miércoles, junio 23, 2010

Las sociedades castellanas viejas (Luis Carretero Nieva 1917)

Las sociedades castellanas viejas

Concibiendo la sociedad general humana como una su­cesión de más pequeñas sociedades que toman al individuo como elemento primordial constitutivo de todas ellas, nos encontramos -en primer término con la sociedad familiar, a la que sigue la municipal. Familia y municipio tienen su existencia en España reconocida por las leyes, conservada por la costumbre y trasmitida a lo largo de los tiempos, sin que la más poderosa sociedad nacional haya consegui­do anularlas, si bien la sociedad municipal, principalmente la de Castilla la Vieja, haya recibido del poderío de la na­cional, serios y persistentes ataques que han mermado en mucho su pujanza.

La sociedad familiar presenta, dentro de la nación espa­ñola, diversas modalidades que estriban principalmente en la manera de perpetuarse a través de las generaciones hu­manas. También la sociedad familiar castellana tuvo sus caracteres particulares, hoy desaparecidos y no es cosa de este momento, ni cuestión de gran interés para los fines de este libro, distraernos a investigar los cambios que las leyes españolas y las variaciones de costumbres hayan po­dido introducir en la constitución de la familia tópica de Castilla la Vieja por tratarse de cena cuestión que, aun cuan­do de mucha importancia para el pleno conocimiento del pueblo castellano viejo, puede tratarse independientemente de aquellas otras, que son indispensables de estudiar, al pretender reorganizar la necesaria, aun cuando desapareci­da, saciedad regional en nuestro país de Castilla la Vieja; pues existiendo corno ex1ste;la sociedad familiar con el vigor necesario para subsistir, puede pasarse a la reorganización de las sociedades municipal y regional, prescindiendo por el momento de aquellas perfecciones que a la saciedad fa­miliar puedan acarrear las adaptaciones de las más modernas conquistas de la ciencia y de la experiencia de la vida a los elementos genuinos de la familia en Castilla la Vieja.

No ocurre lo mismo con la sociedad municipal que ha perdido vigor, fuerza y cohesión, siendo hoy problema capitalísimo para la regeneración del caduco país de Castilla la Vieja la reconstitución de las sociedades municipales con el pueblo de sus ciudades y aldeas, con creación de un po­der estimulante que origine una opinión y una voluntad pú­blicas dentro de cada uno de los municipios de la región, con la instauración de corporaciones concejiles, capaces de satisfacer en todo los designios de las respectivas opinión y voluntad locales, ajustando a ellas todos los actos del gobierno local. Porque de nada nos vale la consideración de que nuestra Castilla la Vieja haya gozado de muy pu­jantes corporaciones locales, si el hecho innegable, el hecho triste, el hecho notorio es que, al reducirse aquéllas a simples organismos subordinados al poder central y depen­dientes de él, se quebrantó también la sociedad municipal y tan sólo en determinados casos da muestras de vida, pro­bando más la necesidad de existencia que el hecho de existir.

Creemos que la reconstitución de las sociedades muni­cipales de Castilla la Vieja es necesidad perentoria de la misma importancia que el agrupamiento de los castellanos viejos en sociedad regional, que es empresa igualmente abandonada por ellos, los que víctimas del excesivo inter­vencionismo del poder central en todos los órdenes de la vida colectiva dentro de la nación, han perdido aquella en­tereza necesaria para que. cada entidad reclame el derecho a atender por sí misma a sus fines y han perdido también aptitudes por la persistencia de la tutela. Sin necesidad de volver a repetir, pues en el ánimo de todos están, las infini­tas razones que hacen de las organizaciones municipales, elemento principalísimo entre todas las agrupaciones huma­nas, confirmemos la obligación que incumbe al país castellano viejo de fortalecer con una reforma radicalísima la constitución de sus sociedades municipales mediante el es­fuerzo de todos, porque a todos nos interesa por amor de cornpatricios y por interés de consocios, poner a los habi­tantes de todos los rincones de Castilla la Vieja en condicio­nes de perseguir autonómica y eficazmente su prosperidad.

Sentada esta necesidad de reconstituir las sociedades municipales, despertando en cada municipio el interés de los vednos por los negocios del común, cabe sin embargo
la acción colectiva regional, aparte de la puramente local, para evitar la causa de la degeneración de nuestras socie­dades municipales y para corregir sus perjuicios. La causa de la decadencia de esas colectividades municipales es la ya tradicional persecución que los poderes centrales, desde antes de la unidad nacional, venían dirigiendo contra los poderes locales castellanos y sus inseparables y comple­mentarias instituciones comarcales hasta hacer desaparecer aquel beneficioso colectivismo, que tan bien se adecuaba al temperamento de nuestro pueblo, y que era el más señalado rasgo del espíritu de nuestras genuinas organizaciones po­líticas y hasta destruir una hacienda popular que era el fun­damento de tina envidiable riqueza pública; y las consecuen­cias fueron la desilusión y el apartamiento de las personas útiles al país y sanas de alma, desoladas por la magnitud de un desastre para cuya reparación se consideraron impo­tentes. La labor regional que hay que hacer, consiste en procurar la reorganización de las corporaciones municipales sobre una base tornada en la tradición castellana, pero con aplicación de los más recientes progresos de la ciencia política con una sabia adaptación del espíritu de nuestras instituciones a los tiempos modernos, consiguiendo lo que se hubiese logrado si estas instituciones hubieran seguido un camino en el progreso tan largo como el recorrido por cualesquiera otras, evitando la simple copia de lo ajeno y cuidando, además, de crear tantos tipos de organismos municipales como requieran las variedades comarcales indis­cutibles en la región. Porque todos los peligros que pueda tener un centralismo uniformista dentro de España, los tiene igualmente otro idéntico centralismo dentro de Castilla la Vieja, sin más variaciones que la de venir dentro de la región notablemente aminorarlos los inconvenientes por ser también menores las diferencias comarcales. De cualquier modo, en Castilla la Vieja hemos de tener unos municipios adaptados a la distribución de la población y al género de vida de la misma en las comarcas de sierras y montañas donde abundan las pequeñas, numerosas e inmediatas al­deas, formando municipios con muchos anejos, con concejos de aldea en cada una de estas y con un ayuntamiento único para varias, corno ha de haber en muchos lugares, lo mismo de Santander, que de Soria; de Logroño, que de Segovia; de Ávila, que de Burgos; y hemos de tener otros ayuntamientos aplicables a las ciudades, en las que los la­bradores o son una minoría o no existen, y hermos de tener otro tipo de municipios en tierras corno las de llanuras y riberas, en las que la población está concentrada en núcleos variables, pero grandes todos, si se comparan con los de las sierras, en los que generalmente la vida económica re­posa sobre el cultivo agrícola, el vitícola, el hortícola, y algunas veces sobre el forestal resinero. El municipio cas­tellano debe de inspirarse en las organizaciones que fueron resultado de una gran experiencia de condiciones del terri­torio y del carácter del pueblo que imprimieron una perso­nalidad señaladísima a los municipios de Castilla la Vieja, pero tiene que aceptar todas aquellas que sean conquistas en fiarle del progreso, porque tan perjudicial y funesto es confundir lo que es progresivo cocí lo que solamente es nuevo o exótico, corno seria torpeza considerar, como cosa genuina y propia del pueblo, a lo que solamente es viejo y no tiene mérito ninguno, pudiendo muy bien ser tan sólo un vicio perpetuado.

Luís Carretero Nieva
El regionalismo Castellano
Segovia 1917
Pp. 341-344

No hay comentarios: