lunes, octubre 29, 2012

Súbditos por vocación


Súbditos por vocación.

 

Algo más del 55 por ciento de lo que un español gana con su trabajo se le detrae en forma de tasas e impuestos sin explicarle cómo y por qué y sin consultarle ni someterse a compromisos preelectorales. Hacia el año 1600, la fiscalidad correspondía en primer lugar a la Iglesia, otra parte se la llevaba el señor local y, por fin, los súbditos estaban sometidos a la Corona. El pueblo no podía librarse de los impuestos y la obediencia y no era tenido en cuenta en sus reivindicaciones, salvo excepción.

En el año 2012 ocurre prácticamente lo mismo, con variantes. La masa de eclesiásticos es ahora la pléyade de políticos, los señores se llaman comunidades autónomas, y el rey a la antigua ahora es el Estado. Pero hay una diferencia sustancial: el ejercicio del voto permite no depender de un destino inexorable. La experiencia cotidiana muestra que, tras cuatro siglos, el pueblo huye de la condición de ciudadano y busca ser súbdito. Y como dijo Campanella (1568-1639) , el autor de La Cittá del Sole, en 1601, «si se le dice al pueblo que  se somete innecesariamente, se rebelará contra quien se lo diga, lo derribará y hasta lo matará». Y eso lo saben perfectamente los nuevos señores.

 

 

FRANCISCO ABAD ALEGRÍA.

 SAN MATEO DE GÁLLEGO (ZARAGOZA)

(XLSEMANAL 1305 28 Oct-3 Nov; Magazine)

 

 

jueves, octubre 25, 2012

Escrito de D. Santiago Ramón y Cajal en 1934


ESCRITO DE SANTIAGO RAMON Y CAJAL DE 1934, DE CLAMOROSA

ACTUALIDAD. HOY SERIA TRATADO DE FASCISTA.
 
 

MEMORIA HISTORICA.- DON SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL: LA INGRATITUD

DE LOS SEPARATISTAS VASCOS Y CATALANES.

Don Santiago Ramón y Cajal,

gloria de la ciencia española y Premio Nobel de Medicina en 1906:
 
 

"...No soy adversario, en principio, de la concesión de privilegios

regionales, pero a condición de que no rocen en lo más mínimo el

sagrado principio de la Unidad Nacional..."

Palabras de Don Santiago Ramón y Cajal

(El Mundo a los Ochenta Años. Parte II». Madrid 1934)
 
 

«Deprime y entristece el ánimo, el considerar la ingratitud de los vascos,

cuya gran mayoría desea separarse de la Patria común. Hasta en la noble

Navarra existe un partido separatista o nacionalista, robusto y bien

organizado, junto con el Tradicionalista que enarbola todavía la vieja

bandera de Dios, Patria y Rey.

En la Facultad de Medicina de Barcelona, todos los profesores, menos

dos, son catalanes nacionalistas; por donde se explica la emigración de

catedráticos y de estudiantes, que no llega hoy, según mis informes, al

tercio de los matriculados en años anteriores. Casi todos los maestros

dan la enseñanza en catalán con acuerdo y consejo tácitos del consabido

Patronato, empeñado en catalanizar a todo trance una institución

costeada por el Estado.

A guisa de explicaciones del desvío actual de las regiones periféricas, se

han imaginado varias hipótesis, algunas con ínfulas filosóficas. No nos

hagamos ilusiones. La causa real carece de idealidad y es puramente

económica. El movimiento desintegrador surgió en 1900, y tuvo por

causa principal, aunque no exclusiva, con relación a Cataluña, la pérdida

irreparable del espléndido mercado colonial. En cuanto a los vascos,

proceden por imitación gregaria. Resignémonos los idealistas

impenitentes a soslayar raíces raciales o incompatibilidades ideológicas

profundas, para contraernos a motivos prosaicos y circunstanciales. «

¡Pobre Madrid, la supuesta aborrecida sede del imperialismo castellano!

¡Y pobre Castilla, la eterna abandonada por reyes y gobiernos! Ella,

despojada primeramente de sus libertades, bajo el odioso despotismo

de Carlos V, ayudado por los vascos, sufre ahora la amargura de ver

cómo las provincias más vivas, mimadas y privilegiadas por el Estado, le

echan en cara su centralismo avasallador.

No me explico este desafecto a España de Cataluña y Vasconia. Si

recordaran la Historia y juzgaran imparcialmente a los castellanos,

caerían en la cuenta de que su despego carece de fundamento moral, ni

cabe explicarlo por móviles utilitarios. A este respecto, la amnesia de los

vizcaitarras es algo incomprensible. Los cacareados Fueros, cuyo

fundamento histórico es harto problemático, fueron ratificados por

Carlos V en pago de la ayuda que le habían prestado los vizcaínos en

Villalar, ¡estrangulando las libertades castellanas! ¡Cuánta ingratitud

tendenciosa alberga el alma primitiva y sugestionable de los secuaces

del vacuo y jactancioso Sabino Arana y del descomedido hermano que lo

representa!.

La lista interminable de subvenciones generosamente otorgadas a las

provincias vascas constituye algo indignante. Las cifras globales son

aterradoras. Y todo para congraciarse con una raza (sic) que corresponde

a la magnanimidad castellana (los despreciables «maketos») con la más

negra ingratitud.

A pesar de todo lo dicho, esperamos que en las regiones favorecidas por

los Estatutos, prevalezca el buen sentido, sin llegar a situaciones de

violencia y desmembraciones fatales para todos. Estamos convencidos

de la sensatez catalana, aunque no se nos oculte que en los pueblos

envenenados sistemáticamente durante más de tres decenios por la

pasión o prejuicios seculares, son difíciles las actitudes ecuánimes y

serenas.

No soy adversario, en principio, de la concesión de privilegios regionales,

pero a condición de que no rocen en lo más mínimo el sagrado principio

de la Unidad Nacional. Sean autónomas las regiones, mas sin

comprometer la Hacienda del Estado. Sufráguese el costo de los servicios

cedidos, sin menoscabo de un excedente razonable para los inexcusables

gastos de soberanía.

La sinceridad me obliga a confesar que este movimiento centrífugo es

peligroso, más que en sí mismo, en relación con la especial psicología de

los pueblos hispanos. Preciso es recordar –así lo proclama toda nuestra

Historia– que somos incoherentes, indisciplinados, apasionadamente

localistas, amén de tornadizos e imprevisores. El todo o nada es nuestra

divisa. Nos falta el culto de la Patria Grande. Si España estuviera poblada

de franceses e italianos, alemanes o británicos, mis alarmas por el futuro

de España se disiparían. Porque estos pueblos sensatos saben sacrificar

sus pequeñas querellas de campanario en aras de la concordia y del

provecho común.

Santiago Ramón y Cajal. El Mundo a los Ochenta Años. Parte II». Madrid

1934.

Sin comentarios a éstas palabras de uno de los españoles más grandes

de los siglos XIX y XX.

jueves, octubre 18, 2012

Con la España Nación

Con la España Nación

Desde nuestra libertad manifestamos:

[1º]Que asumimos el texto de la CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA votado mayoritariamente por los ciudadanos el 6-diciembre-1978, conformando democráticamente la Voluntad Soberana de la Nación Española.

[2º] Que animamos a todos los ciudadanos de las Regiones Históricas de Castilla La Vieja y del Reino Leonés, residentes ahora en las mismas o en la diáspora de sus respectivas emigraciones, a la defensa activa de su ciudadanía española.

[3º] Que instamos, a través del Reino Leonés y de Castilla La Vieja, a los habitantes de todas y cada una de las Regiones y Nacionalidades de la España Nación {constitucionales en 1812, 1931 y 1978, determinadas provincialmente en 1833}, a la solidaridad mancomunada y fraternalmente asistida.

[4º] Que impulsamos desde Castilla La Vieja y el Reino Leonés la construcción de la Unión Europea desde la España Nación, en pos de la convergencia integral (económica, social y cultural) de todos sus miembros y en el compromiso del respeto de sus raíces antropológicas.

[5º] Que situamos a Castilla La Vieja y al Reino Leonés en la dinámica de todo tipo de interrelaciones e interacciones de todos los Pueblos de la España Nación.

[6º] Que apoyamos la igualdad constituyente tanto de Castilla La Vieja como del Reino Leonés, establecida el 6-diciembre-1978, con todas y cada una de las Regiones y Nacionalidadesde la España Nación.

[7º] Que actuaremos públicamente, en nuestras acciones políticas, tanto en el Reino Leonés como en Castilla La Vieja, y en otro lugares, ajustándonos en todo momento, circunstancia y ocasión, al marco de la vigente Constitución Española.

[8º] Que mantendremos desde el Reino Leonés y desde Castilla La Vieja los lazos familiares, convecinales y de todo tipo con aquellos convecinos nuestros que, hoy día, están en la diáspora de la emigración sea cual sea su lugar de residencia actual.

[9º] Que potenciaremos los aportes respectivos del Reino Leonés y de Castilla La Vieja al común de la España Nación.

[10º] Que responsabilizamos equipotencialmente, desde el Reino Leonés y Castilla La Vieja, a todas y cada una de las Regiones y Nacionalidades de la España Nación al mantenimiento constituyente.

Lo que suscribimos

Liduvino Barbado Sastre -.-UPS Unión del Pueblo Salmantino

Francisco Iglesias Carreño-.-PREPAL Partido Regionalista del País Leonés

Javier Chamorro Rodfriguez-.-UPL Unión del Pueblo Leonés

Lesmes Peña Hurtado-.-CIBu Ciudadanos de Burgos pro Castilla La Vieja

La fallida autonomía provincial de Segovia, veinticinco años después (Dedicado a los regionalistas segovianos, baluartes de la dignidad de esta tierra)

por Joaquín Gonzalez Herrero

El 31 de julio de 1981, hoy hace veinticinco años, la Diputación Provincial de Segovia decidió ejercer el derecho a la autonomía que contempla el artículo 143 de la Constitución Española.
Inició así un proceso de proporciones históricas comparable a las Guerras de las Comunidades. Animaba a los provinciales el mismo espíritu de independencia de los viejos foramontanos, que un día repoblaron estas tierras al sur del Duero. Imaginaban ahora una Diputación foral de Segovia, encarnadura institucional de los pueblos y comarcas de la Extremadura de Castilla.

Parecía que las puertas de la autonomía regional se le abrían de nuevo a nuestra tierra. Estaba presente el precedente de la Segunda República, el "Proyecto de Estatuto de la circunscripción o provincia autónoma de Segovia", de julio de 1931, al que dieron vida Luis Carretero y Nieva, Celso Arévalo, Ignacio Carral, Alfredo Marqueríe, Antonio Bernaldo de Quirós y Mariano Quintanilla.
El acuerdo de nuestra Diputación forma parte del complejo avatar que se llamó "estado de las autonomías". En lo que afectaba a Segovia se había iniciado tres años antes, con el "Consejo General de Castilla y León", órgano provisional de las once provincias de las regiones históricas de León y Castilla (León, Zamora, Salamanca, Valladolid, Palencia, Santander, Burgos, Logroño, Soria, Segovia y Ávila), creado por Real Decreto de 13 de junio de 1978.

Este Consejo fue un producto frankensteiniano. Como en los peores tiempos afrancesados, tan funestos para Segovia, y en sintonía con prácticas no muy lejanas de ordeno y mando, el cartabón se impuso a la razón histórica y el decreto real a la voluntad popular. Una geometría hecha de mitos y falsedades vino a concebir una región basada en la cuenca del Duero. Del malhadado parto surge una criatura que gira en torno a Valladolid, permanente amenaza para Segovia.

La respuesta no se hizo esperar. Cantabria y la Rioja siguieron el camino de la autonomía provincial. Y Segovia se opuso a su inclusión en el Consejo de Castilla y León. En efecto, de los 203 municipios que contaba la provincia, solo 9 expresaron su apoyo al engendro. Los representantes segovianos se retiraron del Consejo en 1979 y la Diputación formalizó en fecha 23 de abril de 1980 su rechazo a la iniciativa. La incorporación de Segovia a Castilla y León fracasó de manera rotunda.

Diluida y desnaturalizada Castilla en el híbrido, Segovia se volcó en su propia autonomía. Y así, la Diputación dispuso de numerosos apoyos, de entre los que destacó el acuerdo de las corporaciones segovianas. En efecto, el 12 de junio de 1981 1a Cámara de Comercio e Industria, la Cámara de la Propiedad Urbana y la Cámara Agraria Provincial, en acto público y solemne proclamaron su oposición a "Castilla y León" e instaron a la Diputación el inicio de los trámites para lograr la autonomía provincial. Cuatro parlamentarios nacionales, veintidós diputados provinciales, nueve concejales de la ciudad de Segovia, ciento sesenta y cuatro municipios representados por sus alcaldes y concejales se unieron a esta iniciativa.

Impulsor intelectual de esta empresa fue Manuel González Herrero, ilustre representante del regionalismo en nuestra tierra y comprometido continuador de la obra de sus predecesores republicanos. Llevó a cabo, infatigable, una tarea de concienciación y divulgación de las ideas autonomistas, de pedagogía y enseñanza del ser de Castilla, a la que liberó de su disfraz imperial, de los mitos y falsedades con que la historia oficial y la tradición noventayochista nos la presentaron. Reflejo de ello serán, en lo que aquí interesa, algunos de sus trabajos más notables: el "Memorial de Castilla" en 1978 y "La entidad histórica de Segovia" en 1981. Propició al mismo tiempo la creación de "Comunidad Castellana", asociación muy activa y cauce de expresión del reverdecer regionalista. Y se expresó con idéntico propósito a través del "Colectivo Juan de Solier".

Con la decisión de la Diputación se inicia un trepidante proceso para alcanzar lo exigido por el artículo 143.2 de la Constitución Española: dos tercios de los municipios que representen la mayoría absoluta de la población de la provincia habrían de adherirse al acuerdo en el plazo de seis meses.
Segovia bulle y su pueblo se echa a las calles. Convocados por los líderes del movimiento autonomista miles de segovianos, por lo común desengañados y reacios a participar en la cosa pública, se manifiestan ahora de forma masiva. Desde Fernández Ladreda invaden la Plaza del Azoguejo, suben por la calle de Cervantes, atraviesan lo que en tiempos fuera puerta de San Martín, saludan a la estatua de Juan Bravo, esculpida por las manos de Aniceto Marinas. La cabeza de la manifestación se presenta en la Plaza Mayor, abarrotada de gentes. José Luis Salcedo se dirige a la multitud. Son muchos los que quedan arremolinados en la plaza del Corpus, en las calles adyacentes, en la Judería.

Uno tras otro los municipios de la provincia van desgranando sus apoyos, hasta un total de 179, que representan el 87,7 por ciento de los ayuntamientos segovianos y el 56,69 por ciento de su censo electoral. La lucha continúa, no obstante, en la villa de Cuéllar, cuyo acuerdo a favor de la autonomía no fue notificado a la Diputación hasta el 4 de diciembre. La víspera, sin embargo, contradiciendo lo adoptado, la corporación decide instar de las Cortes Generales la incorporación de Segovia a Castilla y León. La incertidumbre se adueña de la situación, pues el nuevo acuerdo situaba por bajo del 50 por ciento el censo electoral representado. Ello era así dada la actitud del ayuntamiento de la ciudad de Segovia, 12 de cuyos concejales dieron la espalda a la iniciativa de la Diputación.

El acuerdo del 3 de diciembre fue posteriormente declarado nulo de pleno derecho por la justicia contencioso-administrativa, ante la que se planteó el oportuno recurso. Restablecida la validez del apoyo cuellarano a la autonomía de Segovia los requisitos de artículo 143.2 quedaron debidamente cumplidos.

Sin embargo, los poderes centrales no permanecieron inertes. En realidad, en el mismo mes de julio de 1981, escasas fechas antes de la iniciativa que aquí tratamos, los dos principales partidos políticos del momento habían urdido la integración de Segovia en el ente "vallisoletano centrista”, al margen de los representantes segovianos. Y no cejaron hasta la aprobación de la ley orgánica 5/83, de 1 de marzo, por la que se incorpora Segovia a Castilla y León. Se niega a nuestra tierra lo que se reconoce a otras provincias. La discriminación es flagrante. Segovia, víctima de otro desafuero.

Cincuenta y cuatro senadores interpusieron recurso de inconstitucionalidad contra la ley de la imposición y el trágala. Desgraciadamente, el Tribunal Constitucional, en fecha 8 de noviembre de 1984, desestima el recurso y declara que la ley orgánica 5/83 no vulnera la Carta Magna. El mito de la soberanía única e indivisible de las Cortes, que pretende poderlo todo, dicta la sentencia. Entre aromas jacobinos, destila el fallo una aparente seguridad, con el halo de soberbia que acompaña a la razón de Estado. Es, sin embargo, pura debilidad, que no acierta a ocultar la verdad simple y desnuda de la democracia: el respeto a la voluntad del pueblo y a las minorías que integran la nación.
He aquí la crónica sucinta, los rasgos más sobresalientes de unos sucesos que pudieron haber cambiado el destino de Segovia. En verdad acariciamos con los dedos el ser dueños de nuestro futuro, tras siglos de constantes abusos e injusticias. No pudo ser. Se invocaron las mismas razones que sometieron Segovia de Isabel o de su nieto Carlos. Y cabalgó de nuevo el alcalde Ronquillo. Un leonés, Rodolfo Martín Villa, se entregó a los objetivos estatales o imperiales de siempre, ahora caracterizados de "interés nacional" por nuestra Constitución. Muy malamente sirvió, sin embargo, a los intereses de Segovia y de su tierra natal.

Resonaban en las esquinas de las plazas de Segovia, en sus corralillos y callejuelas, los ecos de la amenaza isabelina, de alguna manera presente en el proceso: "Os mandamos que... os conforméis con lo que sobre esto tenemos mandado... que si después de sabida de esta nuestra voluntad algunos otros movimientos o alteraciones sobre ello hacéis, que por vuestra persona y bienes nos lo pagaréis".
Veinticinco años después debemos hacer balance. No cabe dudar de la buena fe de quienes se opusieron a nuestra autonomía. Creo que en general actuaron movidos de buenas intenciones. Simplemente se equivocaron. Y estoy convencido de ello incluso desplazando el análisis al plano sociopolítico, que aquí no pretendo abordar, aunque de ello habrá de hablarse un día.
"Se le negó a nuestra tierra lo que se reconoció a otras provincias"

EN LA ACTUALIDAD Un cuarto de siglo más tarde resulta muy difícil sostener lo contrario. Baste una mera comparación con las autonomías provinciales, como es el caso de La Rioja o Cantabria, dotadas de la plenitud institucional y organizativa de las
Comunidades autónomas: Gobierno regional, Cortes autonómicas, Tribunal Superior de Justicia, Universidad pública regional... Sin embargo, Segovia, carente de gobierno propio, ha de conformarse con una administración autonómica delegada y se relaciona con el Gobierno de España a través de Valladolid, por subdelegación. Las leyes que afectan a Segovia son aprobadas por procuradores bercianos o de las Batuecas, llamados a pronunciarse' por ejemplo, sobre el titulado "Parque de cumbres" del Guadarrama. La justicia ha de pedirse en Burgos. Se inicia ahora la construcción de un campus de la "UVA", esto es, la Universidad de Valladolid, con facultades, programas académicos y profesores decididos o nombrados por quienes tienen poder para ello. Entre tanto, nuestra Diputación' la institución verdaderamente representativa de la provincia y de sus comarcas y sus pueblos, heredera de la legitimidad histórica de la Extremadura de Castilla, languidece bajo las tenazas del nuevo centralismo.

No es lo dicho con todo lo más grave, sino que Segovia fue incorporada a Castilla y León a la fuerza, por imposición estatal, en contra de la voluntad de su pueblo. Quede constancia de mi protesta, que se une a la de los regionalistas que defendieron los intereses de nuestra tierra. Es éste uno de los episodios más tristes y profundamente antidemocráticos, de nuestra transición; suma de luces y sombras, que en nuestro caso mostró su lado más oscuro. Segovia fue de nuevo víctima del Estado, sacrificada en el altar de un supuesto interés nacional, que resultó ser a la postre falso.

Los muñidores de aquel entonces, con harta ingenuidad y no sobrado entendimiento, pretendieron acabar con el inveterado problema de la vertebración del Estado extendiendo la autonomía de las nacionalidades históricas al resto de España. Y se convirtieron en urgentes hacedores de regiones; es decir, cortar aquí, unir allí, separar acullá; para recomponer la historia y reducirla al patrón de sus ideas, prejuicios y caprichos. El tiempo ha puesto de manifiesto, por otra parte, los errores de este planteamiento, que abrió la vía a una espiral exponencial, cuyo futuro se presenta en gran medida incierto. Nada está, al día de hoy, definitivamente cerrado.

Inevitable resulta que nos preguntemos: ¿qué es Segovia?, ¿dónde su identidad y futuro? ¿Eran fundados los temores que de manera lúcida denunciaba Pedro Altares en 1981; es decir, Segovia convertida en merendero de Madrid?

La libertad ha de ser el fundamento político de las naciones y los pueblos. Y los segovianos debemos seguir reclamando el derecho a decidir nuestro futuro, a partir de nuestra identidad.

¡Que no nos organicen los demás! Éste es el legado de nuestros regionalistas, de entre los que destaca, singularmente por lo que aquí se trata, Manuel González Herrero, desaparecido ese año. Sus testimonios humanos, intelectuales, morales y políticos deberían conmover la conciencia de esta sociedad, hoy un tanto adormecida.

Queda por conocer el relato preciso, la intrahistoria; sus protagonistas, los hombres y sus nombres; las reuniones y conjuras; las lealtades, sumisiones, rebeliones y traiciones; los intereses de unos y otros; las estrategias y los pactos; las ideologías y demagogias; las ideas, los valores, los principios. La grandeza en suma de este episodio singular de nuestra historia.

Debemos hacer frente al futuro sabiendo lo que aconteció; es decir, lo que somos. La crónica está por escribir y Segovia ha de conocerla. Alguien tiene los datos. Jesús Fuentetaja tiene la palabra.