacerse núcleo de concentración de la cuenca del Duero y lograba que las líneas férreas de media España concurriesen en su provin­cia, con grave perjuicio de todo el norte y noroeste de la nación, que se vieron obligados a prescindir de los cami­nos directos, ya que todos rodean para pasar por Valladolid.

Con todo esto, la desunión entre las provincias de Cas­tilla la Vieja aumentaba, ya que, mientras se veían unidas por ferrocarril con Valladolid, carecían y siguen carecien­do de vías interiores; Castilla la Vieja se encontró pacífica­mente conquistada por León y sujeta a su dirección y su dominio.

Tal fue la atonía de los castellanos viejos, que no se apercibieron de esta poco airosa situación, tanto, que hoy mismo, ante el problema del ferrocarril, que pudiéramos llamar Central de Castilla la Vieja, o sea el que ha de enlazar a Segovia con Burgos, la capital de la región, y con Santander, su puerto, no se han dado cuenta de que han abandonado sus intereses al arbitrio de manos extrañas, ni han comprendido que si en alguna ocasión pueden coincidir los de León con los de Castilla la Vieja, esto no es razón para que dichos países se unan a perpetuidad, y en ningún caso puede justificar esa sumisión inconsciente de Castilla la Vieja, ni esa cesión de su personalidad.

No hay que olvidar que los leoneses están dotados de admirables dotes de comerciantes, como lo prueban tos maragatos, los cervatos y los propios vallisoletanos. Nadie puede ponerse ante ellos, en punto a habilidad, para defen­der sus intereses, en cuya materia su superioridad es indis­cutible. Así se explica, que Valladolid haya monopolizado la representación de los productores de trigo de España, habiendo provincias como Burgos, Sevilla, Jaén, Toledo, Badajoz y Granada, que en años normales producen más que ella. Valladolid y Barcelona son poblaciones que se llevan a medias la palma en el arte de conseguir cuantos favores apetecen, diferenciándose en que Barcelona se aprovecha del nombre de los suyos, del de los catalanes, y Valladolid se escuda con el de sus vecinos, con el de los castellanos. La estratagema sigue, y se da el caso de que los vallisoletanos presentan, como conveniente a Castilla, un proyecto, cuyas ventajas son para la región leonesa, cual es el ferrocarril Valladolid-Vigo, que es un interés leonés (1) y gallego y trabajan en contra del de Segovia a Burgos, que es un interés netamente castellano. Nos parece muy natural que los de la vecina región defiendan lo que les conviene, pero lo que no tiene explicación es que en la propia Caput Caslellae, un periódico tan discreto cual es Diario de Burgos, al relacionar hace pocos días este asunto con la mancomunidad castellana, encontrase en ello dificul­tades para la constitución de este organismo que, de hacer­se, debe de ser entre provincias exclusivamente castellanas, para defender intereses de Castilla, y, por tanto, sin que tenga que preocuparse de las conveniencias de Valladolid, que le son ajenas, y que, por consiguiente, no deben de influir para que Castilla la Vieja siga la marcha que crea conveniente.

La pasividad con que Castilla la Vieja ha acogido la intromisión en sus negocios de la región leonesa, ha dado siempre el mismo resultado, como no podía menos de su­ceder, si se tiene en cuenta la idoneidad de los leoneses y sus aspiraciones que ya en el ario de 1650 hicieron decir al P. Gracian en su famoso libro El Criticón, refriéndose a Valladolid: y está muy a lo de campos. Mientras en Cas­tilla la Vieja no hay ni una sola granja agrícola sostenida por el Estado, en la región de León hay dos; las de Palen­cia y Valladolid, si bien esta última se llama, para escarnio de los castellanos, de Castilla la Vieja. Palencia y Vallado­lid se pusieron de acuerdo, como siempre, para disfrutar el momio, y Palencia no tuvo inconveniente en llamarse leo­nesa para conseguir la granja. Con los canales ocurre lo mismo, existiendo uno que debiera llamarse de Campos y se llama de Castilla, pero que sólo toca a ésta en una parte, ridículamente pequeña, de la provincia de Burgos, mientras sus dos ramas corren por las tierras leonesas de las siem­pre protegidas Palencia y Valladolid. Debemos de hacer igual observación respecto a determinados ferrocarriles se­cundarios que también llaman de Castilla y que atraviesan comarcas leonesas en las afortunadas provincias de Palen­cia y Valladolid.

En otra ocasión, se dijo que, para favorecer a Castilla, los derechos arancelarios del trigo habían de modificarse con el precio alcanzado en los mercados castellanos, para lo cual se consideraron cinco de ellos como reguladores. Pues bien, de esos cinco mercados, uno tan sólo, el de Burgos, se eligió en Castilla, y los otros se situaron en la región de León, que fijé la favorecida, sin que entre ellos dejasen de figurar los de Palencia y Valladolid.

Muy digna de respeto es la prosperidad de la región leonesa, pero nosotros, los castellanos, debemos de ocu­parnos algo más de la propia; recabar nuestra independencia, tratar de ponernos en condiciones de hacer progresar nuestra país, estudiarle para conocerle y engrandecerle ante los ojos de los españoles, destruyendo prejuicios y errores, marchando por nosotros mismos y licenciando para siem­pre a los lazarillos. Sí en alguna ocasión nos conviene aliarnos con alguna región, hacerlo, sea la que sea, pero para asuntos determinados y concretos. Lo que no puede hacerse es ceder a nadie voluntariamente, ni permitir que nos arrebaten nuestra personalidad, nuestro nombre y nuestra vida,

(1) De León, región, no provincia.

LUIS CARRETERO NIEVA
El regionalismo castellano
Segovia 1917
Pp. 173-176

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